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Algunos brasileños con pancartas en contra de Bolsonaro en la marcha del pasado 29 de septiembre. AFP
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Las falencias de la izquierda, punto a favor para Bolsonaro

 Según la última encuesta de Datafolha, el izquierdista Haddad del PT, le recortó distancia a Bolsonaro. El ultraderechista aún lidera la intención de voto con el 56%.

Por Sergio Mächler V.

 

Mañana se llevará a cabo la segunda vuelta electoral en Brasil. La encuesta de Datafolha indicó que Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), sigue liderando con un 56% de intención de voto contra el 44% de Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (PT).

Este instituto de encuestas de Grupo Folha aseguró que entrevistó a 9.173 electores en 341 municipios. Es una sorpresa que el ultraderechista mantiene una ventaja en cuanto a las mujeres. Una cantidad inmensurable de ellas le han tildado de misógino, sin embargo, es inexplicable el por qué, entre este género, continúa  punteando en los sondeos con un 43%, solo un poco más alto que el 39% de Haddad.

El domingo siete de octubre en la primera vuelta de las elecciones presidenciales se conoció que con el 99,07% de urnas escrutadas, Bolsonaro arrasó con un 46,23% de votos frente al 28,99% de Haddad. El capitán en retiro del Ejército, de 63 años, le sacó más de 18 millones de sufragios al elegido por “el ídolo de los pobres”, Lula Da Silva.

Desconcierto de miles

En una entrevista en mayo del 2002 acerca del casamiento gay, Bolsonaro afirmó: “No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle les voy a pegar”. También se ha caracterizado por su racismo y odio a las mujeres.  En 2014 le dijo a la diputada de izquierda María do Rosario: “No te violaría porque no te lo mereces”. Horas más tarde explicó al diario Zero Hora: “Ella no merece ser violada porque es muy fea, no es de mi tipo, nunca la violaría. No soy violador, pero si lo fuese, no la violaría porque no lo merece”.   También en abril de 2017 en el Club Hebraica hizo alusión a la gente de tez negra. “Yo fui a una ‘quilombola’ –en el pasado era el lugar donde se encontraban los esclavos– en Eldorado Paulista, y el afro descendiente más delgado de allí pesaba siete arrobas. No hacen nada. Creo que ni para procrear sirven. Más de mil millones de dólares al año estamos gastando en ellos”, indicó. La constancia de este tipo de comentarios sacados a la luz despertó la opinión y el desconcierto de miles de brasileños.

El 29 de septiembre marcharon cerca de 500.000 personas –entre ellos 200.000 mujeres– en la que participaron personas blancas, negras, homosexuales y padres de familia que están en contra de las ideologías de Bolsonaro. Al grito de “Él no, él nunca” se hicieron presentes ese día pero no se vio reflejado en la votación final de las presidenciales en la primera vuelta.

Jair Vega, sociólogo de la Universidad del Norte, manifestó que la ventaja que aún maneja el ultraderechista se debe a la población conservadora que aún hace presencia en la sociedad. “Hay una gran cantidad de mujeres que marchan en contra de esa misoginia, pero el machismo no es solo un problema de los hombres, es un problema cultural y así como hay hombres y mujeres que están en contra de la explotación y del abuso contra la mujer, existen otros que defienden el esquema patriarcal.  No ven en él algo que atente contra los demás, sino que ven en sus palabras una defensa de una sociedad conservadora que gran parte de la población encarna, incluyendo una gran mayoría de mujeres”, matizó.

Poca transparencia

Es una realidad que los países miran con desdén de hace un tiempo para acá el pensamiento izquierdista.

Hace un poco menos de 10 años, cada presidente sudamericano defendía y protegía la igualdad universal de los derechos, las libertades y las oportunidades de todas las personas, sin ningún tipo de diferenciación, discriminación o clasismo.   

Se eliminan totalmente los privilegios socioeconómicos de los grupos con un inmenso poder económico, político, religioso o militar, suministrando así a  toda la población formas para participar de tú a tú en las decisiones sobre la organización social y el respectivo funcionamiento del gobierno. 

Sin embargo, presidentes de izquierda han salido a relucir con escándalos de corrupción que los obliga a dimitir y salir por la puerta de atrás, como es el caso de Cristina Fernández, que estuvo al mando de Argentina entre 2007 y 2015. En 2010 aprobó la ley 26618 en el que autorizó el matrimonio entre personas del mismo sexo y siempre luchó por los derechos humanos.   Aun así, hoy en día Fernández se encuentra luchando contra la ley por el caso de “los cuadernos de corrupción” en el que le han allanado sus casas en Buenos Aires y luego de varias asistencias a los tribunales no han podido mandarla a la cárcel debido a su actual cargo de senadora.

En Ecuador, Rafael Correa fue investigado por un presunto millonario perjuicio al Estado en la venta de petróleo a China y Tailandia. Luego de un tiempo, la justicia le pidió una carta de invitación a los tribunales por segunda vez, por un presunto secuestro del opositor Fernando Balda en Colombia en 2012.  También en 2016, Dilma Rousseff fue destituida de la Presidencia de Brasil tras un juicio político que duró meses y que, finalmente, el Senado dictaminó que Rousseff maquilló el déficit presupuestario del país.

Brasil tiene todavía en la retina  lo ocurrido con Lula da Silva y su escándalo de corrupción que lo llevó a pagar 12 años de prisión. Ocho cargos que se le imputó al expresidente no le dejaron ser partícipe de estas elecciones. A raíz de esa indisposición llegó su heredero, Haddad. La sociedad observa en él  lo mismo que ocurrió con Lula. Luchará por los derechos de la gente pobre, pero dejará mal visto a la nación con problemas con la justicia, así como la mayoría de presidentes de izquierda que han tomado la batuta en los últimos años. Vega cree que la poca transparencia que se ha visto y ha vinculado a los presidentes de izquierda es importante para la decisión en su voto. “Lo que pasa con la izquierda es que ha tenido problemas con manejos que no son totalmente transparentes. Hay que tener mucho cuidado con esto, y la gente lo sabe”, manifestó.

“De nuevo a lo mismo”  

Una inmensa población de Brasil “eligió y elegirá a Bolsonaro” como su representante, porque a pesar de sus comentarios en contra de las mujeres, los homosexuales y los negros, “creen que es una persona honesta, real y que hará lo imposible por defender a cada uno de los ciudadanos. También tuvieron una mala pasada con la izquierda de Lula da Silva y creen que no quieren volver a ese desastre”. Es así como lo explica David Fleicsher, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Brasilia. “Bolsonaro se ha beneficiado de un fuerte sentimiento anti Lula y antiPT y de la idea de que todos los políticos son corruptos. A pesar de que es legislador desde hace casi tres décadas, Bolsonaro es visto como un recién llegado con un historial limpio”, enfatizó.

Para Fleicsher, Haddad y el PT “quieren repetir lo que Lula hizo como presidente, pero ignoran toda la corrupción practicada por Lula y su grupo”, continuó. 

Sin embargo, otra gran parte de la población no ve al ultraderechista como su modelo para la presidencia, y creen que será “el Donald Trump de Brasil”. Para Joao Feres Júnior, profesor de ciencia política de la Universidad de Río de Janeiro (UERJ), el fenómeno Bolsonaro tiene similitudes con el del presidente estadounidense. 

“En primer lugar por la figura mediática, histriónica, de un candidato que no sabe nada de política pública, que habla mal, y que de alguna forma tiene un carisma un poco inexplicable que atrae particularmente a un tipo de electorado. Un electorado con tendencias fascistas, que cree que la solución a todos los problemas sociales es la eliminación del otro”, opinó. *Con ayuda de AFP

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