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Foto de 2013 del exsoldado Bradley Manning (d), quien comenzó un tratamiento de cambio de sexo para ser mujer y convertirse en Chelsea Manning, durante una asistencia a una Corte Marcial en Fort Meade, Maryland.
Mundo

“A la caza del informador”

A dos días de dejar la presidencia de EEUU, Obama indultó a Chelsea Manning, la militar condenada a 35 años por filtrar cables confidenciales.

El último gran gesto de Barack Obama antes de entregar el testigo a Donald Trump fue el indulto a Chelsea Manning, la militar que fue condenada a 35 años de cárcel por haber filtrado miles de cables confidenciales sobre la guerra en Irak y Afganistán a la organización Wikileaks. Manning, que se cambió de sexo durante su cautiverio, saldrá de prisión el 17 de mayo, el día internacional de los derechos del colectivo LGTBI. 

La decisión del ya expresidente de Estados Unidos fue celebrada por igual por los defensores de los derechos humanos y por los whistleblowers, como todo el mundo ya llama a los reveladores de secretos, como Edward Snowden, el exagente de la NSA, o el fundador de Wikileaks Julian Assange. El australiano lleva casi cinco años refugiado en la embajada de Ecuador en Londres para evitar la extradición a Suecia donde se le quiere procesar por las acusaciones de violación de dos mujeres. “Si Obama garantiza la clemencia a Manning, Assange aceptará la extradición a EEUU pese a la clara inconstitucionalidad del caso del Departamento de Justicia estadounidense”, dijo en Twitter la organización que ha revolucionado el mundo con sus filtraciones.

Ha tomado vuelo la versión de que Julian Assange habría acordado su extradición si había clemencia para Chelsea Manning. La Casa Blanca nunca lo confirmó.

Sin embargo, no hay motivos para pensar en un cambio de actitud de las autoridades respecto a los whistleblowers, a los que siguen considerando como traidores, como dejó bien claro el portavoz de Obama, Josh Earnest: “Snowden voló a los brazos de un adversario y ha buscado refugio en un país que recientemente ha realizado un esfuerzo coordinado para minar la confianza en nuestra democracia”. El exagente de la NSA acaba de recibir una prórroga de su permiso para estar en Rusia, país donde se refugió ante la persecución por la Justicia estadounidense. El gesto de Obama con Manning se debe exclusivamente a razones humanitarias, ya que el expresidente considera que su castigo fue “excesivo”.

Ni los aliados se salvaron. Los cables del Pentágono filtrados por Manning a Wikileaks en 2010 revelaron el alcance de las atrocidades cometidas por las tropas norteamericanas en Irak y Afganistán en la llamada guerra contra el terrorismo. La novedad no fueron tanto los contenidos -ya eran conocidas las terribles consecuencias de los “daños colaterales”- sino el hecho de que esta información ultrasecreta fuera filtrada por un soldado de rango bajo. El castigo a Manning, detenido poco después, fue ejemplar y comenzó la caza de Assange. Lo mismo le ocurrió a Snowden, que reveló cómo los servicios secretos de EEUU habían espiado a todo el mundo, incluso a sus aliados como la canciller alemana Angela Merkel, lo cual provocó un conflicto diplomático.

Edward Snowden, el exagente de la NSA, se encuentra refugiado en Rusia.

Pero mientras en EEUU Snowden era condenado por el público y por todo el espectro político como traidor, en Europa se celebraba que hubiera destapado las prácticas oscuras de la NSA y otros servicios. El Parlamento Europeo hasta le declaró “defensor internacional de los derechos humanos”. Sin embargo, los europeos nunca pasaron de este reconocimiento a los hechos, ya que ningún gobierno se atrevió a conceder a Snowden ni a Assange asilo político, probablemente para no provocar al gran amigo americano. Es más, el año pasado el mismo Parlamento Europeo aprobó una directiva para “la protección de secretos comerciales”. Una regulación que pretende, en principio, proteger a las empresas del espionaje industrial, el robo de información sobre patentes o planes estratégicos, pero que para los defensores de la libertad de expresión, facilita que las compañías puedan actuar contra whistleblowers que destapan abusos y malas prácticas, como la manipulación de las emisiones de gases contaminantes de Volkswagen, por ejemplo.

Este asunto cobró relevancia con el llamado caso “LuxLeaks”, la filtración de información que sacó a la luz como el gobierno de Luxemburgo se había compinchado con las grandes empresas de consultoría, como PwC o Deloitte, para crear estructuras que permitían a las multinacionales evadir impuestos en los países donde operaban y pagarlos a tipos mucho más bajos en el pequeño ducado centroeuropeo. Los dos empleados de PwC que filtraron los documentos fueron condenados a 21 meses de cárcel, pero con pena suspendida, por lo cual no entraron en prisión.  

Barack Obama entregó la presidencia de los Estados Unidos el pasado viernes.

Esperar poco de Trump. Desde entonces, algunos grupos políticos, organizaciones de defensa de la libertad de expresión y consorcios de periodistas de investigación están luchando para conseguir una mejor protección de los whistleblowers. Pero no parece que los ánimos de los responsables políticos a ambos lados del Atlántico vayan por ese camino. Assange y Snowden pueden esperar poco de la nueva administración de Trump. En las últimas semanas se ha especulado mucho sobre el papel del exagente de la NSA y Wikileaks en las filtraciones de correos internos de Hillary Clinton y el Partido Demócrata que pueden haber tenido un cierto impacto en la victoria de Trump. Sin embargo, Mike Pompeo, el nuevo director de la CIA, dijo que aspira a que Snowden sea extraditado a EEUU para ser juzgado: “Y creo que el resultado apropiado debería ser una condena a muerte”.

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