El Heraldo
Esta es la caricatura que publicó el diario The New York Times que causó la polémica. Cortesía.
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El lío de The New York Times por una caricatura

El periódico más influyente del mundo se enfrentó a una tormenta  por publicar, en su edición internacional, una viñeta de Trump y Netantyahu, de la que se disculpó por su carácter antisemita. 

Una disculpa pública, el compromiso de revisión de las políticas de control editorial y algunas medidas disciplinarias le ha costado a The New York Times la publicación de una caricatura que volvió a poner sobre el tapete el viejo debate sobre el antisemitismo y, al mismo tiempo, sobre los límites del derecho a la libre expresión.

En la edición impresa del pasado 25 de abril, en la edición internacional del  periódico estadounidense, apareció la viñeta que mostraba a Bejamin Netanyahu, primer ministro de Israel, como un perro guía con un collar del que pendía la estrella de David –símbolo del judaísmo–, guiando a un Donald Trump ciego que cubría su cabeza con un solideo (kipá) también representativo del judaísmo. 

La caricatura cayó como una bomba en gran parte de los lectores y de la opinión pública. Las redes sociales estallaron en una oleada de críticas que cuestionaban  su carácter antisemita.  La indignación se extendió a los medios de comunicación israelíes. Donald Trump no desaprovechó la oportunidad para arremeter contra el diario con el que se encuentra desde hace tiempo en guerra abierta: “The New York Times se ha disculpado por esta terrible caricatura antisemita, pero no se han disculpado conmigo por esto, ni por todas las noticias falsas y corruptas que imprimen a diario. Han llegado al nivel más bajo de ‘periodismo’ y al nivel más bajo de la historia de The New York Times”,  señaló en Twitter.

La polémica. Tras estallar el escándalo, una portavoz de The New York Times ofreció disculpas públicas.  “La imagen fue ofensiva y fue un error de juicio publicarla”, dijo.  Y añadió: “Esa iconografía es siempre peligrosa, y en un tiempo en que el antisemitismo crece el mundo, es aun más inaceptable”.

En una amplia noticia, el periódico explicó cómo llegó a sus páginas la caricatura. Dijo que fue dibujada por el caricaturista portugués António Moreira y publicada originalmente por el periódico lisboeta Expresso. De ahí fue tomada por CartoonArts International, un sindicato que reúne caricaturas internacionales y cuyo contenido comercializa una filial de The New York Times. De acuerdo con la noticia, la edición estadounidense del diario no suele publicar viñetas políticas, pero la edición internacional a veces lo hace, como sucedió en esta ocasión.

El periódico se comprometió además a ejercer un mayor control sobre los contenidos y a impartir cursos de capacitación para los periodistas con el fin de que sepan manejarse ante temas de alta sensibilidad como este.

No se acepta. Pese a todas estas explicaciones, el American Jewish Committee, la principal organización judía de Estados Unidos, no aceptó las disculpas. “¿Qué dice esto de sus procesos o de quienes toman las decisiones? ¿Cómo lo están arreglando?”, señaló en un comunicado.

 Tampoco terminó de convencer a algunos de los principales diarios israelíes. The Jerusalem Post, en un artículo que tituló  ‘Los orígenes europeos de la caricatura antisemita del New York Times’, describió la publicación como un “hecho no accidental” y argumentó que encaja “en el contexto del antisemitismo histórico, que es común en Europa occidental y forma parte de más de mil años de estereotipos y caricaturas antijudías”.

Dos visiones. Aunque el medio ofreció disculpas públicas por la difusión de la caricatura, el autor del dibujo, el portugués Moreira Antunes, negó que fuera un dibujo antisemita. En una entrevista que concedió a The Jerusalem Post, aseguró que no tenía “nada contra los judíos, pero sí bastantes cosas que decir sobre la política de Israel”. Y añadió: “¿Por qué no se puede criticar la política de Israel sin ser calificado de antisemita?”

Una posición que choca frontalmente con la del columnista del propio The New York Times Bret Stephens, quien el mismo día 28 publicó en la edición estadounidense del periódico un artículo titulado ‘Una despreciable caricatura en el Times’ en el que señalaba con contundencia:

“Esta es una imagen que, en otras épocas, habría sido publicada en las páginas de Der Stürmer (periódico nazi de los años 30). El judío representado como un perro. El pequeño pero astuto judío guiando al tonto y confiado estadounidense. El odiado Trump siendo judaizado con un solideo. El teórico sirviente actuando como un verdadero jefe. La caricatura repasaba tantos tópicos antisemitas que lo único que se echaba en falta era el signo del dólar”.

Y señalaba a continuación: “El problema de la caricatura no es que su publicación fuera un acto deliberado de antisemitismo. No lo fue. El problema es que su publicación fue un asombroso acto de ignorancia del antisemitismo. Y en una publicación que está por el contrario hiper-alerta de casi cada expresión concebible de prejuicio”.

Debate periodístico. En paralelo al debate que generó la caricatura por sus referencias al judaísmo, en unos momentos en que el antisemitismo parece estar cobrando de nuevo fuerzas en buena parte del mundo, también reabrió la discusión sobre  la ética profesional en el periodismo y la libertad de prensa.

¿Hubo en esta caso un ataque a la libertad de expresión, sobre todo después de que The New York Times ordenara retirar la caricatura de sus archivos? ¿Se excedió el dibujante Moreira? ¿Cuáles son los límites de la ética en el periodismo? 

Para Javier Darío Restrepo, autor de 28 libros sobre periodismo y la ética periodística, “un periodismo ético mantiene un compromiso riguroso con la verdad. La rectificación del periódico admite que la imagen no se corresponde con la realidad a que se refiere. Además, el periodismo ético nunca hace mal. Y en este caso se ofendió a toda una comunidad”.

Según Restrepo, “la sátira ridiculiza, pero a partir de la verdad. Tiene un necesario componente de exageración del detalle que no debe sobrepasar lo verdadero. Además, y esto vale para todos los caricaturistas, tiene un límite inviolable: los derechos de las personas a su dignidad”.

Por su parte, el caricaturista de EL HERALDO Omar Figueroa, conocido como Turcios, asegura que “la caricatura es un arte y profesión donde la ética es fundamental para no caer en lo grotesco y el mal gusto, pero sobre todo en lo ofensivo. El humor da licencia para tratar cualquier tema, pero cuando se trata de tragedias, entonces entra la reflexión y el absurdo a reemplazar el humor”.

Y, aunque considera que “siempre se está en una línea delgada entre el humor y la ironía” a la hora de enviar un mensaje o una reflexión, existe un límite y ese es “lo hiriente”.

Lejos de amainar. La polémica no cesa. Muchas personas –entre ella son pocos enemigos del periódico– miran estos días con lupa a The New York Times en busca de  nuevas pruebas de sesgo en el tema del judaísmo y del conflicto árabe-israelí. El jueves pasado, también en su edición internacional, publicó uno que mostraba a Netanyahu como un Moisés ciego portando una tabla con la bandera israelí en lugar de los Diez Mandamientos. Un nuevo escándalo. Y de nuevo unas disculpas, con el compromiso de tomar medidas de fondo para evitar repeticiones.

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