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Me lo contaron: El caso del banquero que informalizó a sus colegas

Otra vez los trabajos en uno de los pisos altos del Emisor se reanudan.

El cartagenero Alfonso Ibarra Villarreal llegó a Barranquilla al Citibank en los años setenta. Más tarde pasó al extinto Banco Nacional –cuando lo controlaban los Pizano de Brigard– adonde ya él era el jefe local y pudo adoptar su elegante guayabera blanca de manga larga. Aquí todos usábamos saco y corbata de diario, comenzando por los mayores, como Álvaro Jaramillo Vengoechea de Cofinorte, don Rodrigo Carbonell del Banco Cafetero, Roberto Carbó del BanComercio, y ni que decir del doctor Augusto Hannabergh del Banco de la República con su olorosa pipa. En la azotea del República en el paseo Bolívar, hoy sede de la Alcaldía Distrital, don Augusto disfrutaba de una piscina y en su terraza contigua –mientras soplaba la suave brisa del río– él tocaba algunas noches su violín para sus amigos y contertulios, a quienes brindaba coñac y una aguda conversación. 


Envidia de la buena generaba el banquero Ibarra Villarreal con su fresca indumentaria. Un día Álvaro Jaramillo tuvo junta y sus directivos cartageneros, Pepino Mogollón de Zubiría y Hernando Vergara Támara, vinieron de guayabera; él los recibió igualmente. Los locales que acudían a la junta comentaron el informal atuendo y el desorden de los colegas fue general. Los sacos y corbatas desaparecieron y la fresca indumentaria que Alfonso Ibarra ostentaba fue pronto adoptada. En estos días –con ocasión de su definitiva partida– hemos recordado sus hábitos de amigo buena vida, acolitado siempre por doña Rosita Castillo Valiente, gran anfitriona, quien lo precedió.

Aprovechamiento inmobiliario

Otra vez los trabajos en uno de los pisos altos del Emisor se reanudan ¿Será porque las obras de reconstrucción y ampliación en el Amira, más la fabricación de un equipamiento acorde a sus dimensiones, tardarían varios años? En ese caso el banco, mientras tanto, no suspendería sus actividades en pro de la cultura y se podrían realizar en sus desocupados pisos altos. En Manizales, por ejemplo, el recién inaugurado inmueble cultural del Emisor tiene seis pisos. Ojalá ese precedente y la disponibilidad de espacio refuercen esa valiosa inversión inmobiliaria en su sede barranquillera, más el valor de ponerla en funcionamiento. Qué buen aporte de Banrep, el cual, parte importante, será en moneda extranjera porque el nuevo equipamiento actualizado hay que importarlo y es costoso.

 

 

Teatro Amira de la Rosa. John Robledo

Reanudan trabajos sede cultural. Sin embargo, después vinieron las buenas nuevas del concepto –se dice– favorable del Consejo de Estado que permitiría al gerente general del Banco de la República, Juan José Echavarría, actuar. El alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, quien había hecho gestiones en Bogotá, y el secretario de Cultura, Juan José Jaramillo, se pronunciaron sobre los estudios, y hasta con planes de hacer crecer el Amira en 300 asientos –valioso ensanche– para hacerlo más atractivo a los artistas en gira, y que así más gente lo pueda disfrutar con un mejor precio de la boletería.

Compensaciones a mediano plazo.  El marmóreo, edificio del Banco de la República en Barranquilla, alberga al Emisor más algunos pocos inquilinos de confianza. Se comentó que mientras se toma la decisión de reabrir el teatro Amira de la Rosa –después de los trabajos anunciados y la actualización de su equipamiento que ya está obsoleto por su largo uso y que no se consigue en Walmart ni las Galerías Lafayette, sino que se fabrican con especificaciones por encargo– el Emisor ha estado planeando habilitar un piso de su parcialmente sede ocupada, sede de la avenida Olaya Herrera, esquina de la Calle Murillo.

Cobranzas judiciales. El súbito crecimiento de la cartera en mora de quienes venden a crédito, más el sector financiero, que acusa un aumento con tendencia a subir en su cartera vencida es algo que comienza a preocupar. Por eso las firmas de abogados prevén una bonanza por llegar, pero solo para ellos.

 

 

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