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Soraya Gómez Díaz, emprendedora con la marca De la palma Chicoco y Miguel Maru Bustos, propietario de La Mita, atracada en el Malecón del Río. César Bolívar
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El giro de 180º de Chicoco y La Mita

Dos historias de negocios de iniciativas empresariales y de negocios establecidas en Barranquilla.

Soraya Gómez Díaz y Miguel Maru Bustos tienen en común que sus iniciativas empresariales y de negocios, establecidas en Barranquilla, surgieron de los recuerdos de infancia y momentos de familia.

Gómez Díaz, administradora de empresas y representante de Productos de la Palma S.A.S., no olvida que a su hermano Juan Carlos (QEPD) le gustaba tanto el arroz con coco que se lo pedía todos los días a su mamá. Como su madre no podía hacerlo, él creó un proceso de conservado natural para tener listo el titoté, que es el residuo crocante de la leche de la fruta tropical, para agregarlo al arroz.

Miguel Maru, abogado, especialista en derecho penal y gerente de Marulapia S.A.S., evoca los paseos desde el sector de Las Flores en Bocas de Ceniza hacia el otro lado del río Magdalena, atravesando el canal de acceso. Su padre, un inmigrante italiano, llevaba la familia a bordo de una pequeña embarcación a disfrutar del viaje, la suave brisa y el paisaje antes de llegar a una finca de su propiedad.

Así nacieron y seguirán surgiendo otras iniciativas dentro de la dinámica y la exigencia del ecosistema de las empresas. Ignacio Consuegra Ariza, director de la Unidad de Apoyo al Microempresario y del programa Quilla Innova, indica que un estudio realizado a 19.000 emprendedores de la ciudad en 2016, encontraron bajas habilidades en el manejo administrativo y operativo de sus negocios y cierta vulnerabilidad a los cambios de entorno.

“Las iniciativas que pasan por nuestro proceso son casos para transformar, porque de alguna u otra manera la consolidación empresarial, que brinda el programa, está basada en desarrollar las habilidades de los empresarios y brindarle herramientas que les permitan tomar decisiones. Es así como las empresas establecidas reinventan su modelo de negocio y los emprendimientos comienzan a construirlo”, explica Consuegra Ariza.

Soraya Gómez admite la dificultad de hacer empresa en el país, en especial cuando cada vez hay más exigencias normativas y de cumplimiento de ley. “Ser empresario es demasiado duro, porque cuando estás pequeñito conseguir crédito no es fácil y los bancos te prestan cuando ven que estás creciendo. Entonces toca empezar y mantenerse con recursos propios y bajas utilidades que se invierten. Además, al ser cliente de cadenas de supermercados los pagos son a 60 días, y al proveedor tienes que pagarle a la semana, como a la gente del campo con la que trabajamos”.

 

 El producto es un derivado del coco y no tiene impuesto por la característica de su preparación

Su pequeña organización, conformada por siete empleados, está en el mercado desde el 2010 y distribuye el titoté con la marca De la palma Chicoco en Olímpica y Carulla. Ante los retos de seguir profundizando y ganando otros nichos, en noviembre de 2017 desataron un nudo financiero y tributario que amenazaba la sostenibilidad. Cuenta Gómez que alguna vez le comentaron que su producto no paga IVA. Ante la duda consultó a un experto, este pidió unos $10 millones por asesoría y con la oportunidad en las clases de Quilla Innova expuso a los profesionales y académicos si tenía que pagar el 19% del IVA. “Me asesoraron, encontraron y justificaron que tenía que pagar solo el 5%. El producto es un derivado del coco y no tiene impuesto por la característica de su preparación, que es un 80% artesanal y sin preservativos. Tengo que pagar el 5%. Eso nos ha permitido presentarlo y pagarlo en las ventas y negociaciones con supermercados. El producto ahora tiene una mejor utilidad. Sentimos el cambio porque el 19% es alto y lo pagamos durante ocho años. Nuestro producto crema de coco sí paga esa cantidad del tributo. Hoy aspiramos a entrar en el canal de tiendas para popularizarnos con empaques novedosos y atractivos”.

Ignacio Consuegra explica que es común encontrar en el mercado que las microempresas presentan bajo nivel de productividad, debido a limitantes a las que se enfrentan a diario y se asocian con las capacidades sin desarrollo, como bajo nivel educativo, falta de financiamiento, limitada capacidad gerencial, ausencia de una visión de largo plazo, dificultad para la estructuración de costos e insuficientes procesos de innovación.

 

Soraya Gómez Díaz, emprendedora con la marca De la palma Chicoco. César Bolívar.

Miguel Maru se presentó al proceso de Quilla Innova con La Mita, embarcación de transporte fluvial, comprada a un portuario de Barranquilla en 2016. Su emprendimiento visionó que algún día la ciudad consolidaría darle la cara al río Magdalena, y ese planchón reformado con adaptaciones de barco sería el medio para navegar.

Dos años después, con la apertura del Puerta de Oro, la reciente inauguración del Malecón del Río, y dos interrogantes que recibió de mentores de la Universidad Simón Bolívar: ¿Qué quieres vender? ¿Hacia dónde vas? Maru Bustos abrió el enfoque y perspectiva de su idea de negocio. Entendió que transportar gente por el río es vender una experiencia. Una navegación segura, con todos los requisitos y confiable hacia Bocas de Ceniza y la Isla Salamanca. Es el valor agregado en el aprendizaje de construir microempresas sostenibles.

Miguel Maru identificó que con lo que ofrece el Magdalena, prestar un servicio turístico es un producto para el país y para el resto del mundo. “Es educar desde la navegación, es conocer el afluente. Enseñar por qué se llama así, por qué el puente Pumarejo, y otras dudas que surgen desde la observación y el recorrido. Del otro lado del Río la gente desconoce que podemos promover el avistamiento de aves, conocer el colibrí cienagüero, una especie que del extranjero buscan para apreciar nuestra flora, fauna y que nosotros no las conocemos”, anotó.

Miguel Maru Bustos, propietario de La Mita, atracada en el Malecón del Río. César Bolívar.
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