El Heraldo
Yerinson y Sheryl Terraza.
Magdalena

Sandra, un sueño que le hizo ver la realidad

“Resignación es una palabra clave para este duelo”, dice Sandra Quintero, madre de víctimas de la tragedia.

A Sandra Quintero Baquero dos cosas han hecho que el dolor por la muerte de sus hijos Yerinson, 5 años, y Sheryl Terraza, de 4, no le siga desgarrando el alma como hace un año: por un lado, la ayuda psicológica y, por otro, los sueños que con ellos ha tenido.

Confiesa que desde el día que sus pequeños murieron se enredó en una maraña de “pensamientos y sentimientos” que le produjo un “cambio de actitud”, pero que gracias a la comprensión de su esposo, David Terraza, pudo sobreponerse.

“Había días en que me levantaba de mal genio, porque despertaba pensando que lo que estaba viviendo era una pesadilla, pero al cabo caía en la cruda realidad… mis niños estaban muertos. David me supo entender y solo esperaba que el disgusto se me pasara para abrazarme”, explica. Además del apoyo de su pareja, la ayuda psicológica la hizo aceptar la realidad. Gracias a los psicólogos “entendí que no podía estar encerrada llorando” ni tan apegada a las cosas de sus hijos. También dejó de visitar el cementerio diariamente. Hoy lo hace los fines de semana. Sin embargo, hubo un hecho que la marcó, que la hizo sentir tranquila y en paz: un sueño con Yerinson y Sheryl.

Soñó que los estaba buscando y llegó hasta San Juan  del Cesar, arribó a una casa y los encontró jugando alegremente en la sala, junto con otros niños. Ella quiso entrar a la vivienda, pero Yerinson, con la mano y antes de que ella caminara hacía donde él, la detuvo. “Ya nos vistes mamá, estamos bien… de ahí no pases”, le dijo.

“Allí desperté y sentí una infinita tranquilidad, pues el mensaje era que estaban bien y muy felices al lado de Dios”, relata Sandra.

Tuvo otros sueños, todos siempre con ellos vivos. El último –que no quiere recordar – fue una pesadilla.

La madre considera que una palabra clave en este año de duelo es “resignación”, pues ella y su esposo han tenido la capacidad de aceptar y adaptarse a la adversidad.

Hoy le quedan otros dos hijos: Kenner y Kaleth. “Son mis otros dos tesoros”, señala.
 

‘Chucky’, fue el nombre que Sheril le puso a su muñeca, esa que su mamá Sandra hoy no se cansa de ver y acariciar. Foto: José Puente Sobrino.

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