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Magdalena

Trillizas de Salaminita, símbolos de vida de un pueblo desplazado

Sus padres piden ayuda para sufragar gastos de manutención.

En Salaminita, un corregimiento de Pivijay, Magdalena, en donde en junio de 1999 los paramilitares “mataron la vida”, hoy refrenda su renacer con la llegada al mundo de Aranza, Fernanda y Luisa, las trillizas que despiertan la atención de toda la comarca.

Nacieron prematuramente hace mes y medio en el hospital Julio Méndez Barreneche, de Santa Marta, en el hogar de Luis Fernando Palmera Molina y Sindy Paola Cantillo Gómez, de 19 y 23 años, respectivamente.

Aunque la pareja está feliz por sus hijas, no esconden la angustia por la falta de recursos para alimentarlas y darles calidad de vida.

Luis Fernando se gana el sustento ordeñando y “tirando machete” en una finca de la región. Se levanta a las 3 de la madrugada y regresa a casa a las 4 de la tarde, “bastante extenuado”.

“Ordeño 30 vacas diarias hasta las 7 de la mañana y de esa hora en adelante sigo con las otras tareas”, explicó.

Un día de trabajo le equivale a 33 mil pesos pero las bebés, en dos días consumen un pote de fórmula láctea que cuesta 55 mil pesos. “Cada una se toma entre 4 y 5 teteros diarios”, comentó.

El apoyo de los abuelos es incondicional, tanto Fernando Palmera Araque y Mónica Molina Caraballo, como los maternos Maximino Cantillo y Herminia Gómez, en medio de sus limitantes económicas ayudan.

ECHAR PA’ DELANTE

Luis Fernando confiesa que cuando le dijeron su mujer iba a tener tres niñas se asustó y señaló que su padre le preguntó: “Y ahora... ¿qué vas a hacer?”.

Entonces él contestó: “Ser responsable y echar pa’ delante”.

“Le pido a Dios que me ayude, pero también que toque el corazón de personas bondadosas”, anotó.

Luis Fernando está validando el bachillerato en Piñuela, un corregimiento de Pivijay, y quiere estudiar veterinaria.

Dijo que la necesidad es apremiante porque cada 8 días su mujer debe trasladarse a Santa Marta con las recién nacidas para cuestiones médicas y con ella tiene que ir una acompañante. Esto implica un gasto aproximado a los 200 mil pesos.

SALAMINITA NO OLVIDA

El 7 de junio de 1999 los paramilitares arremetieron contra la población. Asesinaron a Óscar Barrios, Carlos Cantillo y a María del Rosario Hernández, la inspectora de policía.

A esta última la mataron supuestamente  porque en varias oportunidades había denunciado las atrocidades del grupo armado ilegal, como dejar abandonados los cuerpos de las víctimas en la carretera.

Ese día los paramilitares encerraron a los niños en la casa de María Palmera y en la sede de Telecom, y obligaron a todo el pueblo a reunirse en la tienda de Belisario Bocanegra para presenciar los asesinatos. “El que derrame una lágrima corre la misma suerte”, les advirtieron.

Tras los asesinatos, les robaron los objetos de valor a los campesinos, la infraestructura que sostenía la red eléctrica, el techo del colegio, los muebles del puesto de salud, los productos que se comercializaban en las tiendas y hasta una imagen de la Virgen María.

Además alias Esteban, ordenó a alias Gitano destruir con un buldócer todas las casas, construcciones y estructuras del corregimiento para “evitar que la guerrilla se resguardara allí”.

Poco tiempo después retornaron por sentido de pertenencia y amor a la familia.

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