El Heraldo
El pueblo tomó su nombre del árbol Macondo el cual pertenece a la familia de bombáceas, parecido a la ceiba. José Puente
Magdalena

La vida en Macondo más allá de la genialidad de Gabo

Está en Guacamayal y su centro poblacional lo conforman dos calles y 53 casas. 

Macondo, el pueblo ficticio del escritor Gabriel García Márquez que, en su obra cumbre, Cien Años de Soledad (1967), describe como “una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos…”, sí existe.

Entre matas de guineo y en la margen izquierda del río Sevilla, un letrero da la bienvenida a quienes visitan al que con orgullo sus habitantes llaman “el verdadero  Macondo”, una vereda de dos calles y  53 casas, perteneciente al corregimiento de Guacamayal, en la Zona Bananera del Magdalena, fundada en 1982.

“Tierra de inspiración que dio origen al mágico mundo macondiano. Tierra fértil, próspera y bendecida por Dios”, se lee en el aviso.

Aquí, en donde las horas pasan pidiéndole permiso a la pobreza,  sus habitantes reclaman con coraje que el Estado los atienda y que en honor a que el caserío lleva el nombre que por su sonoridad inspiró a ‘Gabo’ a crear el realismo mágico, inviertan en salud, educación, vías y en todo lo que conlleve a desarrollo y calidad de vida.

“No hay ayuda de nada; los políticos vienen, prometen y nunca cumplen”, dijo Miguel Torres, un sexagenario bolivarense que llegó a esta región  luego de que la guerrilla le diera 12 horas para que abandonara la “tierrita” que tenía en los Montes de María.

“Si hay que darle el voto a quien de verdad nos quiera ayudar lo hacemos, pero que primero nos muestre obras”, interpeló María Padilla.

La presidenta de la junta de acción comunal, Vilma Arenilla Pombo, dice que las necesidades son muchas pero que si hay que priorizar algunas, habría que comenzar por la construcción de un puente sobre el río para comunicar al pueblo con Sevilla, que es la cabecera municipal del municipio Zona Bananera.

Agrega que “es urgente solucionar el problema de las inundaciones, pues el pueblo queda totalmente anegado cuando el río se desborda cuando llueve torrencialmente”.

“Se hace imperioso trabajar en saneamiento básico, bajo el entendido de que existe un tanque elevado que provee agua, pero esta no es tratada; además, solicitamos la construcción de un parque recreativo para disfrute de los niños, una cancha multideportiva, un puesto de salud, dotar la escuela de libros y logística de trabajo  y mejorar la vía de acceso”, anotó la líder comunal.

Manifestó que ante los recurrentes embarazos prematuros, “es importante que el Icbf haga presencia con charlas y acciones encaminadas a la educación sexual”.

 

Un menor leyendo en un mural ‘Por un país al alcance de los niños’ , escrito por Gabriel García Márquez.

El nombre. El pueblo tomó su nombre del árbol Macondo, perteneciente a la familia de las bombáceas, parecido a la ceiba, que puede crecer más de 20 metros de altura y se distingue por su largo tronco sin ramas y que pierde las hojas en la época seca (entre noviembre y mayo).

Fabián Sierra, un agricultor que habita en el caserío, comenta que hoy no hay un solo árbol de esta especie en la vereda, ni en los contornos y cuenta que el último que quedaba y que estaba en una de las calles del pueblo, fue derribado por la dueña de una casa debido a que le imposibilitaba el levantamiento de una pared.

Además, por el gran tamaño de los árboles, la mayoría tuvieron que ser talados porque afectaba el proceso de fumigación aérea de las plantaciones de banano en la región.

De lo que no hay duda es que  Macondo se convirtió en una palabra conocida en el mundo cuando García Márquez llamó así al pueblo imaginario en el que transcurren varias de sus obras, como La Hojarasca, Cien años de Soledad, Los funerales de la mamá grande, La mala hora y El coronel no tiene quien le escriba.

 

Un hombre reposa sentado en la puerta de una casa en el pueblo de Macondo, en Magdalena.

Turismo. Atraídos por  la referencia del autor en sus libros, son muchos los extranjeros que llegan a la vereda, llevados por guías turísticos o por personas particulares que les señalan el camino cuando piden conocer el pueblo de  Macondo.

“Casi todos llegan a Aracataca, convencidos que ese es el Macondo que menciona ‘Gabo’, pero  luego los llevan hacia nuestra vereda”, comentó el dirigente comunal Manuel Rúa.

Por eso los habitantes piden que se consolide un proyecto cultural y turístico que identifique a esta población como destino.

En el año 2005, por iniciativa de la Alcaldía Municipal, se propuso que Aracataca, donde nació el nobel de la literatura Gabriel García Márquez, se denominara ‘Aracataca Macondo’, con el fin de reactivar la economía a través del turismo internacional. Para tal efecto se hizo un referéndum en el que la respuesta “No” fue la que obtuvo más votos y, entonces, el intento fue fallido.

“Los maconderos necesitamos un poquito más de atención de nuestros políticos para que seamos un sitio turístico, ya que paradójicamente no somos reconocidos por los nuestros,  pero sí por los extranjeros que son los que nos dan importancia”, comentó  Vilma Arenilla.

Palabra universal. Gabriel García Márquez reveló muchos años después de donde surgió el nombre de Macondo. En su obra Vivir para contarla (2002) –de corte autobiográfico– señala que era el nombre de una finca bananera cercana a Aracataca y que, sin tener certeza de su origen, le llamó la atención desde niño, pero solo de adulto descubrió que era por su sonoridad poética.

El escritor Jorge Elías Caro sostiene que “Macondo es un estado de ánimo, es una identidad que nos expresa distintas mentalidades e imaginarios colectivos, que no solo identifican a un autor, sino a todo un pueblo y a toda una sociedad  con sus distintas expresiones culturales”.

“Todos somos Macondo porque tenemos ese mundo imaginario. Es un ‘sentipensar’ y un imaginario colectivo que representa un espacio”, anotó.

Agregó que “no es solo un pueblo olvidado desde la literatura, sino olvidado desde su ancestralidad”.  Viene de la connotación propia de un pueblo Chimila, asegura, y apunta que a partir de ahí fue “migrando a todas las denominaciones, pasando a ser una finca bananera hasta llegar a ser el pueblo olvidado de hoy”.

Asegura que al mundo entero le fascina Macondo, pero lo extraño es que en el Caribe este concepto no ha sido apropiado por muchos.

Todos quieren conocer a Macondo, aunque no figure en el mapa de Colombia y pese a que se diga que el pueblo imaginario de Gabo podría ser cualquier lugar del Caribe, lo cierto es que el verdadero Macondo está en Guacamayal, Magdalena,  a orillas del Río Sevilla.

Esta es una de las calles del pueblo; residentes piden que el pueblo sea considerado como punto turístico.
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