Galerías

El Heraldo
Con la sartén por el mango. En la cárcel también hay venta de empanadas. Roberto, quien está sentado sobre la cama, se las ha ingeniado para tener un fogón eléctrico en su celda. Durante el día, adecúa el espacio como una improvisada cocina para preparar la masa y poner a freír el producto. Ante el costo de sus fritos, que es de 2 mil pesos, varios de sus clientes piden ‘fiao’, mientras él los anota en una lista. Carlos Cordero
El Heraldo
En memoria. En este lugar fueron hallados los cadáveres de tres reclusos luego del incendio que ocurrió en este pasillo. En su honor, los miembros de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Barranquilla llevaron unas flores hasta el sitio. Según el relato de los internos, los tres hombres corrieron hacia el baño para calmar el ardor de las quemaduras con agua. No obstante, no alcanzaron a salir del pasillo junto al resto del grupo. Carlos Cordero
El Heraldo
Distribución de espacio. Con pequeñas sábanas se delimitan algunas zonas en los cuartos del pasillo siete de esta cárcel. Dormir en una ‘cama’ de estas es un privilegio, ya sea con colchón o sobre la base de cemento. En su gran mayoría, el resto de reclusos tuvieron que trasladar sus colchones hacia el patio, pues afirman que no soportan el olor a humo que quedó en la zona tras el incendio. Carlos Cordero
El Heraldo
Se le tiene. Al mejor estilo de una peluquería de barrio, este recluso le arregla el cabello a sus compañeros del patio B. Anderson, quien está sentado con una capa negra y un espejo en su mano, es el primero de otros cinco presos que esperan su turno. “Aquí nos inventamos lo que queremos lucir y le decimos al peluquero para que lo haga”, expresa el joven, quien ha solicitado un corte “normalito”. Carlos Cordero
El Heraldo
Se corta por un medicamento. Juan Carlos no quiere mostrar su rostro, pero quiso que se diera a conocer lo que él hace cada vez que, según dice, le niegan los medicamentos que necesita para su tratamiento del colon. Este joven afirmó que se corta con frecuencia en la zona del antebrazo para exigir la entrega de las pastillas que requiere. “Yo he querido hasta quitarme la vida”, dice. Confiesa que más de 10 veces ha pasado la cuchilla por su piel. Carlos Cordero
El Heraldo
“Te hablo desde el calabozo”. Pedro Luis lleva más de un año fuera de los patios y confinado, junto a otros 13 presos más, a vivir en un cuarto de seis por cinco metros, al que llaman calabozo. “Mira mis tatuajes y tómales una foto”, expresa emocionado el joven. La euforia con la que habla sorprende a cualquiera, a pesar de la situación que vive día a día. “Ojalá nos mejoren a los presos las condiciones de vida”, apunta Pedro Luis. Carlos Cordero
El Heraldo
Escaleras. Juan Bautista Gutiérrez dice que está aquejado por un fuerte dolor en una de sus muelas, e insiste que necesita un odontólogo, pero que no le han atendido su petición. Al momento de la fotografía, estaba sentado en las escaleras que conducen a un pequeño cubículo en el que duerme. En su mano tiene un envase en el que recibirá su almuerzo. Carlos Cordero
El Heraldo
Mirando más allá. Ante la dificultad que enfrentaron los reos para salir del sitio durante la conflagración del pasillo siete, estos arrancaron las rejas que custodiaban el cuarto. En los bordes de la estructura se evidencia la secuela del fuego que se extiende como una mancha negra que solo la pintura podrá ocultar. Con la mirada perdida en el horizonte, este interno se fuma un cigarrillo. Carlos Cordero
El Heraldo
Sin nada que hacer. “Un nuevo día llega, uno menos en la condena”. Tras decir esta frase, el recluso que permanece sentado en el borde de su cama guarda un largo silencio. Afuera, en el patio, hay una mesa de billar en la que algunos de sus compañeros pasan el tiempo jugando. Él insistió en que prefería quedarse allí. No dice nada más. Mientras, su compañero de celda prueba la sopa de mediodía. Carlos Cordero
El Heraldo
Recordando. Juan tiene el rostro lacerado por las quemaduras que sufrió durante el incendio del pasado 27 de enero. “Mire cómo quedó todo esto”, afirma. El joven recuerda que mientras estuvo cerca a los baños, buscó la manera de sacar agua para hacerle frente a las llamas. Sin embargo, explica que tuvo que salir corriendo, sin saber que detrás quedaban muchos compañeros que luego fueron encontrados carbonizados en el sitio en el que los vio por última vez. Carlos Cordero
Barranquilla

Un día en un “palacio” llamado la Modelo

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