
Ni la inundación del Sur, por el rompimiento del Canal del Dique, ha impedido que sus habitantes descansen en paz bajo la tierra que los vio nacer.
Y es precisamente ese profundo amor al terruño que hoy permanece bajo las aguas, el que ha impedido que las familias de quienes han fallecido en el último mes se nieguen a sepultar a sus deudos en municipios cercanos.
Eso pasó ayer con José Alfaro o el ‘viejo mono’ como era conocido este campocrucense de 85 años cuyo corazón no soportó el dolor de ver a su pueblo inundado.
Por eso el empeño de sus familiares de cumplir el último deseo a este viejo amable, dicharachero y buen vecino, como era conocido por todos.
Quizás por eso casi todo los habitantes de ese municipio del sur y los que hoy residen en Barranquilla en calidad de damnificados, acompañaron el cortejo fúnebre en los 400 metros, desde la entrada al pueblo, que pudieron recorrer a pie.
Solo los familiares lograron subirse a las 10 canoas que estaban dispuestas desde las 2 de la tarde, para llevar el féretro hasta el cementerio. No había canoa para tanta gente.
A esa hora, ese punto del municipio se inundó pero de tristeza y melancolía.
Algunos se lamentaron porque las aguas que sepultaron al pueblo no solo acabaron con sus pertenencias sino con la vida de don José.
“El vivía acongojado desde el día que se comenzó a inundar el pueblo, el pasado 2 de diciembre. Aunque no veía, por una enfermedad en los ojos, sabía de la tragedia y se imaginaba lo que estaba pasando. Su tristeza más grande fue cuando le tocó salir de los animales que tenía, incluyendo las vacas, porque no tenían donde pastar. Además nos tuvimos que ir para Barranquilla, en el barrio Rebolo.
Ahí se la pasaba acostado, pero nunca nos dijo que se sentía mal”, recordó entre lágrimas su hija Andrea Alfaro.
El sepelio. Cuatro cuadras recorrieron las canoas antes de cruzar por un lote que antes estaba cercado por el monte. “Esto era una plazoleta”, preguntó una de las nietas que había llegado de Barranquilla, donde vive desde hace más de 26 años. Ya no recordaba como era la zona. “Es que campo ha cambiado mucho”, dijo con su rostro inundado por el sudor que se confundía con las lagrimas de dolor.
Lacanoa que llevaba el cuerpo del finado iba lento, como si el canotero no quisiera despedir para siempre a su amigo. Tenían que ir así para evitar tropezar con un tronco o cualquier objeto que antes de la inundación servía como cerca. Aunque la mayoría se conocen las calles y carreras del pueblo, prefieren tener cuidado porque en esa profundidad cualquiera puede ahogarse.
El cortejo fúnebre llegó al cementerio, donde quedan pocas bóvedas disponibles teniendo en cuenta que el resto está bajo el agua.
La ceremonia fue sencilla pero emotiva: una oración por el descanso eterno de José Alfaro, el llanto de sus familiares, pero con la satisfacción de que se fue de este mundo terrenal con su sueño cumplido: descansar por siempre en su querido Campo de la Cruz.
Sepelios son en Villa Rosa
Los habitantes de Repelón han tenido que resignarse a sepultar a sus muertos en el corregimiento de Villa Rosa, porque el cementerio del pueblo está totalmente inundado.
Aunque los familiares de los últimos fallecidos no recibieron de muy buena gana la noticia, terminaban aceptando trasladarse hasta Villa Rosa. Allá descansan en paz más de 13 personas que murieron en diciembre.
El alcalde de esa población del sur del Atlántico, César Sáenz, asegura que esta es la razón por la cual en el municipio ya nadie se muere.
“Puede sonar gracioso o curioso el asunto, pero es la verdad. Antes fallecían entre 1 y 2 personas diariamente. Pero desde la segunda semana diciembre nadie se muere”.
Los viejos del pueblo dicen que no quieren que los entierren en otro cementerio diferente al de Repelón”, expresó el Alcalde.
Por Denis Contreras