Barranquilla

¿Qué hacemos con el viejo muelle de Puerto Colombia?

Los porteños se mantienen escépticos a la restauración, la Gobernación continúa preparando el proyecto y el monumento sigue resistiendo el paso del tiempo y la indiferencia.

Mientras se balancea en una vieja mecedora momposina, en la sala de su casa, Joaquín Colina evoca la reinaguración de la Estación del Ferrocarril de Puerto Colombia, en 2008. En ese entonces su padre, Cástulo Colina, le pidió a Dios que también le diera vida para ver restablecido el muelle. Sin embargo, hace un año Cástulo, quizás el último hombre que ayudó a construir con sus propias manos el monumento arquitectónico, murió a los 100 años de edad, mientras la estructura, de 122, continúa agonizando.

“Día y noche siempre estuvo pendiente del muelle. Yo hasta no ver, no creo en ninguna promesa del Gobierno que ayude a recuperarlo”, advierte el veterano de 75 años, cuya estirpe está ligada a la historia del atracadero.

Su bisabuelo, Manuel Antonio, fue un venezolano que llegó al Puerto de Sabanilla en 1875. Trabajó en la construcción del ferrocarril y del muelle, bajo la dirección del ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros. Luego su abuelo, Juan Antonio, ayudó a terminar la estructura de concreto en 1924; y su padre trabajó en la zona de descargue de los buques durante varios años.

“El muelle hoy es un monumento muerto que debe ser rescatado”, sentencia Colina.

Construcción. En 1865 surgió la idea de construir un ferrocarril corto que uniera a Barranquilla con el pequeño puerto de Sabanilla, a 12 kilómetros de distancia, con el fin de superar los obstáculos del caño de la Piña y Bocas de Ceniza. Los buques fondeaban en la bahía de Sabanilla, descargaban sus mercancías en bongos para que un remolcador las llevara a la orilla, donde otro personal se encargaba de ponerlas en los vagones del ferrocarril y conducirlas hasta Barranquilla. En el 1883 el Gobierno dispuso prolongar las líneas férreas hasta Puerto Velillo por la sedimentación que traía el río Magdalena. En 1878 Cisneros firmó el contrato de prolongación con la condición de hacer un muelle que sirviera de terminal al ferrocarril y de atraque a los buques de alto calado. En 1884 el cubano funda la “The Barranquilla Railway & Pier  Company”.

Su empresa terminó los trabajos de prolongación de las vías férreas a Puerto Velillo, donde construyeron un muelle corto con pilotes de madera cresotada, pero Cisneros pidió cambiar a un lugar más seguro la bahía. Ese mismo año llegó a las faldas de los Cerros de Cupino, donde encontró profundidades desde sus orillas.

El 31 de diciembre de 1888 llegó con sus líneas férreas al punto escogido. Los trabajadores instalaron sus caseríos, quedando prácticamente inaugurado el nuevo puerto, pero Cisneros le cambió el nombre por el de Puerto Colombia, en homenaje a la Nación por ser el primero del país dedicado a la importación y la exportación. Así se dio inicio al comercio internacional.

El muelle fue construido con un viaducto de 720 metros de largo, llegando a profundidades de 40 pies en marea baja y 45 en marea alta. Lo hizo con una longitud de 180 metros por 15 metros de ancho con el fin de que las naves de alto calado no tuvieran dificultades de atraque, y fue inaugurado el 15 de junio de 1893. Para 1913, con la apertura del Canal de Panamá, Cisneros hizo nuevas inversiones para su ampliación. Con una draga marina rompieron las rocas que se encontraban en la punta del muelle y comenzaron los trabajos para construirlo en concreto armado. Los trabajos de cargue y descargue quedaron bajo las ordenes de Juan Antonio Colina y el muelle en concreto fue terminado el 5 de diciembre de 1923, convirtiéndose en el tercero más largo del mundo con 4.300 pies longitud, después del South End con 6.654 pies y el South  Port con 4.405 pies, ambos de Inglaterra.

Duro Presente. Hoy, cuando sale el sol en el muelle de Puerto de Colombia, pocos pescadores acuden a su corroída estructura para realizar fortuitas capturas. Lo que queda en pie del viaducto huele a lisas y chivos que mueren lentamente sobre la huella del ferrocarril, mientras el viento esparce la fragancia del mar.

En medio del continuo embate de las olas, unos 894 metros de concreto del muelle aún se resisten a caer en el olvido. El hierro y el acero soportan mejor el paso del tiempo que el de la desidia de los gobiernos de turno.

El desembarcadero, que cumplió recientemente 122 años de construido, hoy permanece en ruinas, a la espera de la anunciada reestructuración de sus 200 primeros metros.

Actualmente quedan tres tramos del muelle que amenazan con irse al fondo del mar en cualquier momento. El primero que se tragaron las aguas medía 200 metros y se partió el 7 de marzo de 2009. Desde esa fecha hasta el 2012 se cayeron 4 franjas de la estructura, dejando el muelle dividido en 5 pedazos, pero a finales de ese año se vino abajo otro tramo de 50 metros. En enero pasado se cayó el último de 10 metros de longitud.

Hoy es menos habitual escuchar vallenatos, salsas y champetas entre las casetas que conforman el pasillo de entrada al muelle. Sus administradores y dueños afirman ser los más afectados con la pérdida de la estructura.

Henry Maury, pescador porteño de 64 años, opina que tarde o temprano se va a caer el atracadero por completo y no tendrá restauración. Sin dejar de fumar, habla e incrusta una lisa en la vara de guadua para pescar con cometa sobre el muelle.

“Lo dejaron perder por tanta politiquería. Esto ya no lo hacen más nunca. No creo en las promesas de los políticos porque han tenido tiempo para recuperarlo”, afirma Maury sin dejar caer el cigarrillo de su boca y agita el nylon contra la brisa.

El empresario Antonio Celia Cozzarelli, cuyo padre entró a Colombia por el muelle en 1906, señala que restaurar un pedazo de la estructura como símbolo de la comunidad es lo más realista.

“Mi padre entró al nuevo mundo por el muelle de Puerto Colombia. Se casó y creó la primera fábrica de calzado organizado del país, Faitala. Pero el muelle todos lo abandonamos y es imperdonable”, indica.

Incumplido Pasado. 

Ni la conformación en 1956 de la Junta Pro-defensa del Puerto que velaría por la conservación de la estructura, ni la inscripción de un plan de mantenimiento ante el Banco de Proyectos de Planeación Nacional en 1994, sirvieron para prevenir el colapso del monumento desde 2009. La historia precisa que el único mantenimiento realizado a la estructura fue en 1989 con recursos gestionados por Eduardo Santos, entonces alcalde de Puerto Colombia.

Tras ser declarado Bien de Interés Cultural en 1998, un año después fue abierta una licitación pública para su rehabilitación. Los recursos a emplear correspondían a lo recaudado por la venta del lote Distrito 20 de Carreteras, que en 1996 entregó el Gobierno nacional al Departamental para financiar la intervención de la que fuese la puerta del progreso del Atlántico. Pero la promesa no se cumplió: la licitación fue declarada desierta porque lo recaudado con la venta no era suficiente para los trabajos.

En 2003 hubo una propuesta de privados que planteaba convertir al muelle en un gran espolón, para lo que era necesario instalar un enrocado a su alrededor con lo que se protegerían unas 25 hectáreas de playa de los efectos de la erosión costera. Aunque financiaron un estudio de prefactibilidad, la propuesta fue desechada ante la ausencia de respuestas de la Gobernación.

Debido a la pasividad de la administración departamental, en 2004 el abogado Gustavo Vélez interpuso una acción popular que exigía una pronta restauración del monumento, justificando la vulneración del derecho colectivo al patrimonio público, histórico y cultural de la Nación.

Tres años después el Juzgado Octavo Administrativo del Circuito Judicial de Barranquilla dictó sentencia en contra del Ministerio de Cultura, luego de emitir fallo. Ordenó a la entidad “proceder a ejecutar las obras necesarias para lograr la reconstrucción del muelle, en concurrencia con el municipio de Puerto Colombia y el departamento del Atlántico”. Sin embargo, pasaron los años y nada sucedió.

En 2008, las intenciones por recuperarlo llevaron a que el gobernador Eduardo Verano incluyera en el Plan de Desarrollo Departamental la elaboración del Plan Especial de Protección del Muelle, un estudio de patología de este y a “apoyar los trabajos de rehabilitación del uso del muelle de Puerto Colombia según estudios contratados”.

En agosto de 2008 se sumó otra promesa. El entonces presidente Álvaro Uribe, durante la realización de uno de sus Consejos Comunitarios en Santa Verónica, corregimiento de Juan de Acosta, comprometió el apoyo con recursos del Gobierno Nacional para completar la rehabilitación del muelle, pero todo quedó en anuncios.

Un mes después, la Gobernación abrió una convocatoria pública para recibir ofertas de iniciativa privada, pero meses después esta fue declarada desierta porque nadie presentó propuestas.

En 2010 se conoció la propuesta del empresario Jean Claude Bessudo, presidente de Aviatur,  que, junto con el gobernador Verano, planteó ubicar en el muelle un centro de convenciones, almacenes y restaurantes para proyectar el turismo.

Su denominado plan integral turístico, que incluía una marina, iba a requerir una inversión cercana a los $35 mil millones, pero Bessudo retiró en 2011 la propuesta porque no tenía confiabilidad en lo que quedaba de la estructura. Hoy se esperan intervenciones que replicarán la obra de acuerdo con el diseño original.

EVENTUAL FUTURO. No obstante, los trabajos planteados por la Gobernación del Atlántico en el muelle no incluyen los tramos caídos, sino los 200 primeros metros de la estructura y la estabilización de las playas. El gobernador José Antonio Segebre afirmó a EL HERALDO que hace 20 días el Ministerio de Cultura aprobó el proyecto presentado por la Universidad del Norte y el arquitecto Rodolfo Ulloa. La idea, manifiesta el mandatario, es restaurar los 200 metros como símbolo de inmigración y desarrollo portuario del departamento.

Se tienen previstos por lo menos $15 mil 800 millones: $7 mil 400 millones provenientes del Sistema Nacional de Regalías y $8 mil 400 millones de la venta del denominado Lote del Distrito 20 de Carreteras, del entonces Ministerio de Obras Públicas.

“Las obras del anclaje del muelle creo pueden estar autorizadas este mes, pero la obra del muelle, creo que en tres o cuatro meses podrá quedar perfeccionado el tema de los recursos y el Estado podrá licitar directamente a través de alguna de sus entidades, complementando los recursos y pidiendo a la Alcaldía de Barranquilla que nos ayude con la entrega de los recursos del Distrito 20 de carreteras”, afirmó Segebre.

Rodolfo Ulloa, arquitecto encargado del proyecto, afirma que el monumento por su valor simbólico debe ser restaurado.

“Nadie preparó a este municipio para decirle que ese símbolo iba a caer al fondo del mar. La gente quiere su muelle y el turismo depende de él. De lo contrario Puerto Colombia sería otro pueblo costero más”.

Por todo esto, cuando el porteño Joaquín Colina ve una vieja foto del muelle entre sus documentos, detiene el balanceo de la mecedora y advierte que nadie está preparado para soportar tantas propuestas e iniciativas incumplidas.  “Hasta no ver, no creeré en ninguna promesa sobre la recuperación del muelle. Me da guayabo verlo así”, insiste Colina en su casa del barrio El Prado.

 

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