El Heraldo
José Meriño durante una presentación del picó JMB Power Sound en una fiesta de precarnaval. Juan Carlos Rueda
Barranquilla

La aventura de ‘picotear’ en una silla de ruedas

José Meriño, quien sufre una distrofia muscular progresiva, cuenta su historia de superación en medio de bafles de sonido y sueños deportivos.

Cuando Teletón Colombia usó el lema “Ningún ser humano es menos válido que otro”, José Meriño Jr. no había nacido, pero cuando perdió la movilidad de sus piernas a los 14 años y quedó reducido a una silla de ruedas a causa de una distrofia muscular progresiva, su mamá, Marlene Cabrera, se la repetía a diario.

A pesar de eso, el jovencito se sumió en una profunda depresión y se negó a seguir estudiando, quedando estacionada su preparación académica en lo que antes se conocía como primero de bachillerato, hoy es sexto grado. Sin embargo, su familia entendió la situación y siempre -dice- estuvo rodeado de amor y de los cuidados necesarios para sobrellevar su enfermedad.

“Lo que más me dolía era no poder jugar fútbol -señala José con un dejo de nostalgia que por instantes borra la sonrisa de su rostro-. Yo era muy buen arquero y soñaba con jugar algún día en mi amado Junior. Ahora me conformo con ir a verlo en el Metropolitano; no me pierdo partido y sufro mucho cuando las cosas no le salen bien al equipo. Me dan ganas de tirarme de la silla de ruedas y meterme a la cancha”.

Luces y sombras.

En 2007  tomó la decisión de salir del “oscuro túnel” en que se encontraba. “Llegué a la conclusión de que mi familia no me iba mantener de por vida, que no podía seguir como un parásito al que le dan todo. Por eso me matriculé en la jornada nocturna del colegio Distrital Reuven Feuerstein que queda cerca de mi casa, aquí en la Ciudadela 20 de Julio y en 2009 terminé de validar el bachillerato”, dice, ahora con su cara iluminada por la alegría pero de inmediato, bruscamente, lo atrapa la telaraña de la tristeza.

“Es que ese mismo año falleció mi mamita en el mes de agosto y fue un golpe muy duro. Casi recaigo en la depresión pero mis hermanos y mi papá me sostuvieron y me ayudaron a seguir adelante. A cada instante recordaba a mi mamá motivándome y aconsejándome para que lograra mis propósitos. Le dediqué el diploma de bachiller como el regalo más preciso que le hubiera podido dar en vida”, concluye mientras se alista a prender el picó de su hermano, del que es “picotero”, como prefiere que le llamen, en vez de DJ.

Picoteando por ahí.

Es sábado por la tarde y en el barrio Ciudadela 20 de Julio, como en  toda Barranquilla, la alegría  brota en cada esquina en todas la formas posibles

El hermano mayor de José, Aldo Eduardo Meriño, sargento de la policía nacional, es el dueño del JMB Power Sound y lo acaba de armar con la ayuda de Pedro Luis Munive, el otro “picotero”, para que él se acomode con su silla de ruedas y empiece a programar temas de salsa, folclor, verbena y la que más le gusta: música africana.

Los vecinos apagan sus equipos y empiezan a llegar para la rumba en plena calle, entusiasmados con la energía que Meriño transmite, no solo con lo que sale por los potentes bafles sino con la actitud alegre que manifiesta bailando en su silla de ruedas y tarareando cada canción.

Son muchas las fiestas que ha “picoteado” y en todas ha llamado la atención del público. Algunas personas se extrañan de ver a una persona en silla de ruedas poniendo a todos a “echar un pie”, como dice Héctor Lavoe. A otras les cuesta un poco hacerse a la idea de que alguien como José Meriño no se amilane por su discapacidad y sea justamente el encargado de hacer bailar a las personas “normales”.

“Lo que más me llama la atención es ver que hay muchos que van a un baile y se quedan sentados toda la noche mientras yo quisiera estar bailando y brincando, por eso me les acerco y los motivo a que salgan a la pista y para que hagan lo que yo no puedo hacer”, dice.

José cree que lo bueno de su trabajo es que, como no consume licor, se goza doblemente la fiesta poniendo música “viendo la película” de los que sí beben, lo cual le permite analizar su comportamiento, a veces entusiasta, otras ridículo y hasta desagradable cuando se emborrachan.

La vida de José Meriño no se limita al oficio de “picotero”.

Hace dos años hizo un curso de servicio al cliente en el Sena y otro de manipulación de alimentos en la Secretaría de Salud distrital pero a pesar de que llevó su hoja de vida a varias empresas, no lo han llamado para una entrevista laboral.

Desde hace año y medio está estudiando Salud Ocupacional en una fundación que le otorgó una beca y lo tiene como uno de sus mejores alumnos. Mauricio Castro, representante legal de la institución, dice que es un privilegio tener a José entre sus estudiantes porque es el que siempre lleva la delantera, el que motiva a sus compañeros a hacer las cosas bien.

“Aunque debe atravesar la ciudad en silla de ruedas utilizando el sistema Transmetro, es el primero en llegar a clases. Es un gran ejemplo a seguir. Su deseo de superación lo va a llevar muy lejos”, dice Castro.

Su gran sueño.

Además de sentirse laboralmente activo en cualquiera de los campos en que se ha capacitado, Meriño tiene otro gran sueño que espera hacer realidad pronto: una silla de ruedas deportiva.

“Uno de mis grandes anhelos es jugar basquetbol o volibol y llegar a competir siquiera en unos juegos nacionales. Sé que es difícil pero no imposible. Así como la familia Avendaño me ayudó con la silla motorizada que tengo ahora, estoy seguro que alguien me va a apoyar para conseguir la que necesito para salir a una cancha a demostrar mis dotes deportivas. Eso me haría muy feliz”, dice con una sonrisa que desborda esperanza y optimismo,  y como repitiendo la frase que le repetía a diario su mamá: “Ningún ser humano es menos válido que otro”.

Finalmente, dice, como en secreto: “esta noche voy con un combo de amigos pa' La Troja. Voy a bailar hasta que se me desarme la silla. Nos vemos allá”. Y remata con una pregunta: ¿Discapacidad...qué es eso?

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