
Sumergidos en el límite del desastre, dos barranquilleros arriesgan la vida para ayudar a rescatar las más de 40 mil hectáreas inundadas en el sur del Atlántico. Abren el camino para que se sequen, sin que nadie pueda ver o escuchar la misión que cumplen, bajo el agua.
Son Carlos Martínez Núñez y Fabián Vargas, buzos Tridente de la Armada Nacional, adscritos a la Escuela Naval de Suboficiales de Barranquilla. Están enganchando el última de los tres portones metálicos que faltan por levantar en el corregimiento Las Compuertas, para que por allí se desagüe la inundación provocada por la ruptura del Canal del Dique.
Los motores se fundieron cuando la corriente sobrepasó la barrera, allí donde el Embalse El Guájaro conecta con el Dique. Por lo que los buzos deben levantar las compuertas manualmente: haciendo girar 50 veces un torno en el que se enrollan guayas, para lograr que se eleven 1 centímetro.
Llevan 20 centímetros de la última, y ya tienen resultados esperanzadores. En ese punto crítico, el nivel del agua que inunda las casas ha bajado cerca de 60 centímetros desde la semana anterior, reporta el capitán de fragata Luis Sandoval.
La apertura de las compuertas para el drenaje, se coordina con el cierre del boquete en la vía a Santa Lucía. La Gobernación anunció que instalará una motobomba de 36 pulgadas para empezar a secar este municipio.
La corriente proveniente del Embalse volvió a fluir bajo de las compuertas, no por encima como sucedía por el represamiento. El nivel bajó 6 centímetros en un día. “Si lo multiplicamos por el área da miles de toneladas de agua, un río regresando a su cauce natural”.
“Estamos luchando contra unas velocidades de agua bastante altas, unos 70 kilómetros por hora en corriente superficial”, explica el capitán Martínez. Mientras uno de los buzos se sumerge, otro lo sostiene amarrado con dos “líneas de vida” a puntos fijos, por si el chorro de 200 metros cúbicos de agua por segundo lo intenta arrastrar. “Entra por debajo y lo trata de sacar a uno hacia arriba. La succión es demasiado fuerte”. Todo se realiza en una brecha de 80 centímetros, con una visibilidad que no va más allá de los 40 centímetros debido a la turbiedad.
Carlos tiene 45 años, y 3 hijos por los que volver a casa. Para afrontar el peligro de su maniobra mecánica subacuática atravesó un riguroso entrenamiento, entrando por escotillas de buques hundidos.
Además de tanques de oxígeno, gafas y guantes, su armamento está compuesto de jabones. Como el agua de las inundaciones viene “contaminada con muchas bacterias”, antes de sumergirse debe revestirse con cremas y gotas para aislar sus oídos. Cuando sale, se baña con una mezcla de vinagre y alcohol diluida en 10 litros de agua, con jabón aséptico.
“Es una colaboración silenciosa. Mientras todos están en el drama humanitario, nosotros nos encargamos del drama técnico. Qué hay que abrir”, dice Carlos. Acaba de salir del fondo. La última compuerta está abierta. Vencieron la estrechez, la oscuridad, la corriente, la porquería, el miedo. Allá donde ningún damnificado, ni nadie, pudo verles, oírles, o llamarles héroes.
Por Iván Bernal Marín
CRA afirma que acompaña a Las Compuertas
La Armada Nacional señala que los 800 habitantes de Las Compuertas son los damnificados que quedaron más aislados en Atlántico; lo más cerca que la población está de alguna carretera es a 45 minutos en lancha.
La Corporación Autónoma Regional del Atlántico, CRA, informó ayer que pese a las dificultades de acceso ha brindado permanente apoyo a la población, dado a que se encarga de operar las compuertas reales.
El director, Alberto Escolar, explica que desde el momento que sobrevino la inundación han estado llevando ayudas humanitarias. “No los hemos dejado solos”. Resalta que se proporcionó un total de 2000 metros de plástico negro, necesario para elaborar los cambuches para las familias afectadas.
Los funcionarios de la entidad también han suministrado 400 mercados, kits de aseo personal y juguetes a más de 300 niños, en visitas periódicas.
Más apoyo
Cerca de 60 habitantes laboran diariamente en la remoción del material vegetal acuático arrastrado por las aguas del Canal del Dique, que dificulta la salida del agua por las compuertas. La CRA precisa que este esfuerzo facilita el drenaje para que se estabilice el sistema y los niveles del Embalse El Guájaro no sigan aumentando. “La Alcaldía es la que nos tiene olvidados, ni siquiera una llamada para ver si uno existe”, afirma el líder comunitario José Canedo.