Arquidiócesis busca recuperar Jardines del Recuerdo
Monseñor Jaramillo lidera campaña para recuperar el camposanto que fue abierto al servicio en 1965.
En el cementerio Jardines del Recuerdo, bajo la sombra de árboles que sobreviven a la sequía, hay tumbas rodeadas de pasto seco a las que el abandono les ‘borró’ las letras de las lápidas y les ‘rompió’ las figuras de mármol que las decoraba.
Dicen los jardineros que las tumbas que lucen así son las que llevan más de 30 o 40 años, que incluso nadie les lleva flores ni el Día de Los Muertos. Parece que la única visita que estas reciben es la de los zapatos de la gente que pasan por encima al dirigirse hacia otro sepulcro.
En medio de ese ‘abrazo’ del olvido, ayer, al mediodía, celebró monseñor Jairo Jaramillo, arzobispo de Barranquilla, una eucaristía en la que pidió por la construcción de una capilla allí y la recuperación del sitio que fue abierto al servicio desde 1965.
La reunión
Unas 30 personas llegaron a la misa que fue realizada en la capilla La Última Cena. Esta es una estructura de unos 12 metros de altura, que tiene tres paredes y, en una de estas, hay un vitral al que se le han caído más de siete pedazos. En lo que queda de la imagen estampada sobre el vidrio, el pan ahora está partido. Ese es solo un reflejo del poco mantenimiento que realizan en el sitio.
Asistentes como Miriam Romero aplaudieron la iniciativa de recuperar el que fuese el primer cementerio tipo jardín que fue abierto en la ciudad y en el que habían, para 2011, unas 25 mil personas sepultadas.
“Estoy feliz con el anuncio de monseñor, ojalá logre recuperar esto así como lo que pasó con el cementerio Calan Cala”, dijo la mujer.
Sobre el abandono, Romero contó que hace 17 años enterró allí a su madre y que “nunca” le han cobrado ninguna cuota de administración.
“Aquí no ha habido organización, por eso el abandono. Yo al único que le pago es al jardinero que limpia el lugar de mi mamá. Yo creo que allí es donde está la falla de la administración”, agregó la mujer.
Lo curioso es que hace cuatro años, EL HERALDO consultó a Isabel Contreras, entonces coordinadora y jefe de turno de Jardines del Recuerdo, quien dijo que las dificultades financieras eran porque “nadie” pagaba la cuota de mantenimiento, que para ese momento era de $ 20 mil mensuales.
En esta ocasión no pudo ser contactado algún representante de la empresa, pues en las oficinas administrativas ubicadas en el cementerio no había nadie y en la sede que funciona en la ciudad, el encargado no tenía conocimiento del tema.
Monseñor Jaramillo explicó que desconoce quiénes son los propietarios del cementerio, pero que su objetivo es convocar a los copropietarios cada domingo al mediodía “para que miremos juntos de qué manera vamos recuperar este camposanto”.
Dos hombres le dieron sombra a monseñor con sombrillas durante la celebración, pues la capilla es muy pequeña.
Para él, los primero frentes a intervenir será la construcción de una capilla, la formalización laboral de los 120 jardineros que trabajan allí y el arreglo de la vía interna que algún día fue de pavimento y que ahora parece más de huecos.
Dijo que, de ser necesario, las tumbas de la zona donde levantarían la capilla serían retiradas y llevarían los restos a unos osarios que habilitarían en la nueva estructura. “Si logramos reunir todas las voluntades, pienso que es algo que podemos hacer de una manera fácil”, manifestó monseñor.
Entre el olvido
Uno de los asistentes a la eucaristía celebrada se encontró con la sorpresa de que se ubicó cerca a la tumba de la esposa de un tío abuelo que falleció hace 40 años. En la lápida aún podía leerse el nombre de la difunta: María Arteta, viuda de Cure.
Jesús Cure, su lejano familiar, contó que ni siquiera alcanzó a conocer a la mujer. Que los dos hijos de ella que aún viven tienen edad avanzada y que no sabe con qué frecuencia la visitan. Lo cierto es que la tumba tiene unas flores artificiales ahora ‘marchitas’ por el sol y deshojadas por el viento. Del arreglo floral, prácticamente, quedan tallos de plástico.
“Eso es lo que pasa”, dice Roberto Segebre, quien estuvo en el sitio junto a Cure. “Hay gente enterrada hace muchos años y ya no tienen parientes cercanos con vida para que estén pendientes de sus moradas”.