El Heraldo
Álvaro Cepeda frente a la biblioteca de la Universidad de Columbia, en 1950.
Libros

La mina de oro que dejó Álvaro Cepeda Samudio

Tita Cepeda, su esposa, halló textos inéditos del escritor en su viaje de estudio a Estados Unidos.

Una vida corta, pero extremadamente productiva. Fueron 46 años los que Álvaro Cepeda Samudio estuvo en este mundo, el tiempo suficiente para dejar una huella imborrable en la literatura latinoamericana, la cultura del Caribe y en el periodismo colombiano.

Su pensamiento innovador y vanguardista fue el gran pilar que contribuyó a su obra. La necesidad de aprender, vivir y experimentar nuevos horizontes, le sirvieron de inspiración en muchos de los cuentos y textos literarios que escribió. Su olfato periodístico lo llevó a transitar por lugares desconocidos que luego serían descubiertos en sus letras.

Hoy, 48 años después de que ese ser arrollador, culto, intrépido, curioso y académico falleciera, se revelan escritos inéditos de él en Michigan y Nueva York, que fueron recuperados por Tita Cepeda, su esposa, en medio de una organización exhaustiva de los textos que su marido dejó y que reposan en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República.

El hallazgo hecho por Tita se traduce en un tesoro literario, pues no solo encontró agendas y membretes de escritos de ficción o cuentos inspirados en las vivencias de Cepeda Samudio, sino también anotaciones diarias, borradores, apuntes, notas de clases e ideas que pasaban por la mente del ilustre escritor. 

La barranquillera seleccionó lo más relevante y en compañía del escritor y periodista, Julio Olaciregui, decidieron publicar el libro Los años de aprendizaje de Álvaro Cepeda Samudio, que se estrenó el pasado jueves 20 de mayo en una cátedra organizada por la Universidad del Norte, que exaltó la vida y obra del autor de La casa grande.

Adolfo Meisel, rector de la institución educativa, expresó en la cátedra lo que significa para Uninorte hacerle honor al barranquillero y tener la oportunidad de resguardar en la universidad más de 1.700 ejemplares que tenía Cepeda en su biblioteca y que fueron donados por Tita Cepeda.

“Los libros de Álvaro Cepeda Samudio son el reflejo de la cantidad de intereses de él, de lo que leía: mucha literatura anglosajona y universal. Esos intereses están allí plasmados en esa biblioteca y les va a servir mucho a quienes investiguen sobre él”.

El director, además, afirmó que “siempre” sintió una “profunda admiración por Cepeda Samudio porque lo que hacía, lo hacía maravillosamente bien”, por tal motivo la universidad también va a publicar el libro Los cuentos de Juana de la edición de 1972, donde se asocian Álvaro y Alejandro Obregón, pues “espera seguir creando un impacto cultural en la ciudad con talentos barranquilleros”.

Los años de aprendizaje de Álvaro Cepeda Samudio.
Antes que nada, periodista

Álvaro Cepeda fue un hombre polifacético. Su gusto por el arte llegó hasta el cine, por lo que en 1954 logró el cortometraje La langosta azul con actuaciones de Cecilia Porras, Nereo López, Enrique Grau y de él mismo.

Fueron diversas las facetas que experimentó, pero la que siempre sostuvo como parte de sí fue la del periodismo. Tita Cepeda indica que su principal motivación para seguir difundiendo la obra de su marido a través de Los años de aprendizaje es recalcar que desde mucho antes de ser escritor y literato, y de hacer parte del Grupo de Barranquilla, Álvaro ya era un periodista.

“Yo veía que se hablaba mucho de Álvaro como escritor, pero él nunca se pensó así, él pensaba en sí mismo como reportero, para él lo máximo era eso, y esto fue lo que con Julio nos motivó a buscar todos estos papeles que todavía estaban ocultos”, explicó en la Cátedra Álvaro Cepeda Samudio.

La mujer de 91 años siente que “muchos han olvidado que él fue un periodista de sangre y que empezó desde muy temprano”, ya que existen notas de su autoría de 1944, cuando estaba aún en el bachillerato. Precisamente, tres años más tarde cubriría el Campeonato Sudamericano de Fútbol, en el que escribe “unas notas preciosas”.

De esta forma, Tita asegura que “él era un periodista desde mucho antes de encontrar a sus amigos del Grupo de Barranquilla. Según ella, “él solo ya tenía esa fuerza porque había hecho varios periódicos. Álvaro salió solito y fue influencia en los demás”.

Julio Olaciregui también hace énfasis en el viaje de Álvaro Cepeda a Estados Unidos, pues según este, el objetivo principal del escritor no fue el de ir a estudiar periodismo.

“Él fue a conocer, a tratar de entender cómo era el periodismo anglosajón. Él fue a eso exactamente y por eso estuvo en esas universidades y escribió en Estados Unidos. Y lo consiguió. Lo llevó a entender que la soledad no estaba solamente aquí, sino en todo el mundo. Eso lo marcó muchísimo”, indicó Olaciregui.

La mayoría de los textos inéditos que Tita y Olaciregui encontraron fueron escritos en inglés por Álvaro, así que los tradujeron al castellano. Uno de esos es Ella ganó la pelea.

“Finalmente encontré un camino fácil para evitar dos viajes mensuales a la peluquería. Dejaría crecer mi cabello tan largo como cuando tenía cuatro años. Durante la cena anuncié mi decisión y me di cuenta con asombro que la pelea que estaba esperando no se presentó. Mi padre me lanzó una mirada pero no dijo nada y él era el que dos veces al mes tenía que pasar la tarde tratando de mantenerme quieto en la peluquería y eso no era trabajo fácil. Así que pienso que él encontró mi discurso muy convincente. Mi madre entendió muy bien mis deseos y dijo: — Yo creo que tú estás tratando de evitar la peluquería. Pero te advierto, te va a traer muchos problemas, eres muy viejo para ir con el pelo largo, como si tuvieras 5 años y si a tu padre no le importa que su propio hijo lleve el cabello como una niña, a mí sí me importa—”.

Algunos de los libros que hacían parte de la biblioteca de Cepeda se encuentran ahora en Uninorte.
Cepeda y Gabo

Cepeda Samudio fue quizás, si no el mejor, uno de los mejores amigos de Gabriel García Márquez. Ambos se refugiaban en los gustos similares que tenían por el periodismo, la literatura, el cine y hasta por las parrandas vallenatas.

Tanto así, que en varias de sus obras, Gabo menciona a Cepeda. Lo conocía bastante bien. Reflejo de ello puede notarse en Vivir para contarla.

“Álvaro Cepeda Samudio era antes que nada un chofer alucinado –tanto de automóviles como de las letras–; cuentista de los buenos cuando bien tenía la voluntad de sentarse a escribirlos; crítico magistral de cine, y sin duda el más culto, y promotor de polémicas atrevidas. Parecía un gitano de la Ciénaga Grande, de piel curtida y con una hermosa cabeza de bucles negros y alborotados y unos ojos de loco que no ocultaban su corazón fácil. Su calzado favorito eran unas sandalias de trapo de las más baratas, y llevaba apretado entre los dientes un puro enorme y casi siempre apagado”.

Fue tanta su cercanía, que incluso cuando Álvaro regresó de las tierras norteamericanas, Gabo lo esperó en el aeropuerto para ir con él hasta la casa de Cepeda, según Olaciregui.

“García Márquez lo recibió en el aeropuerto cuando llegó de Estados Unidos, se lo llevó para su casa y le dijo que se llevara el libro anglosajón que quisiera, así que Álvaro llevaba una ventaja sobre el mismo Gabo. Ellos dos eran las figuras que los otros compañeros aplaudían y leían. Ellos fueron los impulsores del Grupo de Barranquilla”.

Ahora, esa mina de oro que Cepeda dejó empolvada es visible.

En su momento, para él tal vez solo era el resultado de una tarea que debía entregar en la Universidad de Columbia, pero para los lectores de su obra es enriquecimiento puro y el reflejo de lo adelantado que estaba para la época, uno de los padres del boom latinoamericano.

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