El Heraldo
Andrés Raigosa
Libros

La industria editorial instrumentaliza el feminismo: Gloria Susana Esquivel

La escritora publicó ‘¡Dinamita!’, un ensayo y una investigación sobre la vida de 14 mujeres colombianas que brillaron en distintos campos. 

Es como si ser mujeres las hiciera más audaces y más explosivas creativamente. Pero no hay que engañarse: en su trayectoria artística, política, musical, periodística, literaria o como investigadoras tuvieron que abrirse paso enfrentando todo tipo de obstáculos: censura, prohibición, excomulgación, silenciamiento, exclusión, exilio, atentados y violencia misógina.

Las vidas de las 14 mujeres que Gloria Susana Esquivel reúne en ¡Dinamita! Mujeres rebeldes en la Colombia del siglo XX (Lumen), publicado en octubre con prólogo de Florence Thomas e ilustraciones de Powerpaola, son presentadas en este libro con los abusos y el machismo del contexto que las vio nacer, pero también con el ardor y la imaginación que lograron insuflar en sus respectivos proyectos políticos y estéticos de vida.

Mientras que unas, como Esmeralda Arboleda (1921-1907), impulsaron el proyecto de ley para instaurar el voto femenino en las urnas en 1954, otras, como Débora Arango (1907-2005), cambiaron para siempre la manera de entender la representación de la mujer en la pintura colombiana. En Barranquilla, Marvel Moreno (1939-1995) causó rechazo en el Country Club por ser una lectora voraz y actuar de acuerdo con sus convicciones: “A través de mi feminismo reacciono contra la opresión”. En el resto del país —como precursoras, pioneras e interlocutoras de varias generaciones—, todas evidenciaron que en la Colombia del siglo pasado “ser rebelde consistía en manifestar abiertamente una vocación y querer ejercerla”.

En ese arriesgado y fecundo ejercicio de imaginación se las imaginó Esquivel al adentrarse en su historia y en los espacios de opresión que cada una revirtió o desestabilizó de formas hasta entonces desconocidas. Con EL HERALDO, la  autora de Animales del fin del mundo (2017) habló de cómo fue su inmersión entre el polvo de obras olvidadas o recordadas a medias, y de por qué la palabra feminista parece teñida hoy de un “significado obsceno”.

‘¡Dinamita!’ (Lumen) fue finalista del Premio de Literatura Eccles Centre & Hay Festival. Penguin Random House
P.

En ‘Nosotras: historias de mujeres y algo más’, Rosa Montero dice que en los 90’s no era común que se hablara de los aportes de las mujeres en la historia. Ahora, en cambio, se busca recuperar “esa parte del pasado que fue secuestrada por el prejuicio”. ¿Por qué escribir un libro que reúna y saque del prejuicio la historia de estas mujeres?

R.

El libro de Rosa Montero fue uno de los que inspiró ¡Dinamita! Este libro nació por idea de Adriana Martínez, cuando era editora de Alfaguara y Lumen. Ella propuso una especie de libro de historia de ‘niñas rebeldes’, pero para adultos. Nosotras fue un gran referente, pues contiene perfiles de mujeres muy famosas, sobre todo de Europa. Lo que queríamos era aterrizar esa idea a Colombia, a nuestra historia y contextualizarla desde ahí. La búsqueda de las historias fue interesante porque muchas de estas mujeres ahora están siendo “rescatadas”, y en su momento fueron famosas pero luego pasaron al olvido. Débora Arango y Virgilia Gutiérrez de Pineda, por ejemplo, están en los billetes. Eso es tomado como un súper gesto, pero sólo ahora volvemos a saber de ellas. Feliza Bursztyn y Clemencia Lucena fueron recuperadas en parte por una curaduría que se hizo para una exposición muy grande llamada Radical Women, de Estados Unidos. Lo mismo pasa con Marvel Moreno: si no fuera por las profesoras de la Universidad del Norte no se conocería mucho de su obra.

P.

¿Qué dificultades tuvo en la investigación?

R.

En principio queríamos hacer el libro sobre 30 mujeres, pero en la práctica me di cuenta de que era una empresa muy absurda porque con cada una me estaba demorando muchísimo. Era difícil acceder a información, muchas se quedaron por fuera o son mencionadas dentro de la historia de otras porque no se conseguía nada. Como en el caso de Betsabé Espinal, que ahorita Ángela Becerra le hizo una novela, pero hay muy poco de su vida. De Felicita Campos, una líder indígena de los años 20, no hay casi nada. Eso me dio como una brújula en la investigación. Pero más que una reconstrucción de sus vidas, ¡Dinamita! es una recontextualización de sus ideas feministas a la luz de lo que está pasando en la actualidad con el movimiento. Muchas de estas escritoras y artistas tenían una recepción casi siempre muy antipática por parte de la crítica, casi siempre críticos hombres desvalorizaban su labor.

P.

Sobre eso, dice que sus obras “fueron recibidas con desdén por la crítica y tratadas con condescendencia”. ¿Cómo ve la recepción de la obras de mujeres en la actualidad? ¿Sufren de “violencia editorial” como Marvel Moreno?

R.

La industria editorial en este momento instrumentaliza el feminismo. Descubrió que el feminismo “grande” vende, y este libro es la muestra de esto: no existiría si a la editorial no se le hubiera ocurrido que puede vender. Pero claro, no es un libro que diga “todas las mujeres somos poderosas”. Cuando iba a publicar mi primera novela, Animales del fin del mundo, una editorial grande se mostró muy interesada sólo por el hecho de que yo era mujer, y pretendían imprimirlo sin leer el manuscrito. Entonces se tiene la idea de que sólo por ser mujer se va a vender el libro.

P.

“Hoy por hoy la palabra feminista pareciera estar teñida con un significado obsceno” y para algunas mujeres es considerada un “insulto”. ¿Por qué ocurre esto?

R.

El feminismo, a pesar de ser un movimiento que cada vez está invadiendo más las conversaciones, sigue siendo incómodo. Sigue habiendo ese momento en el que un amigo cercano hace un chiste machista, y las feministas creo que ya estamos entrenadas para decirle “oiga, qué boleta”. En el caso de los hombres “aliados”, son pocos los capaces de poner una raya y salirse de un grupo de chat en el que están compartiendo porno completamente degradante. En las redes sociales, por ejemplo, hay mucha confusión con el feminismo. Se piensa que sólo el hecho de ser mujer ya te hace feminista, que si te pronuncias públicamente en contra de una mujer, o de las prácticas que lleva a cabo, entonces no eres feminista. Sigue siendo un tema incómodo. El feminismo es sobre todo un campo en disputa, y un lugar muy poroso. No es estático. Y todo tiene un contexto siempre cuando hablamos de feminismo. En ese sentido cambia todo el tiempo.

P.

De los 14 textos, hay varios de artistas como Débora Arango, Feliza Bursztyn, Beatriz González, Clemencia Lucena, Emma Reyes… ¿Por qué este interés especial en las artes visuales? En una entrevista dijo: “Me gustaría hacer una escritura más experimental, con más tendencia a las artes plásticas”…

R.

Creo que siempre me he sentido más cómoda escribiendo sobre arte. Cuando comencé, en Arcadia y Semana cubría temas de arte. Es un lugar muy interesante para analizar el mundo. La obra de los artistas permite reflexiones amplias sobre el mundo. En este país los artistas no suelen pronunciarse radicalmente frente a ciertas injusticias. Doris Salcedo, por ejemplo, hace obras basadas en la violencia, pero  es una violencia de alguna forma difusa, que no señala responsables directos, mientras que Beatriz González tiene una obra con Julio César Turbay en un televisor, y Débora Arango hacía caricaturas en contra de Rojas Pinilla, en contra del frente nacional.

Emilia Herrera en una de las ilustraciones de Powerpaola. Penguin Random House
P.

“La escritura femenina es necesariamente subversiva”, escribe en el libro partir de las ideas de Helena Araújo. Hábleme de la relación entre imaginación, valentía y feminismo que ahí propone...

R.

Es una idea que también parte de una pensadora feminista, Nancy Fraser. Ella habla de la imaginación como herramienta política, en el sentido de que si nosotros somos capaces de imaginar un mundo más justo, pues vamos a salir a las calles, vamos a exigir ese mundo más justo para los demás. Eso pasa en Colombia al contrario, ya que todos dicen que nada cambia, que para qué salgo si todo es igual. Hay una cosa muy apolítica que es muy fuerte porque permite que se perpetúe cierto statu quo, que es muy nocivo. Por otro lado, creo que la primera herramienta del escritor, del artista y el creador es la imaginación. La posibilidad de imaginar otro mundo, otro lenguaje y crear objetos a partir de esa imaginación, eso es muy poderoso. En esas dos ideas me moví para pensar el libro y las conversaciones que establezco con estas mujeres, que por tener esa imaginación política hicieron mucho. Emma Reyes nació en la miseria y se imaginó ser capaz de irse caminando hasta Argentina, donde descubrió que era pintora. A los 18 años Bursztyn ya tenía dos hijas, y se imaginó una vida en la que privilegiaba su vocación de artista. Es bastante inspirador ver mujeres que en un momento tan difícil se imaginaron salidas de un destino impuesto, el destino doméstico de tener hijos y cuidar a su marido. En ese sentido fue como traerlas a la vida, imaginándolas. Fue como imaginármelas imaginándose esas posibilidades.

P.

Emilia Herrera o ‘La niña Emilia’ esperó hasta los 50 años a que sus hijos estuvieran grandes para salir ella a cantar…

R.

Exacto. Y el camino, no más fácil pero sí el más común, es decir “ya no lo hice”. Pero ella dijo que lo iba a hacer y terminó ganándose el Congo de Oro. Es una de las compositoras más reconocidas de Colombia, no hay absolutamente nadie que no sepa qué es el Coroncoro. Mucha gente cree que esa canción siempre ha existido. Resulta que lo compuso una mujer campesina completamente empobrecida. Su look, sus gafas oscuras... Era como una abuela campesina diciendo “yo soy una rockstar” y parándose en las tarimas. Eso también se puede, ser estrella de rock a los 60 años. ¿Por qué no?

P.

¿Cómo se le ocurrió interactuar con los lectores preguntándoles con cuál de las mujeres se identificaban, como en una especie de carta astral? “Soy Débora Arango con ascendente en Marvel Moreno”, decían algunos.

R.

Se me ocurrió  muy espontánea, muy payasamente; pero luego pasó que amigos y personas se me acercaban a decirme con cuál se identificaron. Algunos lectores me han dicho que el libro “habla de madres solteras como la mía”. Entonces siento que hay algo en estas historias que las hace  colectivas, familiares. Al escribirlas le apunté a que hubiera alguna identificación profunda, porque yo me identifiqué profundamente con ellas. Mientras escribía pensaba que era la reencarnación de María Cano, Feliza Bursztyn, etcétera.

P.

Florence Thomas menciona en el prólogo “la peligrosidad de las mujeres cuando intentan escapar de las normas establecidas”. ¿Cómo resistir a un mundo todavía patriarcal y sordo ante las luchas de las mujeres?

R.

El libro de alguna manera habla sobre esas maneras de resistencia. Es una apuesta por lo colectivo, en el sentido de que son historias de mujeres, pero no busca individualizarlas. No se trata de primeras mujeres, a mí las primeras mujeres a veces me causan suspicacia. La primera mujer vicepresidenta no se significa nada porque puede ser una fascista. Es más de mujeres que en colectividad trabajaron por hacer un mundo mejor, y para mí era muy importante que Florence estuviera. Era como un guiño a esa otra generación de feministas. El feminismo está permitiendo volver al pasado y ver a estas mujeres con otro ángulo.

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