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Lamentos por padecer de colon irritable

Pizzas, hamburguesas, perros calientes y demás clases de comida chatarra, chucherías y, peor aún, comida hecha por mí cuando apenas estaba aprendiendo a cocinar, conformaron mi dieta durante la mayor parte de mi vida universitaria. Debido a ella, hoy llevo una vida infeliz y tortuosa por el famoso Síndrome del Colon Irritable (sí, como el de Ben Stiller en la película Mi novia Polly). Les comparto mi experiencia.

Si usted de esas personas a las que no les gusta hablar de las necesidades fisiológicas del cuerpo humano, le aconsejo que, aunque no hay escrito nada extraordinario o en extremo asqueroso, abandone este artículo y se ponga a leer cualquier otro artículo de Del 1 al 10.
 
1. ¿Cómo saber que usted sufre de este mal? Al principio se trata de una sensación de llenura anormal y fastidiosa y la sensación de tener que ir al baño MIENTRAS está comiendo. Lo único “ventajoso” de esta etapa inicial es que la sensación es sólo eso porque en realidad no necesita ir. Sin embargo, imagínese lo maluco que es estar así toda la tarde, después de almuerzo, en la oficina.
 
2. Pero a medida que la situación empeora, la sensación ya pasa a convertirse en necesidad real. He ahí donde se originan la mayoría de problemas relacionados. Esto lo lleva a NUNCA más invitar a una vieja a almorzar o a comer (por lo menos no en las primeras citas). Si lo hace, es probable que no tenga éxito porque será inevitable que usted empiece a sudar frío intentando aguantarse las ganas y, por otro lado, no le prestará atención a lo que dice la niña, por lo que la conversación no es que le fluya mucho.
 
3. Para lo anterior, recomiendo esperar uno de esos silencios incómodos que ocurren en toda primera cita y se excuse a ir al baño. El truco es realizar una descarga rápida pero suficiente para aliviar el dolor pero, al mismo tiempo, hacerle creer a ella que usted sólo fue a hacer del número uno.
 
4. Haber vivido situaciones similares al punto anterior en varias ocasiones, me ha llevado a adquirir una especie de habilidad, al estilo Jason Bourne: cada vez que entro a un sitio soy capaz de identificar, casi que sin ver, los baños más cercanos y, aun sin entrar, soy capaz de deducir el estado de los mismos. Otro punto clave es estar pendiente del flujo de usuarios a los sanitarios y descubrir el momento justo para acudir a ellos; esto aplica para personas como yo a las que les incomoda tener gente al lado escuchando (sí, no nos engañemos, todos tenemos una sinfonía propia, que nos identifica tanto o más que el mismo ADN).
 
5. He adquirido también la costumbre de ir al baño “sólo por si acaso”, sobre todo cuando sé que voy a estar en sitios donde el acceso a un inodoro (la playa o un concierto, por ejemplo) es restringido. Debido a esto, conozco todos y cada uno de los baños de las casas de mis amigos y de la mayoría de sitios de rumba y centros comerciales. A propósito, la pesadilla de todo hombre que sufre de este síndrome son los bares y discotecas en la que los baños de hombres cuentan sólo con urinales. En una ocasión me tocó solicitar la ayuda de un amigo para que hiciera guardia en la puerta del baño de niñas.
 
6. Aunque no puedo culpar totalmente al colon (la cerveza seguro jugó un papel fundamental), mi físico delgado sufrió una transformación. De los días de hacer abdominales con AB Shaper en la universidad, pasé a ser un llevao (flaco) con una barriguita como papada de sapo. Gracias a esto me he ganado el apodo del Liquid Paper y todos mis amigos esperan que algún día de verdad me disfrace de esto para una fiesta de Halloween.
 
7. Esta enfermedad afecta su autoestima: después de escuchar los consejos de la nutricionista me sentí un viejito. No puedo comer alimentados condimentados (adiós sobrebarriga), con muchas salsas (adiós comida rápida), granos (adiós bandeja paisa), con picantes (adiós comida mejicana), fritos (adiós empanadas de pollo, carne o mixtas) lácteos (bienvenida la leche deslactosada, semidescremada que sabe a agua con maicena), no puedo tomar en exceso (adiós a parrandas con amanecida). Lo que sí tengo que hacer es caminar mucho (¡como mi mamá!), comer ensaladas, alimentos bajos en grasa, bajarle al cigarrillo y tomar mucha agua. Por supuesto, las restricciones y recomendaciones las ejecuto en la misma medida: casi cero. Bueno, por lo menos reemplacé la cerveza Club Colombia por el Águila Light.
 
8. Trimebutina. Esta pastilla milagrosa, creada exclusivamente para reducir los síntomas de esta enfermedad, seguro es el equivalente al maná que les cayó a los judíos desde el cielo o a encontrar agua en el desierto. Pero ojo, no es que ahora se tome una pastilla diaria: ayuda mucho cuando uno está muy maluco, pero no es una cura. Lo que no recomiendo para nada es el uso de anti-diarreicos como el Lomotil: estos sólo “lo taparán” y lo incomodarán mucho más porque usted sabe que tiene que ir, su cuerpo le dice que tiene que ir pero al mismo tiempo tiene la salida tapada.
 
9. El punto más traumático en la vida de cualquier persona con colon irritable es cuando escucha del médico lo siguiente “No te has cuidado, no has estado juicioso con esa dieta. Me toca mandar a hacerte una colonoscopia”. En mi caso, sentí como si me hubieran dicho que había ocurrido un incendio en mi apartamento y había perdido lo poquito que tengo. El día antes de dicho procedimiento, usted sólo puede tomar jugos claros, caldos y un suero que creo que me hizo expulsar un par de pepas de corozo que me habían quedado de una experiencia cuando estaba pequeño (ver ¡Qué vergüenza!, punto 3). Esto representa una agonía real sobre todo cuando uno empieza a ver propagandas de restaurantes en televisión; la boca, por primera vez, se me hizo agua de verdad. Y ni hablar de la ida al baño cada 10 minutos. Consejo: compre antes un tarrito de crema anti pañalitis: será su único aliado.
 
10. El día de la colonoscopia usted está nervioso y sudando frío pero al mismo tiempo trata de darse ánimos y rezar para que se lo hagan rápido y, como dice mi papá, “salir de ese vacilón”. Mi incomodidad se vio incrementada porque fui atendido por una hermosa doctora y dos enfermeras que no estaban nada mal y con chistes estúpidos intentaba disimular mi nerviosismo. Pero bueno, el punto es responder lo que todos se están preguntando: sí, sí duele… ¡y mucho! Lo siento, pero tengo que ser gráfico: el tubo usado es bastante delgado por lo que no es éste el que causa el dolor, sino la expulsión de aire comprimido dentro de su estógamo (como decía mi sobrinita).
 
Pero bueno, dejo hasta aquí y me reservo otros datos porque desde el punto 6 ya terminé aquí en el baño y el doctor me dijo que estar mucho tiempo aquí sentado sin hacer nada puede ocasionar estreñimiento. Así que prefiero no averiguar qué efectos puede tener la combinación de estos dos males. 

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