El Heraldo
Un menor le suministra a una joven gotas de Coquan y otros observan, en la Catedral. Josefina Villareal
Judicial

Los jóvenes de la Catedral y su conducta ‘non sancta’

Cada fin de semana adolescentes se reúnen en las escaleras del templo a consumir alucinógenos. Monseñor Víctor Tamayo busca aplacar la situación rezando el Rosario.

Viernes 8:20 p.m. En el costado izquierdo de las escalinatas de la Catedral Metropolitana María Reina se reúne un grupo de jóvenes. El olor a marihuana se pasea entre ellos y también pasa al recinto sagrado donde quedan los últimos feligreses de la noche.

Policías en moto rondan el lugar, pero sin detenerse. En la zona hay venta de todo tipo de alucinógenos por parte de adolescentes de miradas agresivas y tatuajes. Uno de ellos enciende un ‘cacho’ de marihuana y lo consume rápidamente delante de varias personas. Espera a sus clientes. Otros jóvenes, sentados, consumen vino y fuman cigarros. Las carcajadas son permanentes.

Todas estas escenas hacen parte de las conductas ‘non sanctas’ que cada fin de semana son llevadas por la juventud hasta el templo insignia de la religión católica en Barranquilla, donde estuvo el Papa Juan Pablo II en 1986.

Pese a las restricciones aplicadas por las autoridades distritales, en este sitio es cada vez más evidente el consumo de sustancias alucinógenas. Incluso, algunos de estos jóvenes que llegan hasta allí tres días de la semana: viernes, sábado y domingo, también se dedican a atracar a quienes, obligatoriamente, utilizan este corredor para tomar su transporte a casa. Habitantes del sector, y las propias víctimas, denuncian con frecuencia casos.

Esa misma noche, media hora más tarde, un joven, con aspecto de menor de edad, surge como el más popular entre adultos y adolescentes. Una mujer de tez morena, con trenzas en el cabello y diminuto vestido blanco, llega directo hacia él, lo saluda y luego extiende su mano para que le suministre las gotas que “la van a desconectar por unos minutos del mundo”.

Se trata, según algunos jóvenes que se encuentran en  ellugar, de Coquán, o Clonazepam, el medicamento que, según médicos, conduce a la sedación, hipnosis, actividad anticonvulsiva, relajación del músculo esquelético y coma.

Para el toxicólogo Agustín Guerrero este medicamento entra en el grupo de las benzodiazepinas, es decir drogas ansiolíticas que generan una reacción euforizante.

“Estas drogas dan sensación de tranquilidad y relajación. Las usan los menores para el relax, para contrarrestar efectos de otras drogas. También, al mezclar con alcohol generan más sueño”, apuntó Guerrero.

Seguido, el toxicólogo advirtió que una sobredosis de este llamado Coquan puede llevar a un estado de somnolencia profunda, coma o crear dependencias y adicciones.

La jornada continúa y otra joven llega hasta donde el adolescente que suministra las gotas. Conversan y luego la joven abre la boca para que el vendedor le deje caer el sedante. Son 10 gotas por mil pesos, señalan algunos jóvenes.

Vecinos del sector contiguo a la Catedral recordaron que hace tres años un joven fue asesinado en ese sitio; precisamente, un fin de semana.

Hacían referencia al caso de Edward Andrés Castro Valderrama, de 23 años y alumno del programa de Mecanizado de Productos Metalmecánicos del Sena, asesinado a cuchillo en mayo de 2010. Delante de su esposa y dos amigas, el estudiante del Sena fue atacado con una navaja, cuando estaba sentado en las escaleras de la Catedral Metropolitana. A las 8 p.m., Edward Andrés estaba conversando y comiéndose un perro caliente cuando fue apuñalado en la espalda por un estudiante de la misma institución. El victimario intentó huir por la carrera 45, pero fue capturado por policías dos cuadras arriba de la iglesia.

Mientras eso sucedía, Castro fue trasladado a la Clínica del Prado, donde unas horas después murió. Se había casado recientemente y era padre de una niña de un año y medio.

La ‘Hora calabaza’. “Urge que las autoridades tomen mayor control en esa zona. No es posible que cada fin de semana sean más y más los menores que consumen drogas. Eso sí, lo hacen entre 8 y 10 de la noche para que no los coja la Hora Calabaza”, manifestó uno de los vecinos del sector.
Esta misma persona evitó culpar a todos los jóvenes y añadió que no todos los que llegan hasta este punto de la ciudad consumen alucinógenos. “Hay muchos que se recrean”, dijo.

“Rezamos el rosario”

Monseñor Víctor Tamayo, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Barranquilla, confirma que el caso de los menores que consumen alucinógenos los fines de semana en la sede titular del arzobispo es una problemática en crecimiento a la que las autoridades le deben poner la lupa con prontitud. Para tratar de solucionar la situación, menciona Tamayo que, desde la Arquidiócesis, se han dispuesto unos grupos especiales para rezar el Rosario los días y las horas en que los menores se encuentran en el sitio. “Esto lo hacemos para que la Virgen nos ayude a alejar esa situación. Es cosa de irles creando a estos jóvenes un ambiente de cambio. Decirles, a través de la Palabra de Dios, que no pueden estar en esa vida de desorden. Con jóvenes apostólicos tratamos de llevarles paz a estos muchachos”. Luego, Monseñor pidió directamente al general Segura, comandante de la Policía Metropolitana, un CAI Móvil para este sitio.

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