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Técnicos forenses inspeccionaron los cadáveres calcinados que quedaron cerca al camión que estalló
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¿Qué les dijo el conductor del camión a las autoridades sobre lo ocurrido?

Manuel Cataño contó con tristeza cómo sobrevivió al infortunio de que el camión de gasolina que conducía explotara mientras lo saqueaban.

Las primeras informaciones y datos que se tuvieron sobre el conductor del camión cisterna, que explotó este lunes cargado con 5.950 galones de gasolina, fueron a través de su tío, Wilson Cataño, quien contó a EL HERALDO que su sobrino había advertido del peligro de saquear el vehículo que conducía.

“Él está aquí en el sitio del accidente”, contó Cataño al mediodía de ayer sobre su sobrino. “Lo tienen ahí en la patrulla con el papeleo y hablando sobre lo que pasó”, dijo para argumentar por qué era él quien se refería a los trágicos hechos que habían ocurrido unas cuatro horas más temprano.

En ese momento, Cataño contó que su sobrino, Manuel Enrique Cataño Hernández, tenía 37 años y era oriundo de La Jagüa de Ibirico (Cesar). Contó que había salido de Barranquilla muy temprano este lunes para llevar el cargamento de gasolina a Santa Marta, pero su camino fue interrumpido por una desgracia que, por fortuna, lo dejó con vida.

“Lo que él comenta es que se le atravesó un reptil, que suelen aparecer aquí en la carretera. Por no matarlo le hizo el zig zag y fue cuando se salió de la vía”, contó William Cataño, de primera mano. 

Para ese entonces, ya se sabía de los siete muertos y de los más de cincuenta quemados, por lo que él reveló lo que para muchos fue una sorpresa: Manuel solo tenía unos cuantos moretones en el cuerpo. 

Horas más tarde, cuando la tensión inicial del infortunio había bajado, Manuel Cataño habló ante los medios de comunicación. Con un tapabocas y una camisa blanca manchada de cenizas contó cómo fue que se salvó del fuego.

“Yo venía bien. Cuando voy cogiendo la última curva antes de llegar al peaje (km 47) me sale un animal, trato de esquivarlo, le salgo por un lado y me volteo. El carro me da dos vueltas, yo quedo adentro”, relató Manuel. 

Dijo que cuando logró salirse del camión iba pasando un carro por la vía y se detuvo a ayudarlo. Unos siete minutos más tarde, llegó la Policía, quienes pidieron apoyo porque sabían del peligro de un carro con material inflamable estuviera a un costado de una vía tan transitada como lo es la que conecta a Barranquilla con Ciénaga (Magdalena). 

Restos de ropa y zapatos quedaron sobre la vía.

Sin embargo, antes de poder atender propiamente el volcamiento del camión, empezó a llegar la gente. 

“Los policías los estaban quitando. Les decían que no sacaran el combustible. Pero ellos iban pa' lante. Es más, hasta le iban a pegar a un policía. Entonces, no hicieron caso”, aseguró el conductor. Dijo que primero llegaron unas 10, pero rápidamente se sumaron más personas.

“Un policía hasta cogió un palo porque no le querían hacer caso”, detalló.

Mientras la mayoría de la gente que rodeaba el camión extraía la gasolina con ‘pimpinas’ y tanques, Manuel Cataño vio cómo algunos aprovechaban para desvalijar el vehículo, sin prever el peligro que corrían. 

“Cuando vi que le sacaban la batería, me aparté, de ahí porque yo sabía”, confesó. Había recordado en ese momento auqella vez que uno de sus compañeros tuvo un accidente similar y las graves consecuencias que podía tener una pequeña chispa de batería junto a un camión de gasolina.

Además, luego le contaron que la turba que deseaba el combustible había utilizado ‘picos’ para romper las válvulas, sin medir las consecuencias. 

“Pasaron 20 minutos” desde que ocurrió el accidente hasta que el camión estalló.

“Yo estaba a unos 15 metros y un policía me estaba revisando el brazo. Yo estaba de espaldas y les decía a ellos ‘ey, eso es gasolina, ey, no se metan ahí’. Cuando volteé y los vi ya estaban quemados”, relató Manuel Cataño.

Allí, vio de primera mano la noticia que conmocionaría al país y que traería una nube negra –no solo de humo– a Tasajera.

“Eso es impresionante. La gente gritando, caminando desnudos y gritando, porque se habían quemado todos. Es algo indescriptible”, lamentó.

“Uno no alcanza a creer que vio a una persona quemarse viva, que sintió el olor a carne. Esto duró como una hora”, concluyó, asegurando que la sensación que le dejó el haber vivido esta tragedia es “bastante fea”, pero que la responsabilidad es de quienes decidieron “atreverse a robar el combustible”. 

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