El Heraldo
Con pancartas en las que piden justicia, cientos de baranoeros acompañaron el funeral de Dayana Solano.
Judicial

Impunidad, el temor en Baranoa tras el asesinato de Dayana Solano

La joven de 20 años fue hallada muerta en el colegio Julio Pantoja Maldonado Salió de su casa el lunes en la tarde y no regresó.

Antes de salir de su casa en el barrio La Esperanza, de Baranoa, Dayana Solano Sanjuán le dijo a su prima que no podía irse con ella para el grupo de oración al que asistía cada lunes porque debía hacer algo antes. 

Un tono de complicidad acompañó la última frase que pronunció en su hogar: “Si tú supieras, te tengo que contar”. Cuando iba a comenzar el relato a su prima, fue interrumpida por un familiar que entró al cuarto y quebró la privacidad entre las jóvenes. 

Hoy, Carla Silvera se lamenta de no haberle insistido a su familiar y también mejor amiga, y no deja de pensar que si hubiera ido con ella estaría viva.

A las 6:00 de la tarde del lunes 26 de marzo, Dayana Lucía salió de su casa. Su destino no era el barrio Loma Fresca, donde se encuentra ubicada la casa de oración a la que asistía desde hace dos años para “enseñarles de Dios” a los niños que llevaban los feligreses. 

Antes de llegar, iría a un lugar por una razón que aún es un enigma. 

La frase “si tú supieras, te tengo que contar”, retumba en la cabeza de Carla, que ahora solo quiere tener respuestas. “Como la otra persona entró cuando estábamos hablando, ella no me pudo decir más nada. Yo sabía que iba a llegar más tarde al grupo, pero al fin no la vi. Pasaron las horas y nos preocupamos porque ella no era de irse sin avisar”, dice la joven sentada en una de las sillas de la casa.

“Ella nos dijo que iba para el grupo, pero como aquí en Baranoa no había luz, yo le dije que todavía tenía tiempo, sin embargo, cogió una moto en la esquina, se fue y no regresó”, dice Mónica Sanjuán, tía de la joven.

Ese día, Dayana había estado buscando unos documentos en la EPS para hacerse un TAC en Sabanalarga, le pidió dinero a su papá para los pasajes y antes de cinco de la tarde ya estaba de regreso. 

En su casa, las primas con las que se crió y compartió como si fueran hermanas recuerdan su risa escandalosa, esa que se escuchaba a una cuadra de distancia, y su carácter frentero, pero leal, que no ocultaba ni callaba nada. 

“Esto que estamos viviendo es muy duro porque crecimos juntas: estudiamos siempre en el mismo salón. Siempre voy a recordar su forma de ser: ella decía lo que le gustaba y lo que no, era muy honesta y alegre”, comenta Jennifer Silvera. 

Con el pasar de las horas su familia se preocupó porque no llegaba. “Como a las 9 de la noche la empezamos a llamar pero el celular estaba apagado. El novio también se preocupó porque no pudo hablar con ella, llegó al grupo de oración y no la encontró. Estuvimos buscándola por todos lados donde creímos que podía estar, pero nada”, relata la prima de la víctima.  

A las 5 de la mañana del martes, la familia se acercó a un CAI de la Policía para llevarle una foto que ayudara en su búsqueda. “Nos dijeron que habían encontrado un cadáver. Era Dayana”, detalla el instante Carla. 

El sueño de Dayana de trabajar en salud ocupacional para pagarse la carrera de sicología quedó truncado, así como la risa que ya no se escuchará a varias cuadras de distancia. 

 

Buena parte de los habitantes de Baranoa acompañó el cortejo fúnebre hasta el cementerio pidiendo justicia.

La escena del crimen

El cuerpo de la joven de 20 años estaba sobre un muro en la parte de atrás del comedor del colegio Julio Pantoja Maldonado, en un lugar contiguo al Parque Espejos de Agua. Tenía el tronco en una plataforma de concreto, las piernas colgaban, estaba semidesnuda y las gafas moradas de montura gruesa que ella usaba, desechadas a un lado. 

El vigilante del colegio la encontró cuando estaba haciendo la ronda. Llamó a la Policía, que hizo el levantamiento. El cadáver fue llevado al Instituto de Medicina Legal. A las 12 de la noche del mismo martes estaba siendo velada en la sala de la casa del barrio La Esperanza, donde el llanto y el dolor se entremezclaban con ira por lo sucedido. 

Fue velada en el mismo lugar donde creció, donde vivió con su familia. En esa misma sala celebró el pasado 26 de diciembre su cumpleaños número 20 con globos dorados,  flores rosadas y papelitos de colores que iban a juego con su atuendo hawaiano.

Su familia tiene muchas preguntas y pocas respuestas: por qué se fue para allá, con quién, cómo la convencieron y por qué la mataron, pero tienen una certeza y es que Dayana es una víctima más de feminicidio. 

“Ella era una joven hogareña y destacada. Esto fue un feminicidio y queremos que el responsable sea juzgado así, que no tenga ningún beneficio en la pena y que pague por lo que le hizo a mi hija. No queremos que digan que esto fue un crimen pasional”, se queja familia de la víctima. 

La familia de Dayana afirma que un hombre de 26 años aproximadamente, con quien ella sostuvo una relación, la acosaba todo el tiempo y que para que él dejara de hacerlo, María Lucía Sanjuán Gil y Ever Solano, sus padres, debieron ir a hablar con él. “Ella nos decía que él la molestaba, la acosaba, que si la veía en la calle, le tiraba la moto. Tenía como una obsesión. No ha venido acá a preguntar qué fue lo que pasó, no lo hemos visto”, explica la madre acerca del acercamiento amoroso de la joven con este hombre que ven como sospechoso. 

El último adiós. Pasado el mediodía del miércoles, una mancha blanca recorrió Baranoa con un cajón de madera en hombros. Con la impotencia de tener que enterrar a uno de sus hijos, llevaban a Dayana hasta su última morada. Los globos blancos y las pancartas simbolizaban el clamor por justicia. Los baranoeros lloraban otra pérdida en un pueblo que sus habitantes describen como “tranquilo y ajeno a estas cosas”.

“Queremos que se haga justicia, que este crimen no quede en la impunidad”, “justicia por Dayana, no más feminicidios” y “vivirás en nuestros corazones”, gritaba el cortejo fúnebre. 

Esto fue un feminicidio y queremos que el responsable sea juzgado así

Piden justicia por Angie Paola Ortega

El municipio de Baranoa reclama a las autoridades que el asesinato de Dayana Solano no quede impune como el de Angie Paola Ortega, la niña de 9 años que fue asesinada en mayo de 2012 y por el que nadie responde. 

El 28 de mayo, la pequeña salió de la casa de su abuela a las 2:00 de la tarde hacia su hogar en el barrio Primero de Mayo, pero no llegó. El 27 de octubre fueron hallados sus restos óseos en una finca entre Baranoa y Polonuevo.

Un pedazo de tela de uniforme escolar y zapatos desgastados estaban cerca de los restos que, de acuerdo con el Cuerpo Técnico de Investigación, fueron incinerados.

Por este crimen, en febrero de 2013 fueron capturados Yesid Lafaurie Pérez y Juan Carlos Jiménez Torres, luego de que Sandry Patricia González Campo denunciara que había escuchado una conversación donde Lafaurie le decía a Jiménez que había “violado y asesinado” a la pequeña Angie Paola. 

Juan Carlos Jiménez falleció en la Cárcel Modelo, tras el incendio del 27 de enero de 2014, que dejó 17 víctimas mortales. Por otra parte, Sandry González se retractó de su versión ante las autoridades, y Yesid Lafaurie fue dejado en libertad el 22 de octubre de 2017 por no comprobársele su culpabilidad. 

“Queremos que el culpable pague, y que no pase lo mismo que con el caso de Angie Paola. Este pueblo no puede perder la tranquilidad que tanto lo caracteriza, y sus mujeres no pueden vivir atemorizadas. A ellas se les debe respetar siempre”, concluyeron los familiares de Dayana. 

Dayana Solano Sanjuán quería ser sicóloga.
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