El Heraldo
A través de la polisombra se ven los orificios por donde entraron las balas que hirieron al niño de 7 años. John Robledo
Judicial

“Cuando Joni les contestó hicieron los catorce disparos”

El hecho ocurrió en el barrio La Candelaria, de Baranoa. Joni Ortiz Aguilar murió y un niño de 7 años resultó herido.

“¡Yolima!”, gritó uno de los dos hombres desde afuera de la pared de polisombra. Eran las 2 de la mañana de ayer y la segunda vez en la noche que llegaban extraños llamando a Yolima Ávila por su nombre en su casa en el barrio La Candelaria, de Baranoa. 

Esa vez su pareja, Joni Joan Ortiz Aguilar, le dijo que no contestara, se levantó de la cama en la que reposaba junto a ella y el hijo de siete años de esta. 

“¿Quién la busca?”, respondió al llamado Joni, de 27 años. Tenía un machete en la mano que mantenía cerca de la cama. 

“Apenas contestó hicieron catorce tiros”, contó Yolima desde las afueras de las instalaciones de Medicina Legal ayer, horas después del atentado. 

“Como pude jalé al niño y lo metí debajo de la cama pero ya lo habían herido”, recuerda la mujer de 30 años mientras se toca la cara para limpiarse las lágrimas. En sus uñas todavía quedan  rastros de la sangre de su hijo que fue impactado por una bala en el tórax. 

Joni Ortiz Aguilar recibió cuatro descargas del arma de fuego. Murió al instante en la puerta del cuarto; boca abajo y con el machete en la mano. 

“Me asusté porque mi hijo no se movía de los nervios”, evoca la mujer. 

Ávila se aferró a él. Pensaba que los homicidas continuarían disparando hasta matarla. 

Sin embargo, los pasos de los dos hombres se alejaron. El sonido de la moto en la que partían la hizo reaccionar de inmediato.

“¡Me lo mataron!”, gritó la mujer, que fue auxiliada por personas del barrio. Cargó a su hijo, lo subió a un moto carro y lo llevó a un puesto de salud en Baranoa. De allí fue remitido a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Cari, en donde era tratado por la herida de bala que le afectó un pulmón.

Un amorío corto.

Yoni Ortiz Aguilar vivía en Malambo y estaba casado. A sus 27 años ya tenía dos hijos, de 10 y 4 años. Trabajaba con Yolima Ávila desde enero pasado vendiendo perfumes que  preparaban en el sector del centro de Barranquilla. El amorío comenzó unos días después. 

Osiris Ortiz Aguilar, madre de la víctima, trató de hablar con él. “Joni, aléjate de esa muchacha”, todavía repite horas después de su muerte.   

Lo vio el viernes a las 8 de la mañana cuando salió de su casa a trabajar. Solo lo pudo volver a ver ayer, cuando reconoció su cadáver.

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