El Heraldo
Investigan si hubo venta de drogas en la llamada ‘Noche Ilegal’ que se desarrolló en el barrio Galán. Cortesía
Judicial

‘Covid-TK’, la reinvención de los ‘jíbaros’

Las fiestas privadas, clandestinas durante la pandemia, son una estrategia para vender narcóticos.

Es noche de un sábado cualquiera de cuarentena. Hay toque de queda en el Atlántico, pero a pesar de eso un carro Mazda 3 de color rojo se estaciona frente a uno de los pomposos edificios del norte de Barranquilla. Sus luces LED parecen imperceptibles para una patrulla de la Policía que pasa lentamente por su lado y que no se detiene a verificar qué hace un carro en el sector si se supone que pasadas las ocho de la noche no debería haber muchas personas en la calle.

Del edificio sale Jennifer, una joven de 19 años que vive en ese lugar desde hace dos, cuando empezó a estudiar Derecho. Llegó a la capital del Atlántico para hacerse profesional, pero se dejó deslumbrar por la vida nocturna de la ciudad, esa que se esconde detrás de fachadas elegantes, que baila al ritmo de música electrónica y que en su pueblo natal no existe.

Se sube al carro y a través del vidrio oscuro ve cómo se aleja rápidamente de su sector mientras las calles permanecen desiertas. El aire acondicionado y el volumen de la música la hacen sentir cómoda, pero el impulso que necesita para ponerse a tono se lo da su novio, el conductor del carro. Una botella de agua en la que fue disuelta una pastilla de éxtasis. Ella toma un poco, pero a pocos metros del lugar de destino, aún no ha sentido efecto. Los ojos dilatados de su pareja develan que a él sí le “explotó” la pastilla y que todo está dado para iniciar la rumba.

El lugar es una amplia habitación de un hotel de cuatro estrellas que no debería estar atendiendo clientes. Adentro están varias personas, la mayoría, muchachos como Jennifer y su novio. Un juego de luces y música a todo volumen los hace sentir como en una discoteca. Entre ellos hay otro joven, parece ser el más popular, todos lo saludan, interactúa fácilmente con los grupos y recorre cada rincón del cuarto. Es el dealer o distribuidor de los narcóticos. Tiene en su poder el control de los estupefacientes. Esta es una fiesta privada, exclusiva y pensada para que durante la pandemia el negocio del tráfico local de estupefacientes no pierda ganancias. Estos eventos son llamados por los investigadores ‘Covid-TK’.

Reinvención del negocio
En una ‘narcofiesta’ o Covid-TK en Malambo, Atlántico, la Policía encontró Tusi y otras drogas.

Manuel Isaac Junior Ruiz Romero es el fiscal Seccional de la Unidad de Antinarcóticos en el Atlántico y uno de los hombres que más sabe de tráfico de drogas en la región, el uso de las mismas y lo peligrosas que pueden llegar a ser. Su trabajo le ha permitido entrevistar a vendedores y consumidores y sabe que las fiestas privadas en Barranquilla y municipios vecinos se realizan desde mucho antes de la pandemia. La novedad, para él, es que ahora el precio de los narcóticos aumentó debido a la clandestinidad en la que se desarrollan estos eventos.

“Siempre han existido. Contratan unos DJ’s para un lugar cerrado, una finca, un apartamento, cualquier sitio que tenga capacidad para albergar un gran número de personas. Hacen su fiesta, colocan la música electrónica que es la de preferencia para consumo de este tipo de sustancias y ahí llegan las personas que comercializan las sustancias a los invitados”, explicó el fiscal. “Son fiestas de larga duración, lo que llaman el party y el afterparty. Es bastante la sustancia que puede consumirse durante el desarrollo”, agregó.

Como el número de personas es reducido, pues no permiten el acceso de gente que no sea del círculo, la duración del evento es la clave del negocio ya que a medida que pasen las horas, el dealer puede vender más.

Según explicó el funcionario de la Fiscalía, los consumidores de drogas sintéticas deben prolongar el efecto de las mismas consumiendo cada cierto tiempo. Por ejemplo, si una persona se toma una pastilla de éxtasis, para que le haga efecto deben pasar entre 20 y 40 minutos. Luego, el periodo de sobreexcitación o estado de euforia -como se le llama técnicamente- puede durar dos horas dependiendo del organismo. Entonces, para extender ese efecto, la persona podría consumir ‘Tusi’ o cocaína rosada, conocida así a pesar de no ser cocaína sino estar fabricada a base de ketamina, un anestésico usado para caballos.

En una de estas fiestas que pueden comenzar en la noche y terminar en la tarde del día siguiente, un consumidor podría gastar entre 500 mil y un millón de pesos, de acuerdo a lo investigado por el fiscal, teniendo en cuenta que una pastilla de éxtasis, que tenía un costo de aproximadamente 30 mil pesos, por la pandemia podría costar ahora $50 mil. Mientras que un gramo de ‘Tusi’, que costaba entre 120 y 150 mil pesos, por la pandemia y la exclusividad del evento, podría aumentar su costo 30 o 40 mil pesos más.

Para la medianoche, Jennifer debe consumir una segunda dosis para que su cuerpo siga sintiéndose en un falso bienestar. Quiere seguir en ese frenesí de sensaciones desequilibradas, que sus ojos vean las luces más brillantes y que su cerebro confunda la música con los latidos de su corazón. En ese momento ya ha gastado unos 200 mil pesos y la fiesta apenas empieza.

“Ellos deben cuidarse durante el consumo, pues una sobredosis podría mandarlos a la UCI. Los dealer, por vender, no advierten el riesgo que puede haber cuando un inexperto consume más de la cuenta”, dijo uno de los investigadores de la Policía que analiza el comportamiento del llamado ‘narcomenudeo’.

Drogas express
Las autoridades tienen claro cuáles son las sustancias que más se expenden en el Atlántico.

Precisamente, la Sijín tiene identificadas unas 10 estructuras que se dedican a la venta de drogas sintéticas en la ciudad. Utilizan la modalidad de las fiestas clandestinas, pero también la distribución a domicilio.

El mayor Carlos Mora Méndez, jefe de la Seccional de Investigación Criminal de la Policía Metropolitana de Barranquilla y quien se encarga de coordinar las operaciones contra las bandas, afirmó que la modalidad puerta a puerta también ha tenido mayor auge durante la pandemia, generando más ganancias a los dealer.

“Se ha hecho un trabajo contra los expendios de droga, por eso lo que están buscando es dinamizar la venta en vías públicas o a domicilio. Para esta forma es relativamente fácil contactarlos, pues incluso utilizan aplicaciones que uno puede descargar a través de plataformas digitales sin dejar huella”, manifestó el oficial.

Los consumidores deben ser clientes antiguos o referidos de uno de estos para que el vendedor tenga la confianza necesaria y se anime a transportar el producto hasta el lugar indicado. Por lo general lo hacen en vehículos de alta gama para despistar a las autoridades u “ofreciendo cualquier otro bien  o servicio que sirva de fachada para que lleguen los estupefacientes”, preció el mayor Mora.

“Las personas que están manejando este tipo de drogas tienen un nivel académico y de conocimiento un poco más alto. Entonces podemos encontrar fácilmente profesionales en cualquier área, en cualquier rama, manejando este tipo de drogas”, aseveró el fiscal Ruiz Romero.

Esto hace que la lucha contra el expendio de drogas sea cada vez más compleja. Cada vez que las autoridades asestan un golpe, el modus operandi de los expendedores muta rápidamente. Tanto para la Sijin como la Fiscalía, la innovación en los procesos investigativos es la clave.

Una de las estrategias es atacar de raíz el problema, lo que representa realizar un trabajo de inteligencia profundo que no solo lleve a una judicialización por tráfico de estupefacientes, sino que permita presentar ante un juez un caso de concierto para delinquir o de utilización de menores para hechos delictivos. De esta manera se buscan penas más altas y por ende una afectación mucho más drástica a las estructuras, según afirmó el mayor Mora.

“Buscamos que esos procesos investigativos de tráfico de estupefacientes se acompañen con un proceso administrativo de extinción de dominio. Al quitar las finanzas criminales a estas organizaciones delincuenciales, estas personas pierden su músculo, al perderlo, pierden la capacidad adquisitiva, pierden hegemonía y el poder de estar distribuyendo”, manifestó el oficial.

Covid-TK con champeta

El afterparty de Jennifer y su novio se terminó la tarde de ese domingo. Ya con sus vicios satisfechos y los bolsillos vacíos, volvieron a sus apartamentos del norte de la ciudad. Ahora deberán enfrentarse a efectos secundarios de la “explosión” que les produjo la droga. Sus cuerpos estarán débiles y quizá permanezcan deprimidos durante un tiempo, todo lo contrario a la excitación vivida horas antes.

Pero en otro punto de la ciudad, la caída de la noche anuncia el inicio de otro festejo, igual de clandestino, pero con muchas más personas. Se promocionó días antes en redes sociales. Anuncios que informaban sobre la presencia de Djs, que se reservaría el derecho de admisión, pero que también prometía una noche de diversión ilegal.

Los asistentes no llegaron a la habitación de un hotel sino al patio de una casa, y no lo hicieron en un lujoso carro sino en moto o a pie. Eran muchachos de la misma edad de Jennifer, incluso menores, que atiborraron el lugar en pocos minutos.

Ahí la música también estaba a todo volumen, pero era distinta. No sonaron los ritmos electrónicos de Dj’s europeos, sino algo más caribeño. La champeta, por ejemplo, hizo que más de uno bailara.

Ahí al dealer se le llama ‘jíbaro’ y, según investigadores, por lo general es quien organiza el evento para poder vender no solo droga sino también licor. “Hemos tenido casos que son propietarios de establecimientos comerciales que no pueden abrir por la pandemia y entonces hacen estas fiestas ilegales”, afirmó uno de los investigadores.

La venta de drogas también cambia, pues no se comercializan las costosas pastillas de éxtasis, los gramos de polvo rosado llamado Tusi, ni los ‘papelitos’ de LCD. Por el contrario, los cigarrillos de marihuana, las líneas de bazuco o las pastillas de clonazepam pasan de mano en mano.

“Las dosis de estas drogas tienen un valor muy bajo, pueden estar entre los mil y tres mil pesos. Por eso en estos eventos el consumo de licor marca una pauta importante. Mientras los consumidores de drogas sintéticas evitan en su mayoría el consumo de licor, quienes consumen drogas naturales sí toman cerveza, por ejemplo”, precisó el detective.

Un negocio difícil de combatir

Las drogas sintéticas son fáciles de fabricar, transportar y vender, además dejan una ganancia alta y es por ellos que es complicado perseguir a las bandas que las utilizan como fuente de financiación. El fiscal Manuel Isaac Junior Ruiz Romero hizo un análisis para EL HERALDO sobre las ganancias de un dealer.

“La ganancia es bastante amplia porque al dealer una pastilla de éxtasis le puede salir en 10 mil pesos y él la vende a 30 mil, en días normales. Ahora con la pandemia puede venderla hasta a 40 mil pesos, y si es dentro de uno de estos eventos clandestinos el precio podría ser mayor”, explicó. 

Las dosis de LCD se pueden vender en papeles que miden 5x5 milímetros, lo que quiere decir que de una hoja tamaño carta, se pueden sacar dos mil 365 dosis, las cuales, según el fiscal, podrían ser vendidas hasta por 120 mil pesos cada una.

 Esa cantidad de dinero resultado de la venta de esta droga les facilita a las estructuras la comercialización, la adquisición de más materia prima y, por supuesto, la sofisticación de su producción.

“Con las drogas sintéticas ocurre algo muy particular a diferencia de bandas que se dedican a la venta de estupefacientes de origen natural. No se necesita mucho personal, a veces dos personas. El tusi se fabrica en una casa cualquiera, sin tantos insumos. Después de que consigan la ketamina, la ‘cocinan’ y salen a venderla con sus conocidos. Muchas veces no son estructuras, sino parejas que se dedican a hacer la droga”, explicó el fiscal.

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.