El Heraldo
Los inescrupulosos ladrones dejaron la casa de la familia Sánchez sucia y completamente desordenada.
Judicial

Capturan a ladrón coprofílico que aterrorizaba al barrio El Recreo

Alias Pichurria habría cometido al menos cinco atracos violentos a viviendas del mismo sector.

Hay cosas de las que uno cree que solo escuchará cuando busca creepypastas en internet. Historias terroríficas que parecen sacadas de la mente de H. P. Lovecraft o Stephen King. De esas que uno no cree que sean enteramente reales y, mucho menos, que vaya a vivir alguna vez.

Pues bien, esta es la historia de una de las cinco familias que fueron víctimas de un ladrón que, más que llevarse objetos de valor, atentó, con horror, contra la dignidad de una mano de hogares. 

¿Su propósito? Defecar en la vida de sus víctimas. ¿Zona de operación? Atlántico, Barranquilla, localidad Norte-Centro Histórico, barrio El Recreo.

Pichurria, como lo conocen en el bajo mundo, es un delincuente importado desde Venezuela hasta la Arenosa, donde el último mes y medio estuvo adentrándose en el emblemático sector, que va desde la calle 54 hasta la calle 63B y desde la carrera 31 hasta la carrera 43.

Sus víctimas más recientes fueron los Sánchez* una familia clase media, como cualquier otra, que vivió dos horas de horror en presencia de este delincuente. Ocurrió el domingo, cuando todos descansan y nadie ve nada. Supuestamente. 

De la sorpresa al horror

“Eso fue de 12:30 en adelante. Al mediodía. Acababa de llegar un técnico para arreglar el internet que venía fallando desde hace varios días”, recordó el papá de la familia. El hombre entró a la casa y, a los pocos segundos, se devolvió, porque se le había olvidado el equipo con el que iba a realizar la reparación. 

“Cuando regresó, detrás de él vinieron los dos bandidos”, afirmó. En ese momento inició el terror. 

Según contó a EL HERALDO, los dos ladrones  –uno de los cuales sería ‘el Pichurria’– se escondieron detrás del muro que divide la entrada con la cocina de la casa, justo en frente de la sala. Allí aguardaron unos cuantos segundos, hasta que la mamá de la familia salió, con su nieta de seis meses en brazos, a abrir la puerta “para que entrara el fresco”. 

Los dos asaltantes iniciaron su faena. Le saltaron al frente a la mujer con la bebé en brazos y las lanzaron al suelo, amenazándolas con un arma de fuego artesanal –o chopo– y un revólver industrial calibre 38.  

Las palabras soeces y amenazas no se hicieron esperar. Por lo que se alertaron los otros cinco adultos que estaban en la vivienda, incluyendo al técnico que simplemente había llegado a hacer su trabajo. Todos salieron a la sala para encontrarse, frente a frente, con los ladrones. 

“‘¡Camine, camine!’, me gritaba. Entonces, nos metieron en el cuarto y empezaron a acosarnos de diferentes maneras”, continuó su relato.

Estaba el papá, su esposa, sus dos hijas, su hijo y sus dos nietas de seis meses y cinco años. Y el técnico. Todos en una pequeña habitación con los ladrones que no les dejaban de apuntar con las armas. 

Lo primero que hicieron fue pedirles dinero. No se los pedían, lo exigían. Un millón de pesos, y les dieron media hora para conseguirlos. 

Mientras tanto, los ladrones empezaron a sacar ropa, zapatos y bolsos de los clósets. Todo lo sacaron, pero solo escogían guardar en fundas de almohadas lo más fino. Lo que tenía marca. Y les volvían a pedir dinero. Un millón.

La familia les decía que no lo tenían, por eso les pegaron con las armas en la cabeza a la madre y una de sus hijas. Al papá le dieron una patada en el cuello y con las niñas... jugaron a la ruleta rusa con el arma hechiza. A ver a cuál mataban primero. La bala no salió.

“Ahora sí se van todos para el cementerio”, les gritaban, acompañados de palabras soeces, mientras se ponían, una sobre otra, las prendas de marca que encontraban. En un morral guardaron los nueve celulares que encontraron, perfumes, lentes de sol, un portarretrato digital y más ropa. Les gustaba la ropa. 

“¡La plata, la plata! ¡Ustedes la tienen! ¿Donde está la plata? Ahorita viene el jefe y como no esté la plata...”, les amenazaban. 

De pronto, sacaron un par de cervezas de la nevera y se las tomaron mientras agitaban las armas. Las latas se las lanzaron al rostro al papá y, al terminar, se llevaron a una de sus hijas para otra habitación. 

“A ella intentaron violarla. Ella les pedía que no lo hicieran, que tuvieran compasión porque ya se le había abierto la herida de cesárea tres veces”, relató la madre y abuela. Aseguró que los atracadores se detuvieron de accederla carnalmente, pero, en represalia, cometieron “otros abusos” contra ella. 

Recorriendo la casa, los ladrones se orinaron sobre los enseres y la ropa que habían decidido no llevarse. También defecaron y se limpiaron con ropa interior de mujer, toallas y vestidos de las niñas. Una vez más, les exigieron un millón. 

“Les dijimos que no los teníamos, pero que podíamos llamar a una persona para que los trajera, con la excusa de que le había dado un infarto a mi papá. Ellos accedieron porque decían que era lo único que faltaba. Nosotros llamamos”, relató una de las hijas de la familia. 

El dinero iba en camino, pero a los violentos atracadores se les ocurrió preguntar quién era el que traía el millón de pesos que tanto querían. Los familiares, entre el nervio y el instinto de supervivencia, les aseguraron que se trataba de un prestamista. 

“Nos dijeron: ‘¿Ustedes creen que somos bobos?, ese tipo viene armado’. Entonces, se fueron corriendo. Hasta dejaron algunas de las bolsas que habían empacado”, continuó la madre. 

Una hora más tarde, la misma persona a la que habían llamado para pedirle el dinero halló a la familia encerrada y atada. Asustada. De inmediato, llamaron a la Policía. 

Una voz de auxilio

En diálogo con EL HERALDO, la familia Sánchez aseguró que en estos momentos lo único que piden es que las autoridades distritales y policiales atiendan su voz de auxilio y las de las demás víctimas para crear planes que eviten que este tipo de casos violentos sigan ocurriendo. 

Para ellos, las noches ya no son las mismas. Tampoco las mañanas. Pues en su memoria siguen las aberraciones de las que fueron víctimas en medio del atraco. Sin embargo, aseguraron, seguirán adelante en búsqueda de Justicia y, ojalá, tranquilidad.

*Apellido ficticio

Trabajo investigativo y captura de alias Pichurria

El general Ricardo Alarcón Campos, comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, contó a EL HERALDO que cuando conocieron del violento atraco ocurrido este domingo en El Recreo supieron que se trataba del mismo ladrón que estaban rastreando desde hacía un par de semanas. 

Explicó que, si bien en los primeros hurtos a viviendas del barrio no había sido tan violento, en todos los casos se presentaba una constante: el ladrón dejaba excrementos regados por toda la casa y se limpiaba con ropa de mujer. Además, en los sitios donde había mujeres las tocaba. Eso sí, “en este caso hubo algo que fue más allá contra la mujer”.

“Con nuestro personal de investigación criminal dividimos el caso en dos grandes partes. Uno, establecer el perfil psicológico de la persona con nuestro perito de psicología criminal, quien lo enmarcó en los comportamientos de coprofilia y froteurismo”, indicó el general Alarcón. 

La segunda parte era identificarlo como ladrón, investigando con las fuentes de la calle y haciendo seguimiento a los elementos que se habían robado en todos los casos. 

“En un caso anterior se robaron un celular y el ladrón cometió el error de contestar una videollamada que realizó la víctima. Ahí le tomaron captura de pantalla y pudimos ver su rostro”, continuó el general. 

Así, en la madrugada de este lunes, la Policía logró la captura de alias Pichurria en la calle 21 con carrera 35 del barrio Rebolo. Le hallaron un arma de fuego tipo artesanal con la que, presumen, cometió los hurtos, y dos celulares. Además, usaba uno de los tapabocas que se robó de la casa de la familia Sánchez.

Sobre ‘Pichurria’ se conoció que tendría alrededor de 20 años, pero está indocumentado, por lo que las autoridades esperan resultados de análisis forenses de Medicina Legal para identificarlo plenamente. 

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