Estamos de acuerdo, el tiempo de repente toma el control y pone tortuoso el camino.

En días pasados tuve un viaje que sentí una eternidad; durante ese período ni noticias  pude ver; me hacía falta todo. Me compadezco de quienes tienen que pasar su vida desplazándose por diferentes lugares mientras sus familias, ancladas en algún sitio del universo,  esperan el retorno. 

Al regresar a casa, encontré un arsenal de periódicos sin leer. Al escribir estas líneas advierto el rincón donde están acumulados, y con mirada serena les expreso mi cariño, pues les reconozco su pertinencia y valor. No obstante, la señora que trabaja en mi casa, lo único que espera es la  autorización para botar, “ese poco de periódicos viejos”, como les llama. Y no la reprocho, en el fondo soy consciente de aquella sabia frase que reza que, “no hay nada más viejo que un periódico de ayer”. Sin embargo no tengo el valor de desprenderme de ellos sin por lo menos echarles un vistazo, finalmente la costumbre de leerlos en las mañanas hace parte de mi vida, y no haberlos observado en aquellos días,  me hace sentir que algo falta.

El tiempo, el asunto de fondo es el tiempo; mientras avanza hace que nuestro margen de maniobrabilidad se vaya angostando. Los afanes productivos tienen mucho que ver con dicho adelgazamiento. Entonces nos corresponde definir a qué le damos prioridad, a leer el periódico de ayer o al de hoy,  que acaba de llegar.
La madurez, que tiene que ver con el paso del tiempo en nosotros, hace que constantemente estemos corrigiendo nuestra visión y preferencias. 

Más allá de que existan cosas que no debieran dejar de hacer parte de esas elecciones, ni perder su lugar preponderante, me refiero por ejemplo a la atención de quienes amamos.

Cuando el tiempo nos asfixia, al punto de no dejarnos leer un periódico de ayer, por obsoleto que sea,  debemos hacer un alto y respirar. El tiempo por muy rápido que marche, debe mantenerse a nuestro servicio, no al revés. 

No debemos perder el control, se trata de vivir con el reloj, no de luchar contra él.  Ahora, si el asunto no se refiere a un periódico de ayer, sino a dieciséis, entonces vale la pena dejar a un lado el romanticismo y aprovechar de mejor manera el tiempo.

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