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El profesor Max Welch Guerra, de la Universidad-Bauhaus de Weimar. Jeison Fernández.
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Una mirada al Bauhaus desde Barranquilla

En el marco de la Cátedra Europa, académicos se sumaron al centenario de la escuela de arquitectura, diseño y arte.

La Bauhaus, aquella escuela revolucionaria de diseño, arte y arquitectura del siglo XX que sobrevivió a los nazis y que se inmortalizó más tarde como todo un movimiento artístico a nivel mundial, fue objeto de reflexión, análisis y redefinición en la XXII Cátedra Europa de la Universidad del Norte, que se sumó ayer a la conmemoración de los cien años de su fundación.

Para eso, el evento académico internacional– cuyo país invitado de honor es Alemania– contó con la presencia de destacados docentes de la Universidad-Bauhaus de Weimar, que abordaron las contradicciones del progreso, el aporte de Henry van de Velde y los altibajos del Bauhaus en su centenario.

Lo hicieron repensando el Bauhaus y explicando, sin ningún tipo de reparos, cómo no debería ser mirado.

“El Bauhaus no es una institución de gente genial progresista responsables de los progresos de diseño, arquitectura y diseño industrial del siglo XX. No, ellos son parte de un movimiento mucho más amplio donde hubo otra gente cuyos nombres no se conocen porque incluso en Moscú hubo algo parecido el Bauhaus y casi nadie sabe”, dijo el profesor Max Welch Guerra, autor de Urbanism and Dictatorship: A European Perspective.

El Bauhaus, si bien comenzó como una escuela construida a cien kilómetros al sur de Dessau, en Alemania, expandió sus raíces de tal forma que incrustó los principios “la forma sigue a la función” y “less is more (menos es más)”.

 Welch, sin embargo, instó a tener una mirada más crítica sobre el Bauhaus. Las viviendas unifamiliares, uno de sus aportes más influyentes y fascinantes, “deben ser reconsideradas”.

“En aquel momento fue un gran salto para la humanidad saber producir viviendas y objetos a menor costo. Cien años más tarde hay que replantearlo porque tenemos necesidades distintas”, dijo el experto, para quien este modelo de hogar “destruye paisajes, construye barrios suburbanizados como los que hay en Europa y Latinoamérica y, a la larga, fortalece la segregación racial. 

“Sería terrible si todos usamos los mismos platos de plástico solo porque son más baratos”, advirtió Welch. 

Weißenhofsiedlung en Stuttgart, 1927.
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