Primer filme colombiano hablado 100% en creole

La ópera prima de Samir Oliveros, El día de la cabra (Bad lucky goat) cuenta la historia de dos hermanos, de personalidades distintas, que se ven obligados a trabajar en equipo para solucionar un problema en el que ambos se metieron: atropellaron accidentalmente a una cabra con la camioneta de su padre. 

Corn y Rita Denton emprenden una travesía para reparar la camioneta antes de que lleguen los turistas que se van a hospedar en el hotel de su familia. Para resolver la situación en la que están envueltos pasan por una carnicería, una tienda de empeño y hasta por donde un brujo, en esta aventura que dura 24 horas en Port Paradise (Providencia).

Oliveros explicó que la idea del guion surgió de la relación que tiene con su hermana. “Me parece curioso que dos personas que se criaron bajo el mismo techo sean tan diferentes. Quería poner a dos hermanos incompatibles bajo una situación de presión y forzarlos a solucionar un problema juntos, para ver si esto ayuda a reconciliarlos”. 

Además hubo otra experiencia que lo ayudó para armar la historia de la cinta. “La parte de la isla surgió de un viaje que hice a Jamaica con una amiga que vive allá. Ella se crió en Negril toda su vida, pero el colegio bilingüe quedaba en Kingston. Todas las mañanas su madre la llevaba al colegio, muy temprano. Un día se quedó dormida y atropelló a una vaca. El panorámico quedó cubierto de sangre, y como era tan temprano, no había nadie cerca. Le tocó esperar con una vaca muerta, un panorámico sangriento y una niña llorando en la camioneta, hasta que finalmente un peatón las ayudó a mover el animal. Me pareció un gran comienzo para algo”.

Dentro del largometraje la cabra tiene un papel especial como protagonista, puesto que además sirve para incluir un componente mágico de creencias y superstición popular. En la locación en la que se desarrolla la trama matar una cabra significa mala suerte o “bad juju”.

La música de la película estuvo a cargo de Llorona Records y Solar Cinema. Elkin Robinson y Diego Gómez se unieron bajo el nombre de Robinson & The Lazy Hill Band para componer y producir ocho temas cargados de sonidos que reflejan la cultura de Providencia como lo son el reggae, calypso, mento y dub, entre otros.

Además, la cinta fue rodada a partir de crowdfunding. A través de una plataforma neoyorquina lograron recaudar 61.829 dólares para la producción.