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La agrupación de La Boquilla, en Cartagena, Tambores de Cabildo. Luis Rodríguez Lezama
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Los ecos de la tambora que trajo el río Magdalena

Ayer, durante la decimosegunda edición de La Noche del Río, los maestros de la música ribereña rindieron homenaje a la tambora.

Hasta la plaza Mario Santo Domingo del Parque Cultural del Caribe se transportaron los ecos que el río Magdalena recogió en la Depresión Momposina, Las Lobas, los Montes de María y el Urabá, cuna de la música ribereña. Con la voz y el cuero se cantó y se bailó la tambora, durante la décimo segunda edición de La Noche del Río que se realizó ayer. 

La tambora, término que se usa para referirse al instrumento, al baile cantao, a una forma de expresar los sentires de un pueblo y a “esa magia que apenas se conoce y se saborea no hay forma de separarse de ella” inspiró las presentaciones de características anfibias. 

La agrupación Red de tamboreras de Colombia, conformada por 13 mujeres lideradas por Jenn del Tambó y Orito Cantora, abrió la gala con su chandé y bullerengue. Que en el monte va a sonar un concierto al natural, entonaron las cantoras que unifican golpes y cantos de resistencia en escena para el fortalecimiento de la potencia de la mujer y el tambor como equilibrio e igualdad.

La que es una fiesta, una corriente musical y un baile, que se expresa con el cuerpo y la vida, siguió siendo homenajeada por Son de aquí. El grupo nacido a la orilla del Magdalena, en San Sebastián de Buenavista,  enaltece la música ancestral y el chandé, fusión de sonidos indígenas con la música africana que se ejecuta con una tambora, un tambor alegre, un tambor llamador, palmas y cantos alegóricos a la tierra y a la cotidianidad.

Delcy Gil y Riquezas de San Martín de Loba.

Más tarde, guacherna, chandé y derroche corrieron por las cuerdas vocales y las manos de La Llorona, una agrupación de 30 músicos y danzarines, abanderada en la preservación de las tradiciones de Tamalameque, con la práctica del baile cantado denominado la tambora y sus diferentes aires (tambora tambora, chandé y guacherna). Allí se hizo el primer festival de la tambora en 1976. 

No se muere/no se muere la tambora/ no se muere la tambora/ luchemos por su rescate/ pa' que no pase de moda/, entonaban y pusieron a corear al público los que estaban sobre la tarima. 

Seguidamente, desde las calles de Tamalameque, subió al escenario la llorona loca en cuerpo y espíritu, que salió arrastrada por la fuerza de un crucifijo, para darle el espacio a Delcy Gil y Riquezas de San Martín de Loba. Gil es heredera de una tradición artística que viene de sus bisabuelos. Esta mujer de 55 años es hija de uno de los mejores tocadores de currulao (tambor alegre en otras regiones del Caribe), Casildo Gil Padilla. 

Cuando ya no quedaba casi nadie sentado, subió al escenario la Fundación El Chandé de Gamarra, que fue creada para rescatar y difundir las manifestaciones artísticas y culturales de niños, jóvenes y adultos de Gamarra-Cesar. El loro y la lora estaban loreando/ y yo por un hueco lo estaba mirando/ El loro comiendo y yo trabajando/, cantaban con acentos de picardía.

Como metidos en el hálito de los palenques en donde se refugiaban los cimarrones que huían del yugo español, sonaban los Tambores de Cabildo. Nacido en el corregimiento de La Boquilla, de Cartagena, está conformado por 15 músicos, embajadores ancestrales de Guapi y Puerto Tejada (Cauca), Barranquilla, San Basilio de Palenque y San Andrés Islas. Surgen de un encuentro para la creación, estudio y puesta en escena de la diáspora africana e interpretan música en lenguas nativas criollas como el creole y la lengua palenquera.

Presentación de La Llorona, de Tamalameque.

También hicieron parte de la nómina, L’equipe tambora, una nueva voz de cumbia con sabor global, Bozá Nueva Gaita, la agrupación barranquillera que apuesta por un innovador género en la música afrocaribe; Nueva Gaita, y Emilsen Pacheco, legendario tamborero y cantador de bullerengue nato: música cargada de emotividad y lamentos, ritmo arrebolado y danza pícara, y tal vez la manifestación musical afro más antigua de Colombia.

El invitado especial fue Canalón de Timbiquí, una agrupación del Pacífico que evoca sonidos ancestrales, recreando los ritmos de la marimba de chonta con el guasá y el bombo. Sus melodías y líricas hablan acerca de la jungla, los ríos y la minería.

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