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Integrantes de la Fundación Folclórica y Artística Herencia de Mi Tierra Herederos del Folclor, de El Banco Magdalena, en su presentación. Luis Rodríguez Lezama
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Los bailes ‘cantaos’ iluminan la gran Noche del Río

La voces de las zonas ribereñas retumbaron en el Parque Cultural del Caribe, en un concierto que rindió tributo a las músicas populares.

Han emprendido un viaje para curarnos. También para curarse. Llegaron desde los rincones más recónditos del Caribe bautizados por el río. Desde María la Baja, Arenal y Río Viejo (Bolívar); San Bernando y Tamalameque (Cesar); El Banco (Magdalena) y Libertad (Sucre) para ofrecer una velada musical que bien supo cómo acercar a Barranquilla a las ricas y diversas zonas ribereñas de su región.  

La Noche del Río, ese espectáculo que se deja atravesar por las aguas del Magdalena, ofreció a los cientos de barranquilleros y turistas que arribaron al Parque Cultural del Caribe, una travesía de cantos, palmas, tambora, tambó, palo de agua, guache y hasta de rap, a través de nueve agrupaciones que, a su estilo, protegen y mantienen la llama de las músicas de tradición.  

El show comenzó con los bailes cantaos de la Fundación Folclórica y Artística Herencia de Mi Tierra y La Original de San Bernardo, que conquistaron al público con las voces de las parejas de niños y niñas, cantadores y cantadoras, al ritmo de cumbia y bullerenge, recordando así cómo la música y la danza se entretejen de forma única. Siempre cargadas de energía y vitalidad. 

Mientras los artistas compartían sus propuestas, el público respondía con una armonía que casi los convierte en moradores de sus pueblos. Un Parque Cultural atiborrado de gente sentada en el suelo, algunos de pie otros bailando, pero todos atentos a esos ritmos que evocan las tradiciones ancestrales de su tierra. 

“Mientras esté viva cuidaré con todo lo que tengo esta música. Espero que todo el Caribe pueda apropiarse y hacer lo mismo”, fueron las palabras de la matrona Ana Matilde Alvarado, que durante más de ocho décadas ha cuidado el modo lúdico de ‘el brincao’.

La demostración de esta danza fue liderada por su grupo La Candelaria de Río Viejo, que jugó como niños en el escenario. Aquí, los versos fueron ilustrados por bailarines que brincaban e invitaban a brincar.

Bullerengue y rap

La Noche del Río se encendió entre más tarde se hizo. En vez de abandonar el espacio cultural, éste cada vez se llenaba más y más. Ese mar de gente disfrutó de la fusión entre el bullerengue tradicional y el rap gracias a Afromúsica, agrupación liderada por Ralan Pasi Pasi y complementada por jóvenes originarios del corregimiento Libertad, del municipio de San Onofre, Sucre. Su propósito: construir paz y tejido social a partir de la propia herencia musical del Caribe.

En pro del rescate de esa tradición, se subió a escena Tamboría Alegría de Arenal, un grupo con 28 años de recorrido y que teniendo en cuenta el gran nivel de sus presentaciones, han sido considerado por muchos como artistas fuera de concurso.

Con los bailes cantaos también deleitaron al público los Herederos del Bullerengue, los Hijos de Cháulo de Tamalameque y Kuisitambó, que combina los sonidos autóctonos del tambor, la tambora, la gaita y las maracas con el acompañamiento de la guitarra, el bajo y la batería.

Todos, con sus músicas, recordaron una frase que esperan se incruste en lo profundo del colectivo caribeño: hay que cuidar las raíces y conservar la música que nos pertenece.

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