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El Torito Ribeño, la danza más antigua cumple 140 años

La reina Valeria Abuchaibe iza hoy la bandera de la danza más antigua del Carnaval.

En tiempos en los que el Paseo Bolívar atravesaba a una incipiente y polvorienta Barranquilla, cuyos divididos sectores se referenciaban por el Magdalena, llamados Río Abajo y Río Arriba, nació en una casa de bahareque y paja, en lo que es hoy el barrio San Roque, la danza más antigua del Carnaval: El Torito Ribeño, que este 20 de enero alcanzó 140 años de historia. 

En 1878, su fundador, Elías Fontalvo Jiménez, buscaba ser aceptado en el Toro Grande, pero sus 12 años se consideraban pocos para los requisitos de la desaparecida comparsa del primigenio Rebolo. De ahí nació el Torito Ribeño, ‘torito’, porque lo conformaban menores de edad que no habían sido aceptados en el Toro Grande y ‘ribeño’ por haber sido creado en el Barrio Arriba, colindante a las riberas del colosal Magdalena. 

La disputa territorial entre las danzas se solucionaba con “una muñequera” en carnavales y con las paces el miércoles de ceniza. ‘Peloteras’ con palos y piedras, a ‘trompá limpia’, se convertían en anécdotas al asomarse la Semana Santa, porque en medio del jolgorio y el desparpajo de la vida caribe era una ‘mamadera de gallo’ recordar la vorágine de emociones de la pelea con los mismos enemigos de días anteriores. 

El Torito Ribeño sobrevivió a las épocas del monte y el polvorín. Un conflicto civil decisivo en la historia colombiana situó a Fontalvo en la Guerra de los Mil Días. Al concluir este episodio que definió una parte importante de la ideología política del país, el fundador del Torito se tomó muy en serio las palabras que se le atribuyen al general Heriberto Vengoechea: “cambiar las batallas de plomo por flores”.

Desde ahí cambió su sable por la danza, dedicándose en cuerpo y alma a sembrar cultura. Las enseñanzas del maestro fueron atesoradas por sus descendientes. En 1930, Fontalvo le entregó a su hijo Campo Elías, un invaluable legado: la máscara de torito, el tambor y la bandera, emblemas de la danza que este dirigió hasta 1970. 

En este periodo El Torito alcanzó gran reconocimiento. Atraídos por la cultura, personalidades de influencia social y política como Alfonso López Michelsen, Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia y Jorge Eliécer Gaitán –de quien se conserva una carta firmada por su puño y letra–, pisaron la humilde casa ubicada cerca a la calle del Comercio con la carrera Concordia (calle 29 con 33).

Años más tarde, Campo Elías tuvo percances de salud y fue sucedido por otro Fontalvo, su hermano Marco, quien  asumió el mando la comparsa hasta su fallecimiento en 1970.  

En esa fecha, el Torito Ribeño le abrió las puertas a una nueva generación danzante desde la cuna. Alfonso Fontalvo proveniente de una larga dinastía de congos preside hasta la fecha este legado de tradición.

La danza de raíces  africanas, conocida también como danza de los congos, tiene como aliado inseparable el sonar de los tambores. 

La indumentaria de los hombres está compuesta por un machete, un traje en tela de satín con una capa bordada en  figuras de lentejuelas y sobre la cabeza un enorme turbante cilíndrico adornado por flores, porque según los congos “Carnavales es la época del año en la que más florecen los arboles”.Del vistoso accesorio se desprende una cola que llega a los tobillos.

Las mujeres por su parte, adornan su cabello con un tocado de cayenas y lucen un vestido en satín negro con arandelas rojas, verdes y amarillas. Además,  algunos animales como tigres y toros acompañan la danza.

Año tras año, de manera ininterrumpida el sol que golpea inclemente a la Vía 40 parece recargar las energías de la ‘danza más antigua del Carnaval’. Sin embargo,  el entusiasmo y la alegría casi sobrenatural  de sus danzantes tiene un trasfondo más espiritual, pues los toritos  antes de cada desfile visitan el cementerio para encomendarse a sus seres queridos y pedirles que todo les salga bien. 

Este ritual de más de un siglo, que tiene de por medio música y baile termina con el llanto efusivo y la voz entrecortada del grupo que, no solamente saluda a sus muertos, les promete un próximo encuentro. 

“Se nos ha negado en la tierra a un familiar pero ganó un lugar en la eternidad”, expresa Alfonso Fontalvo y entonando uno de los estribillos del Torito  Ribeño dice “No les decimos adiós, solamente un hasta luego, nos volveremos a ver nuevamente allá en el cielo”. 

Para Fontalvo portar los emblemas del Torito es una responsabilidad que exige muchos sacrificios en la vida personal pero deja satisfacciones todavía más grandes, que en sus palabras son comparables con pocas coas en la vida. 

La pobreza y escasez de sus miembros no es un impedimento para que el sábado de Carnaval se pinten la cara y se vistan de alegría, porque como lo afirma Octavio Meza, vendedor de agua y danzante desde hace 45 años, es una pasión como la sangre que corre por su venas.

La casa en la que vio la luz este raudal de la idiosincrasia y costumbres de la vieja Barranquilla fue reconstruida por la empresa privada el 23 de enero del 2011.  Abre sus puertas a las 7:00 de la mañana y las cierra a las 10:00 de la noche permitiendo la entrada a todos los que se quieran conocer la riqueza detrás  de la danza. Aunque la modernidad, el auge y la eclosión de nuevos ritmos amenace con  empolvar la obra de quienes escribieron la historia de la fiesta más importante de Colombia, este museo funciona como un permanente recordatorio para que la memoria no muera.

Hoy El Torito Ribeño, uno de los homenajeados en el Carnaval 2018,  izará su bandera para dar inicio oficial a las fiestas que este año tienen como ingrediente la celebración de los 140 años de existencia. 

Los líderes en tradición se preparan para recitar el conocido estribillo “ya llego la fiesta brava, el Torito empezó a bramar, con su lujo y con su fama, la que alegra el Carnaval”, que es para ellos un soplo de vida.

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