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El robo del siglo contado desde adentro

Gerardo Hernández, quien en ese momento era secretario de la junta directiva del Banco de la República, cuenta detalles del famoso hurto.

Lo que hoy es una serie de Netflix que está generando reacciones dentro y fuera de las redes sociales, hace 26 años fue la pesadilla de la junta directiva del Banco de la República y motivo de revuelo en toda Colombia.

Como El robo del siglo fue denominado —y es hoy el título de la historia— lo que ocurrió entre el 16 y 17 de octubre de 1994: un grupo de ladrones asaltaron la sede del Banco de la República en Valledupar y se llevaron 24 mil millones de pesos, la mayor cantidad de dinero que se haya robado en un asalto en la historia del país.

Según el portal Fixpatrol.com, el cual se encarga de analizar el consumo diario de contenidos en 83 países y más de 200 plataformas, la serie El robo del siglo se ubica en el primer lugar de popularidad en al menos 15 países de Latinoamérica y está siendo vista en otros como Grecia, España, Marruecos, Kuwait, Israel y Arabia Saudita.

A través de sus plataformas digitales, el Banco de la República conversó con periodistas sobre el tema en la voz de Gerardo Hernández, quien es hoy miembro de la junta directiva de la entidad (desde 2017), pero que en ese entonces recién empezaba a ejercer como secretario del consejo de administración de la entidad y gerente ejecutivo (entre 1994 y 2010).

“Viví en carne propia todo lo que rodeó el robo, sobre todo las implicaciones que tuvieron después los temas del canje de los billetes, las diferentes conversaciones que se tuvieron con las compañías de seguro, las investigaciones a la junta directiva, entre otros”.

Hernández señaló que el robo en sí es más de lo que muestra la serie porque también tuvo “implicaciones desde diferentes frentes en el banco relacionadas con Derecho monetario, la Fiscalía, la operación del Banco de la República, entre otras”.

En ese momento, la ciudadanía colombiana se encontraba polarizada tras las elecciones presidenciales recién ocurridas, en las que Ernesto Samper Pizano venció a Andrés Pastrana; también empezaba el famoso Proceso 8.000 que terminó probando el ingreso de dinero del cartel de Cali a la campaña del electo Presidente liberal; en Bogotá se eligió como alcalde a Antanas Mockus (arrancó en el 95) y en Barranquilla, a Edgard George González. En materia deportiva, la Selección Colombia acababa de tener una participación desafortunada en el mundial de la FIFA en Estados Unidos y en el mes de julio de ese año asesinaron en su natal Medellín a su defensor central Andrés Escobar.

En temas locales, en ese año Junior participó en su quinta Copa Libertadores llegando a semifinales y Katia Nule Marino sería la Reina del Carnaval de 1995, sucesora de Danitza Abuchaibe Costa.

De vuelta al Banco

Jaime Viana Rojas, del departamento de comunicaciones del Banco de la República, fue el moderador de la charla y señaló que para varios economistas el contexto colombiano en ese momento era una “tormenta perfecta” a la cual se le sumó el robo a la sede de Valledupar.

Gerardo Hernández recordó que en ese momento el hecho llamó mucho la atención del país porque además de las particularidades con las que se llevó a cabo, “se habían hecho grandes inversiones en materia de seguridad”. También mencionó la confusión que generaron los billetes productos del asalto que alcanzaron a circular, pero que se identificaron por su número de serial y denominación. Por último, se acordó de las difíciles conversaciones y negociaciones que se tuvieron durante un largo periodo de tiempo con las aseguradoras.

Por otro lado, Hernández enfatizó en el por qué habían 24 mil millones de pesos en el Banco de la República de Valledupar el día del hurto.

“Lo que pasa es que el Banco de la República en sus sucursales o tesorerías tiene que entregar efectivo a las personas, comercios e industrias y en la época de diciembre por lo general su demanda aumenta porque la gente quiere tener dinero en efectivo a la mano para sus vacaciones o compras navideñas y en 1994 no existían las facilidades de pago digitales que tenemos hoy (…) en la zona influencia, de Cesar y Sucre, hay mucha actividad ganadera en la que incluso hoy se paga en efectivo”. Además, agregó que por el contexto del país previamente mencionado en ese entonces, no se podían hacer remesas de efectivo rápidas o permanentes sino que se hacían con todos los protocolos de seguridad y con la certeza de que “en el Banco de la República iban a estar bien guardadas”.

Los billetes

El alto funcionario señaló que inmediatamente el banco central se enteró del robo, la primera reacción de su administración fue comunicar que los billetes, que habían salido en circulación, eran sin emitir —un procedimiento interno en el que se levantaba un acta cuando se les entregaba el efectivo a los bancos para que los sacaran de la bóveda del Banco de la República—, “en ese momento, al señalar que existían unos billetes que no tenían valor se desencadenaron una serie de procesos complejos. El primero fue que los bancos empezaron a quejarse de que no podían revisar los billetes uno por uno para saber cuál servía y cuál no verificando los números del serial. Segundo, la Fiscalía pidió que se retuvieran los billetes que venían con esos números, lo cual hizo que se reforzara la posición de los bancos y por ende, hasta las personas del común ya empezaban a desconfiar de los billetes”.

El hoy codirector del Banco de la República recordó que las personas empezaron a rechazar las denominaciones de dos, cinco y diez mil pesos por el temor de quedarse con los llamados “billetes vallenatos” y tener problemas con el Banco de la República o la Fiscalía.

Por lo anterior, el 26 de octubre de 1994, diez días después del robo, en una reunión de más de diez horas, la junta directiva del banco central aceptó un concepto jurídico en donde se argumentaba que el banco tenía que proteger a los terceros de buena fe, pues los billetes en la práctica eran muy difíciles de diferenciar a simple vista.

Período de canje

Según Gerardo Hernández, a lo primero que se tuvo que enfrentar la junta directiva fue cómo satisfacer la decisión de la Fiscalía de retener los billetes. Por ello, ambas entidades llegaron a un acuerdo en el cual se les permitía a las personas acercarse a las sucursales del banco con los billetes, se les tomaran los datos y dependiendo de los montos y perfiles se les cambiaran por uno válido.

Por otro lado, también hubo un plazo para estudiar los antecedentes penales de la persona y posteriormente se hacía el canje. “Hubo casos en los que las personas nunca volvieron a recoger los nuevos billetes”, señala.

Sobre los tiempos de este acuerdo, Hernández dijo que inicialmente la junta acordó un periodo de tres años para el canje y después un tiempo adicional de 18 meses, reconociendo que era un proceso que tenía que hacerse de manera gradual.

Para facilitar esa transición, la junta decidió cambiar los billetes de denominaciones de dos mil, cinco mil y diez mil pesos.

“En ese momento había un billete de dos en donde estaba Bolívar, uno de cinco con Núñez y un precioso billete de diez que acaba de reproducirse en donde aparecía una indígena Embera, que es tal vez uno de los billetes más hermosos que ha sacado en circulación el Banco de la República y que incluso en su momento fue reconocido a nivel internacional por su calidad y belleza. Entonces, se decidió cambiar el de Bolívar por Santander, el de Núñez por un billete de Silva, que iba a ser el de 20 mil, y el de diez mil se modificó por el de Policarpa Salavarrieta”.

Cambios a raíz del robo

Hernández manifestó que toda la estructura de seguridad del banco estaba montada sobre una fortaleza de infraestructura física muy grande y unas alarmas que tenían contacto directo con la policía, sin embargo, a raíz del robo se reforzaron los protocolos de seguridad y se aprendieron políticas de riesgo.

“A raíz del robo se decidió cambiar los protocolos de seguridad para asegurarse de que los gerentes y los encargados de la vigilancia estén haciendo rondas a lo largo de la entidad. Por otro lado, se creó la ante bóveda para que si a alguien se le ocurriera entrar a robar una de las sucursales que tienen tesorería, primero van a tener que abrir la ante bóveda y luego enfrentarse a una bóveda principal mucho más fuerte. También se decidió que todas las sucursales que tienen tesorería fueran controladas de manera absoluta desde Bogotá”.

Sobre el tiempo en el que estuvieron circulando los billetes en las manos de la gente, Gerardo Hernández dijo que esto no causó problema alguno en la economía porque se logró demostrar que “los 24 mil millones que fueron hurtados eran lo que se necesitaba para surtir a la zona influencia Valledupar y estaba dentro de los estrictos cálculos de la base monetaria de la junta”. No obstante, sí afectó la confianza de la gente en la moneda y en la reputación de la sede del Banco de la República.

Por último, el actual codirector del Banco de la República reconoció la importancia de la creación de la oficina de comunicaciones del banco central a raíz del robo, pues era una entidad cerrada y las decisiones de la junta no eran públicas.

“Nos dimos cuenta de lo importante que era la relación entre el banco central y todas las personas. También identificamos que no teníamos protocolos de manejo de riesgo, es decir, solo había un periodista, pero el banco no tenía la cultura de contar lo que estaba pasando y con esta coyuntura esa necesidad se hizo más clara. Al poco tiempo del robo, se creó por primera vez el departamento de comunicaciones y la economista Patricia Correa fue la primera directora”. 

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