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Felipe Santiago Month Ramírez enseña algunas de las cosas que fabrica, como calabazos, en la entrada de su casa en Sincé. Cortesía
Entretenimiento

El artesano que rescata tradiciones en Sincé

Felipe Month, un sinceano de 76 años que aprendió a tallar la madera en los descansos de sus faenas como campesino, fabrica elementos clásicos de la cultura sucreña. 

En el barrio La Ceja del municipio de Sincé hay una vivienda que llama la atención, pues su dueño la ha convertido en un museo de artesanías fabricadas en madera. Se trata de la casa de Felipe Santiago Month Ramírez, un sinceano de 76 años que con sus prodigiosas manos y a través de su arte, rescata las costumbres autóctonas de su pueblo.

El hombre, que estudió hasta tercero de primaria, hace alarde de un talento innato que no solo se refleja en sus objetos, sino también a la hora de contar historias relacionadas con su vida. Su sencillez y humildad sirven de ejemplo para las generaciones futuras.

Toda una reliquia

Al entrar a su vivienda se pueden observar masas de trapiche, meneadores, cabos para hacha, barretón, martillo, paladragas, hierros quemadores y palas, objetos que fabrica junto a sus únicas herramientas de trabajo: machete, formón, segueta y rallador, con los que además elabora molenillos (licuadora antigua manual), pica hielos, machucadores de ajo y una gran muestra de calabazos de diversos tamaños que sirven para la fabricación de suero, almacenamiento de licor y agua, y para que se conserven frescos. Los elementos son utilizados aún por personas que viven en el campo. Por eso los pone a la venta.

Las reliquias permanecen en los rincones de su vivienda, pues le dan un toque de museo antiguo que junto a la huerta casera del patio, hacen del hogar un sitio acogedor donde ‘Chago’, como cariñosamente lo llaman, vive en compañía de su esposa Amparo Herrera Valderrama, hace 49 años. La pareja tuvo tres hijos, uno de ellos fallecido.

‘Chago’ diariamente se sienta en la puerta de su casa para fabricar las artesanías que son utilizadas para realizar las labores en el campo y en las viviendas. 

Dice que uno de sus sueños es que su casa sea visitada por estudiantes de las  instituciones educativas del municipio y la región, ya que su anhelo es mostrarle cómo fabrica sus artesanías sin la ayuda de grandes maquinarias, al tiempo que quiere comentarles que aprendió esta labor cuando trabajaba en fincas del municipio, y que desde hace 15 años se ha dedicado a la fabricación de estas para ganarse el sustento diario.

“Es importante que los niños y los jóvenes conozcan no solo cómo es el proceso de  fabricación, sino la gran utilización que se le da a estos elementos con los que crecieron  nuestros antepasados y que todavía son utilizados en algunas partes del  país y el mundo como muestra de tradición”, dice Month Ramírez.

En el patio de su casa Felipe almacena varios pilones que ha creado.

A tierras extranjeras

Con los ojos aguados contó que durante las pasadas fiestas en corralejas una pareja de jóvenes procedentes de la ciudad de Barranquilla llegaron hasta su casa y se quedaron sorprendidos con sus artesanías, tanto que se llevaron 20 molenillos, la licuadora de los antepasados con la que trituraban las frutas para los jugos.

Comenta con ilusión que los elementos los llevaron a Suiza, de donde en los próximos días espera le hagan otros pedidos. La idea la implementó la pareja de muchachos que además tomaron varias fotografías para hacer un catálogo y mostrar el producto en el exterior.

Sus artesanías, que las pueden conseguir en su casa, han sido expuestas en varios eventos culturales del municipio de Sincé, llamando la atención. Dice que esta labor la aprendió solo, en los ratos libres en el campo.

 “Cuando me encontraba o cortaba un pedazo de madera le empezaba a dar forma a cualquier artefacto que posteriormente iba a utilizar. Desde ahí y con el tiempo empecé a pulir mi talento, mis manos y creatividad que hasta el momento no me han fallado”, refiere con emoción.

Machete, formón y segueta son las principales herramientas de Felipe.

Otras pasiones

Dice ser un defensor de las costumbres sabaneras, por eso es amante del porro, la cumbia y la música de acordeón, al igual que de las décimas, oficio que siempre quiso hacer, pero que no pudo cumplir.

Lo único que lo satisface es que su hijo Juan Month Herrera, conocido como ‘El poeta que canta’, ha logrado demostrar su capacidad de decimero en los festivales y eventos del país, situación que lo llena de orgullo.

También se engrandece su corazón al manifestar que es un campesino al que sus padres, aunque solo le dieron tres años de educación, le enseñaron a ser un hombre trabajador, honesto y respetuoso de las buenas costumbres, que no puede olvidar con facilidad.

Recordar las constumbres

Felipe es muestra de que las limitaciones solo están en la cabeza del ser humano y es consciente de que cuando el hombre quiere dejar huella en una sociedad lo logra con las pocas o muchas herramientas que la vida le brinde. Lo importante es que las ganas no se apaguen. 

El hombre espera que esta tradición de cuidar las costumbres de los pueblos su familia también la propague para que las generaciones futuras no olviden a sus ancestros y todas las herramientas que brindaron para la supervivencia del hombre en aquella época en la que no había una maquinaria.

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