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Los panelistas durante su conversatorio en la Cátedra Europa de la Universidad del Norte. César Bolívar
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Ecos de un ameno diálogo a cuatro voces sobre Europa

Plinio Apuleyo Mendoza, Marco Schwartz, Roberto Pombo y Mauricio Vargas se reunieron en la Universidad del Norte  para conversar sobre sus vivencias en el viejo continente.

Plinio Apuleyo Mendoza es, sin lugar a dudar, uno de los escritores más importantes de Colombia y así lo reconoció Mauricio Vargas cuando, en la primera intervención de la conferencia El intelectual latinoamericano en Europa, afirmó que “el único gran intelectual de la charla es Plinio y además fue el primero  de nosotros que desembarcó en Europa”. Apuleyo Mendoza y Vargas, se encontraron junto a Marco Schwartz y Roberto Pombo con quienes conversaron en el marco de Cátedra Europa. 

Plinio Apuleyo Mendoza se fue a París en 1948 cuando tenía 17 años.

“Yo salí muy joven del colegio. Mi papá tenía una oficina de abogados y yo las odiaba. Me propuso estudiar algo mucho más concreto como química industrial, pero le dije que mejor filosofía y letras, porque me interesaba la literatura, a lo que dijo ‘te vas a morir de hambre’, finalmente me sugirió que me fuese a Paris”, contó Plinio. 

Roberto Pombo intervino, dio las gracias por la invitación, que consideró injusta, porque según dijo “no es intelectual, no ha vivido en Europa y está en duda que sea latinoamericano”.

Le preguntó a Plinio qué significaba ser latinoamericano en Europa y por la época del boom.  Apuleyo respondió que debía irse más atrás en el tiempo, “¿mucho más?” Replicó Pombo.

Apuleyo se refería a volver a la época en la que vivió en Barranquilla. Recuerda un día en que Juan B. Fernández lo llevó al country club y le presentó a unas ‘muchachitas’. De Fernández le decían algunos amigos en común, “cuidado, él es muy casamentero”, advertencia que Plinio entendió más tarde.

Entre las ‘muchachitas’ que le presentaron ese día estaba Marvel Moreno y luego Juan B. Fernández le insistiría para que pactara otro encuentro. Y le siguió el consejo y la invitó a salir.

Ella por ese entonces era reina del carnaval y cuando charlaron por primera vez le contó que él quería ser escritor, para su sorpresa, Marvel respondió que ese era su sueño también, que el carnaval no le interesaba. Descubrieron gustos en común y se casaron. Se fueron a vivir juntos y montaron una agencia de publicidad, lo que los ayudaba a tener los sustentos necesarios para vivir, pero ninguno de los dos escribía.

Comenzaron a tener algunos problemas como pareja, porque Marvel quería vivir un amor libre, como el que profesaba Sartre y Simone de Beauvoir, lo que los llevó a separarse.

Plinio se fue a Europa y  en Roma se encontró con una carta de Marvel, en el consulado,  que decía que ella estaba arrepentida. 

La invitó un mes a Paris para arreglar las cosas. “Ella llegó unos meses más tarde y camino a una ciudad en uno se esos autobuses me dice: ‘te debo decir una cosa, pero no te pongas nervioso’ ¿Qué, otro?” recuerda Apuleyo y agrega que Marvel le dijo: “en Barranquilla terminarás haciendo plata, pero no vas a escribir nada y yo tampoco. Lo que te tengo que decir es que a Barranquilla o a Colombia no vuelvo más, me quedo aquí en París”.

Plinio llamó a Gabo pidiendo un consejo, y Gabo le terminó sugiriendo que visitara a un psiquiatra español, le pasó el nombre y pactó la cita.

El especialista, en la cita, escuchó el dilema por el que atravesaba y le dijo “es importante el destino, si uno se traza un proyecto para vivir o para escribir no puede abandonarlo, porque eso sería una cosa contraria. De modo que usted haga lo que quiera, pero ella tiene la razón”.

Empezaron a escribir nuevamente, ambos publicaron y Apuleyo terminó viviendo en la capital francesa 20 años.

Una historia similar tuvo Marco Schwartz, quien también decidió irse junto a su esposa a Europa. 

Ella se fue primero, en el 85. La idea era irse a Paris, porque era la ciudad a la que se iban quienes tenían aspiraciones intelectuales. Pero su esposa se mudó a Madrid y un día lo llamó y le dijo “vende lo que tienes y vente”. 

Marco habló con Juan B. Fernández y este le dijo que adelante, que le mandara artículos y le pagaba por eso. 

Germán Vargas, estaba en ese momento en el periódico y Schwartz, le cuenta, “Germán, Albita me está diciendo que me vaya a vivir a Madrid” a lo que Vargas dice, “no, será a Barcelona”,  Schwartz rectifica que sin lugar a dudas es a Madrid y Germán le replica, horrorizado que, “Madrid es como Bogotá de los años 40, todo el mundo viste de negro, llueve y tienen caspa”. Mito que desmintió su esposa, con lo que terminó haciendo los trámites para trasaldarse a España. 

Schwartz contó que era una época distinta en España, en la que el problema de la inmigración no existía y que además contó con suerte porque en ese momento en el que estuvo convocaron al  primer máster de periodismo del diario El País y la Universidad Autónoma, se inscribió y lo becaron. 

A partir de ese momento entró en contacto con el mundo del periodismo español y llegó una carrera que catalogó como dura, peleada, pero de la que no podría quejarse. 

Entre estas y otras anécdotas siguió avanzando el conversatorio, en el que las historias se cruzaban unas con otras. También recordaron al maestro Gabriel García Márquez, con quien compartieron muchos de los momentos que conmemoraron, como lo fue el día de la entrega del Premio Nobel de Literatura, en el que Mauricio Vargas estuvo presente. Fue una conversación entre amigos que compartieron experiencias vividas.

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