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El Roble Amarillo florece por estos días junto al árbol Lluvia de Oro. Luis Rodríguez Lezama
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Dos meses después, floreció el Roble Amarillo

Blas Scoppetta, ingeniero agrónomo, dice que las flores de esta especie debieron ver la luz desde el año pasado. Pudieron afectar las lluvias y el cambio climático.

Tal vez no son reconocidos por su nombre científico, muchas veces son el escenario ideal para una foto, otro tanto para resguardarnos de las fuertes temperaturas de la ciudad. Su misión es la de darnos oxígeno, aunque su porte y elegancia sirvan para embellecer las calles de Barranquilla.

Se trata del Roble Amarillo (Tabebuia Chrysanta) que por estos días florece en varios sectores de la ciudad.

“En Barranquilla hay alrededor de 19 especies de árboles que florecen en ciertas épocas del año. En el primer semestre el Trébol, que dura 15 a 20 días, el Roble Morado y el Matarratón. Ahora mismo florece el Roble Amarillo, que debió haberlo hecho a finales de diciembre”, explica Blas Scoppetta, ingeniero agrónomo, especialista en análisis de gestión ambiental y miembro de Barranquilla Verde.

Para él la modificación de mes de florecimiento se pudo dar por dos factores: lluvias o cambio climático. 

El florecimiento de las especies en esta época, sostiene Lader Lamilla, ingeniero forestal y representante de la Asociación de alternativas bióticas trabajando en el parque biotemático Megua, “es por el tipo de bosque en el que está, el seco tropical”. 

“Lo que hace el árbol como forma de subsistir a la escasez de agua es que botan las hojas para no perder el líquido y empieza la floración. Es una manera del árbol de sobrevivir a esta inclemencia”, agrega. 

El florecimiento del Roble Amarillo dura máximo un mes. Se trata de una especie que puede vivir de 50 a 70 años y “aunque no es una de las más abundantes en la ciudad, sí es de las más fuertes. No hacen casi solicitudes para talarlo”, advierte Scoppetta. 

La próxima especie en florecer es el Guayacán Polvillo, indica el funcionario, y en el segundo semestre el San Joaquín, que tiene flores rojas y anaranjadas y el Guayacán Sabanero, “que es un árbol bastante resistente y lo estamos sembrando en las principales avenidas. No lo ataca el comején”. 

Afirma también que la especie más abundante en Barranquilla es el Roble Morado (Tabebuia rosea) y dentro de las recomendaciones para siembra están el Guayacán Sabanero, Trébol, Olivo Negro y Roble Amarillo. 

Ambos expertos coinciden en que Barranquilla “es una ciudad que está bien arborizada”, sin embargo hay elementos que se deben mejorar en torno al cuidado.

“El problema que hay es que no valoramos lo que tenemos. Siempre pretendemos copiar lo que vemos en otros países. En Miami, por ejemplo, uno ve el montón de palmeras a la orilla de la playa y quieren hacerlo aquí, pero no se dan cuenta que allá no siembran mangos o árboles frondosos y la razón es fácil: porque no tienen”, sostiene Lamilla.

Robles Amarillos ubicados en el norte de la ciudad, adornan las calles por estos días.

Lamilla agrega que “el roble es una especie nativa y que se ve bastante. Sin embargo, a nivel urbano hay especies que no se recomiendan sembrar, por ejemplo los Cauchos o Laureles. La razón es que el sistema radicular requiere demasiada agua y busca todo tipo de cañerías, tuberías, y daña el sistema de acueducto”. 

Por otro lado, asegura que ha caminado el país y los árboles los ha notado en su mayoría solo en las carreteras, mientras que “en Barranquilla se ven en la ciudad. El problema es que falta cuidado, a veces uno los ve y tienen muchas ramas secas y pajarita. Son como hijos abandonados”.

“Con las construcciones ha mermado la arborización, pero eso favorece a la renovación. Por cada árbol que talen de cuatro a cinco árboles deberían ser sembrados”, dice Scoppetta. 

Ante esto, cuestiona también la idea de que solo los árboles grandes ayudan a combatir la contaminación. “Pero la grama y los arbustos ayudan en la captura de CO2 y fijación del carbono”, por lo que invita a sembrar flores y plantas en los jardines de las casas. 

En el caso de las Trinitarias (Bougainvillea), que embellecen las fachadas y las calles de la ciudad gran parte del año, Lamilla sostiene que se trata de “una especie ornamental muy resistente a las condiciones secas. Una trinitaria mientras más sol tenga, más bonita se pone. Todo el año está floreciendo”.

En el caso de las Cayenas (Hibiscus rosa-sinensis), flor insignia de la ciudad, poco se ven en comparación a hace unos años. 

“Cuando el agua se puso cara, dejó de sembrarse. Se trata de una flor además de su función natural, llama también a los colibríes”, expresa Scoppetta. Para él, “ya las personas no quieren tener jardines, los han desplazado por zonas duras”. 

Por su parte, Lamilla es tajante en afirmar que “en Barranquilla todo es moda. Hace poco llegó el Caraqueño y todos lo sembraron. Hubo una época de solo Laureles y la Murillo se llenó de estos”. 

“La palmera no cumple una función ambiental, no da frutos, no genera microclima, no es sombra para el forastero”, agrega. 

Un árbol para sembrar en parques es la Caoba. “Se encuentra en vía de extinción y en el norte de Barranquilla hay uno. Se trata de la madera más fina que tenemos en Colombia”, dice Scoppetta. 

La idea del ingeniero forestal Lamilla es que los ciudadanos sepan que “a veces los árboles cumplen su ciclo”. “La conservación no es dejar un árbol hasta que se caiga y dañe algo, se trata de hacer un manejo forestal bien inteligente. Se pueden reemplazar árboles por unos nuevos”.

El calor que muchas veces nos agobia se hace más llevadero con aquellos frondoso árboles. El panorama que día a día observamos y las calles que recorremos se hacen más bonitas con sus flores. Un tono amarillo de apodera por estos días de la ciudad enmarcado en las hojas del Roble Amarillo, un “aire acondicionado que uno se ahorra y al que solo hay que querer y darle pequeños cuidados”, en palabras de Lamilla.

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