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El taxista Arquímedes Correa sostiene su novela mientras posa junto a su taxi. Jesús Rico
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Arquímedes, la historia de un escritor a las carreras

Este novelista de 40 años, que se gana la vida al volante de un taxi, lucha por salir del anonimato ofreciendo su novela a los pasajeros. 

Arquímedes Correa cree que es un “don nadie” al volante de un carro amarillo que serpentea por las calles de Barranquilla, llevando y trayendo pasajeros que no ha vuelto a ver, pero quisiera. El hombre flaco y de cabello largo ha sido durante más de veinte años un escritor anónimo que ahora se autopublica e intenta vender su novela a quienes aborden su taxi. Les dice: “Si me compra este libro le dejo la carrera gratis”.  

“Viene con garantía. Si la lee y no le gusta, le regreso la plata”, añade.

Con esa oferta como una de sus principales estrategias, Arquímedes calcula que ha vendido más de 700 ejemplares de Matanzas (2016), una obra de ficción de 173 páginas protegidas por una cartulina opalina plastificada. El libro va guardado en el compartimiento delantero del carro y solo sale a la luz de los posibles compradores cuando el taxista considera que ha llegado el momento de presentarse.  “Yo manejo taxi, pero también soy escritor”, anuncia un par de cuadras antes de finalizar cualquier carrera. 

Antes, hace un esfuerzo por impresionarlos con una introducción a los autores latinoamericanos que más lo han seducido en la literatura: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. 

“Muchos de los que se suben aquí y hablan conmigo me preguntan: ¿y si eres escritor qué haces aquí?”, cuenta Arquímedes, de 41 años.

“Muchos de los que se suben al taxi y hablan conmigo me preguntan ¿y si eres escritor qué haces aquí manejando un carro?”

La respuesta que suele dar –dice– puede resultar una obviedad. Ser padre de familia de tres pequeños, pertenecer a una clase media-baja y haberse visto obligado a abandonar su trabajo como analista en Recursos Humanos hace dos años por la crisis en Venezuela no le ha dejado muchas opciones para el sustento. Además, tampoco le resulta incoherente ser un taxista–novelista en Barranquilla.

“Son dos oficios que se parecen. En ambos casos uno no tiene idea de qué podrá encontrarse, ni en la ficción ni en la calle”, dice el nacido en La Guajira, pero criado en el país vecino.

Entre otras cosas, le parecen “complementarios”. Tanto que Arquímedes aprovecha los semáforos en rojo mientras conduce para tomar apuntes en una pequeña libreta con algunas hojas sueltas sujeta al radio del carro. Las considera su ‘cerebro’. Ahí es donde garabatea todas las ideas para sus nuevas novelas, escribe párrafos completos para sus cuentos y anota las ocurrencias que más le impresionan de sus pasajeros. A veces son simples curiosidades. Que Donald Trump tiene un tío (John G. Trump) que fue ingeniero eléctrico e inventor destacado por el desarrollo de la radioterapia de rotación; que la Zona Monetaria de África Occidental tiene una moneda llamada Eco o que un cliente lanzó el comentario de que las penas privativas de libertad deberían extenderse hasta la cuarta generación de familiares para quienes hayan cometido crímenes “demasiado graves”. 

Así entonces, Arquímedes va sumando kilómetros, pasajeros y conversaciones, como inventando personajes, conflictos e historias para sus novelas. La dos primeras se titularon La Caída (1999) y Deseo de vida (2000), aunque él prefiera no dar mucho detalle de su contenido. De hecho, las tilda de “fracaso”. Pero a Matanzas sí le guarda cierta esperanza, pues al menos no se ha quedado en la casa con los 1.000 ejemplares que pagó para imprimir. 

Arquímedes Correa, de 41 años, enseña su novela mientras conduce su taxi.

“Soy un soñador. Espero que alguien se interese por ella y pueda ser traducida a algún idioma”, expresa.

La novela. En Matanzas se cuenta la historia de Vicente Díaz, un barbero que a través de sus sueños es capaz de desentrañar el misterio de una muerte por envenenamiento. La obra es dedicada a su esposa Rosa, a sus hijos Edelys, Melany y Simón, así como a Dios. En la segunda página escribe los créditos. Diseño del Cuerpo: Arquímedes Correa, Diseño de Cubierta: Arquímedes Correa y  Fotografía: Hugo Milt Guerrero. 

Con las ventas de esa novela el escritor anónimo espera saldar la deuda que tiene con el banco por los seis millones de pesos que ha invertido en sus obras, especialmente en la impresión. Lo que le deja el taxi es el sustento de su familia, que al principio “no daba un peso por mí como escritor, pero ahora no tienen más remedio que seguirme la corriente”. 

Arquímedes, que se cree un “don nadie”, siente que ser un soñador como él implica clavarse puñales. Su sueño confeso es que un gran director de cine, quizá un Alfonso Cuarón, se fije en sus historias y decida llevarlas a la pantalla grande. El problema de soñarlo tanto, dice él, es que “hay muchas probabilidades” de que nunca ocurra. 

“Entonces mejor me preparo para ser pobre toda mi vida”.

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