El Heraldo
El Dominical

'La casa de Jack': el diablo está en casa

El controvertido director danés Lars von Trier estrena una película de terror psicológico que sumerge al espectador en la feroz confesión de un asesino en serie.  

Lars von Trier ha bailado con el diablo durante la mayor parte de su carrera como director, haciendo películas que abarcan lo peor de la naturaleza humana. Pero en La casa de Jack (2018), el diablo finalmente se convierte en él. Su más reciente trabajo es la historia de un hombre, Jack (Matt Dillon), que encuentra alivio al matar a una serie de personas, en su mayoría mujeres, de maneras cada vez más extrañas. Un asesino tan brillante como macabro, cincelado, escalofriante, cordial y contemplativo, que asume que su trabajo sirve al propósito superior del arte y la filosofía. 

Una de sus influencias ha sido cierta seducción comprometida con las profundidades del sufrimiento humano. Esto se remonta a la violencia juvenil de los cortometrajes que hizo cuando era preadolescente, y se encuentra en sus trabajos posteriores de ciencia ficción y terror, y en películas dedicadas al vacío de la fe, desde la década de los 80 hasta principios de los 90. La verdadera realización de los poderes del director danés llegó en forma por cuatro grandes obras, particularmente extremas, lanzadas a lo largo de dos décadas: Contra viento y marea (1996), Los idiotas (1998), Dogville (2004) y Ninfomanía (2013).

Estas películas son perturbadoras y, sin duda, moralmente comprometidas, pero se distinguen de las demás por el cuidado que toman para entender, sentir y procesar el peso de la violencia. Es su densidad psicológica y su veracidad emocional lo que las hace difícil de descartar como meras provocaciones, cosa que no quiere decir que deban ser inmunes a la crítica de sus concepciones. Que los motivos de von Trier, la fuente de su fascinación y, en particular, de destrucción, sean a menudo cuerpos de mujeres le han provocado constantes acusaciones de misoginia. El director danés se ganó su reputación con tales trabajos de invención formal y audacia transgresora que podrían impactar y conmover a las audiencias en igual proporción. Pero a medida de que su necesidad compulsiva por la provocación pública comenzó a abrumar, los méritos de su producción artística se convirtieron cada vez más en un intruso premeditado. Se las arregló para auto-inmolarse haciendo chistes nazis sin previo aviso durante una conferencia de prensa en el Festival de Cine de Cannes.

 

La casa de Jack se asemeja, en su fundación, a otras narraciones sobre depravación y victimización halladas en algunas películas de la filmografía erigida por von Trier. Encadena «incidentes» similares a viñetas, cinco en total, para representar brutales asesinatos. Incrusta una reconocible dramaturgia y ella articula un discurso apasionante sobre arte y violencia conducido a través de narradores dialécticos y montajes vertiginosos, que combinan la música de Glenn Gould, la poesía de William Blake, la fermentación de uvas, campos de concentración nazis, y autorreferencias cinematográficas. 

Para algunos, las ideas que gobiernan estas secciones de ensayo pueden ser incluso más difíciles de asimilar que las grotescas secuencias violentas. Cuando la narración de Jack incluye líneas como «no mire los actos, mire las obras», es inevitable que semejante rencor se interprete como la propia cosmovisión filosófica del director. Y si bien esa interpretación no es del todo errónea, decir que la película representa el desinterés de von Trier por disculparse por su arte sería demasiado simplista.

Jack parece personificar una parte de von Trier, y el compromiso serio del director con la compulsión del personaje por la violencia lleva a paralelos implícitos y profundamente inquietantes. Él mismo está tan representado en La casa de Jack por la misteriosa figura de Verge (Bruno Ganz), que actúa simultáneamente como una especie de terapeuta y compañero de debate, que ofrece orientación a Jack y lo reprende por su arrogancia, su misoginia, y sus excusas muy «convenientes». Verge no es un hombre de paja, ya que frecuentemente tiene la última palabra, permitiendo al director lidiar abiertamente con su orgullo. 

Pero al mismo tiempo, la película no se niega a sí misma ya que está comprometida con lo que se enmarca en una sección de ensayo como «la podredumbre noble». Ella encuentra cierta belleza en el reconocimiento y exhibición de nuestras capacidades más básicas, y en ese sentido, los cinco incidentes individuales en la película que representan la violencia de Jack, aunque ciertamente no son las más espantosas o sangrientas de todas las secuencias fabricadas por von Trier, son sádicas, crueles y gráficas. Pero no son necesariamente los actos de violencia los que más perturban, ya que son realmente los momentos antes de que estas ocurran.

Un ejemplo es el incidente en el que Jack asesina a una mujer joven a la que se refiere como «Simple» (Riley Keough). Se indica que los dos se han estado viendo por un tiempo cuando Jack decide, una noche en su apartamento, someter a Simple a tormentos psicológicos y mutilación física. La película pasa mucho tiempo en la escena, ya que Jack degrada e insulta repetidamente a Simple, pero luego recupera su simpatía jugando con sus inseguridades con actos de manipulación emocional cuidadosamente desplegados. En todo momento, entrena su cámara en Simple, y en la comprensión de su miedo, dolor y desesperanza. El efecto es absolutamente devastador, y de una manera que la violencia representada en la película rara vez lo es. También es una prueba más de la distancia de von Trier con Jack, un personaje definido por una incapacidad para la empatía.

 

La película sigue una trama estándar de la Divina comedia: un hombre confiesa sus crímenes porque el castigo por ellos en la otra vida está a punto de comenzar. Virgilio de Jack es Verge, (una actuación final del gran Bruno Ganz),  y como en el original de Dante, es un ser moral que condena a Jack por los delitos contra las mujeres como clase y los humanos como raza.

Todo el relato de Jack es esencialmente una confesión, una excusa larga y, a veces, enloquecedora de sus acciones. Elementos confesionales aparecen en muchas de las películas de Von Trier, en particular los que vienen antes de La casa de Jack, sobre todo Ninfomanía. También es un componente central de su primera película de asesino en serie, la deslumbrante El elemento del crimen (1984). La narración extensa o las discusiones confesionales entre los personajes, es sin duda, un pilar de las películas del autor danés, aquí toma la forma de la voz en off de Jack y sus conversaciones con Verge. La casa de Jack también continúa los elementos de cuento de hadas de Antichrist y la construcción de Ninfomanía con aspecto de fábula. 

Después de todo, no son tanto las filosofías de Jack sobre la violencia lo que lo convierten en un sustituto de von Trier, sino más bien su consideración por el arte como expresión sin límites. Pero incluso esa idea es más complicada que la vaga connotación que presagia: «Sin límites» no significa «sin consecuencias», y el último tercio de la película es en gran parte sobre la decepción y el fracaso. Esto abre un abismo enorme de dudas de sí mismo, lo suficientemente grande para que cualquiera pueda caer, y así, La casa de Jack se convierte en una consideración aún más amplia de las fascinaciones y locuras individuales, de las formas de responder al arte sin los límites de la moral y la razón.

Esto lleva, como era de esperar, a un lugar particularmente sombrío, e incluso ha causado que algunos espectadores expresen su preocupación por lo que von Trier podría estar tratando de decir sobre su propio camino hacia el futuro como cineasta. Pero solo él sabe si la sugerencia descartada de «¿quizás otra?». Que Verge engaña a Jack casi al final de la película debe tomarse literalmente, o si el derrotismo en La casa de Jack tiene la intención de indicar que esto realmente es  el último vals para el director. 

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.