Un plan macabro
La interceptación de una llamada a un desmovilizado de las AUC y ex jefe ‘Rastrojo’, preso en Ibagué, desveló un plan para asesinar policías y agentes del Inpec en Barranquilla. La respuesta a la amenaza debe ser implacable.
Gracias a la interceptación de una llamada al ex jefe ‘Rastrojo’ Brayan Borré, desmovilizado de las Autodefensas y preso en la cárcel de alta seguridad Picaleña, en Ibagué, el Gaula se ha enterado de un plan para asesinar a miembros de la Policía y del Inpec en Barranquilla.
Lo primero que cabe hacer ante una noticia de este calibre es expresar toda la solidaridad con los cuerpos de seguridad y demostrarles que cuentan con el apoyo de la sociedad en pleno.
Lo segundo es dejar bien claro al autor de la amenaza –y, de paso, a todos los criminales que, incluso tras las rejas, siguen manejando los hilos de la delincuencia– que sus desafíos al Estado no les saldrán gratis.
Borré Barreto, alias Tío Guillo, es un ejemplo de las complejidades que entrañó para Colombia la desmovilización del movimiento paramilitar. Lo que debía ser una noticia incuestionablemente positiva para la pacificación del país tuvo, por desgracia, efectos indeseados: al quedarse sin su trabajo de supuestos defensores de la Patria, numerosos ‘paras’ no se reintegraron a la normalidad civil, sino que decidieron seguir adelante con su actividad criminal, esta vez sin discursos de legitimación política.
El hecho es que las bandas criminales derivadas del paramilitarismo pululan hoy por toda la geografía nacional y constituyen una de las grandes amenazas para la estabilidad del país.
Tras conocerse el plan del ex jefe ‘Rastrojo’, el alcalde Char anunció que blindará la ciudad con una intensificación de la labor de inteligencia y un aumento del pie de fuerza. Se trata, sin duda, de una decisión en la buena dirección para salvaguardar la integridad de los miembros de la Policía y el Inpec.
Pero suponemos que, además, ya están en marcha las investigaciones pertinentes para averiguar qué más hay detrás de Barré, con qué redes cuenta en la ciudad para seguir ejerciendo su actividad delictiva pese a estar tras las rejas, cuál estrategia prevé seguir para ejecutar su siniestro plan, etcétera. Toda esta información será, qué duda cabe, de enorme utilidad para reducir las posibilidades que sus proyectos se cumplan.
La sociedad barranquillera, con sus autoridades a la cabeza, debe estar alerta para impedir que nuestra ciudad vuelva a caer en los tentáculos de organizaciones criminales, como sucedió en un pasado no tan lejano. El mejor antídoto contra quienes pretenden imponerse por medio del terror es el repudio. Y la manera más fácil de caer bajo su yugo es la indiferencia.
Las instituciones deben transmitir de manera rotunda a las redes criminales que en Barranquilla no tienen cabida. Para ello es necesario redoblar la vigilancia no solo en las calles, sino en el interior de las cárceles: está visto que el encierro no basta para contener a los asesinos.
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