La apropiación social del conocimiento, de la ciencia y la tecnología todavía está en pañales en nuestra Región Caribe. Basta ver cómo el uso de celulares inteligentes no ha redundado en una comunidad más consciente, y por el contrario sobran ejemplos que demuestran que a nivel local gran parte de sus usuarios limitan su uso al entretenimiento, a los memes sin sentido y videos violentos, por lo que son fácilmente engañados por informaciones falsas de distinta índole. 

Hoy, un joven de cualquier municipio podría tener todas las bibliotecas y revistas científicas del mundo al alcance de su mano con un dispositivo móvil y conexión a Internet. Pero sin guía alguna, sin una cultura que privilegie un punto de vista científico para interpretar la realidad, andan a tientas, sin una luz que los oriente en la autopista de la información y les muestre todo el potencial que tienen las redes sociales y la web 2.0, más allá de los chats y las publicaciones de fotos.

No hay conciencia real de las transformaciones que podría producir en la vida práctica eso que llaman ciencia. No hay herramientas para discernir cuándo los están engañando, ni cuándo están afectando su ambiente y desperdiciando recursos. Y, en consecuencia, predomina la pasividad y la indolencia en la juventud de nuestras comunidades, a espera de que las administraciones lleguen con proyectos para promover cambios. Proyectos que, lamentablemente, no siempre tienen el seguimiento que requerirían para generar un verdadero impacto a mediano y largo plazo.

Escasean las estrategias para modificar esto y atacar el problema desde la raíz. Aunque existen ya esfuerzos desde los sectores público y privado, es evidente que hacen falta más iniciativas y una mejor articulación para promover una cultura de curiosidad y pensamiento crítico en las poblaciones más vulnerables. Esto mantiene limitadas las posibilidades de desarrollo que, de otra forma, se podrían potenciar con plataformas tecnológicas y acompañamiento de la academia, para propiciar que sean las mismas comunidades quienes tomen las riendas de su destino y pongan en marcha transformaciones que contribuyan a construir mejores condiciones de vida.

Estas fueron algunas de las reflexiones que atravesaron ayer un panel de discusión con el que la Universidad del Norte puso en marcha un programa que ha denominado ‘Heurística’, y que convocó a EL HERALDO, representantes de la academia, y del mundo del arte, entre ellos un integrante del colectivo Systema Solar, popular por su música.

La relación histórica con el río Magdalena y su encuentro con el mar Caribe, como rasgo distintivo que ha definido el ser caribe y que hoy determina la vocación industrial de la ciudad y el devenir de muchas poblaciones, abrieron la conversación.

Al final, un consenso pareció tomar forma: Hay mucho por hacer, y es necesario un diálogo constante entre la ciudadanía y los sectores académico, público y privado para avanzar hacia una madurez en términos de investigación, al servicio de las comunidades. El programa anunciado es apenas un punto de partida, una declaración de intenciones, para todo el trabajo que exige la tarea de construir una cultura enfocada en el conocimiento. El primer paso es empezar.