Lluvias y pesares mil
Con la llegada de los primeros aguaceros del año se han revivido en la ciudad viejos dolores de cabeza, para los cuales ya deberíamos estar mejor preparados. Movilidad y servicios públicos, puestos a prueba.
Abril, lluvias mil, dice una vieja frase extraída del refranero popular que acierta con asombrosa precisión en la descripción de las condiciones meteorológicas que imperan en este mes. Más allá de los fenómenos que vienen trastocando el calendario climatológico, para este mes se suele esperar la llegada de los primeros grandes aguaceros del año. Y tal cual está sucediendo.
Por eso cuesta tanto trabajo creer que autoridades, administraciones públicas, empresas contratistas y organismos de prevención y atención no lo tengan en sus cálculos, ni tomen las medidas oportunas para reducir el impacto de los traumatismos que puede suponer la temporada de lluvias.
Lo más razonable sería que la planificación urbana tomara en cuenta la estacionalidad de las lluvias que suelen golpear a Barranquilla, y que, en concordancia, a estas alturas se pudiera contar con un completo plan de manejo para la temporada. Y dadas las circunstancias, el sector privado y la academia también están llamados a contribuir en el diseño e implementación de mecanismos y sistemas para evitar que la ciudad se vuelva a sumir en el caos con cada nuevo aguacero.
Pero parece que aún nos falta muchísimo para aprender la lección. La preparación frente a las lluvias vuelve a salir a flote como una de las grandes asignaturas pendientes. Con la llegada de las precipitaciones de un nuevo año, reaparecen viejos fantasmas que lastiman a distintos niveles la calidad de vida de los ciudadanos, como una inexplicable condena inexorable.
Así, el caos se vuelve a manifestar en problemas recurrentes. La ciudad se paraliza, y ya no solo por los arroyos. El agua desbocada por las calles socava frentes de obras que están abiertos en distintos puntos, o pasos que han sido habilitados transitoriamente en algunos otros. Vienen en consecuencia cierres viales no programados, que, en un contexto que acarrea otras complicaciones, resultan críticos para la movilidad.
Los Bomberos reportaron que las aguas arrastraron ayer 12 carros en distintos puntos.
El servicio de energía eléctrica vuelve a fallar, como si hubiera que acostumbrarse a la idea sin remedio. Y, por ahí derecho, también falla el servicio del agua, como les sucedió ayer a los residentes de más de 80 barrios. Ya va siendo hora de que nuestros servicios públicos resistan la prueba. Acumulamos años de fallas que ya deberían habernos servido de escarmiento.
Además, ayer 75 casas resultaron inundadas. Se trata de viviendas ubicadas en zonas de riesgo. En los últimos años se ha sumado otro factor de confusión: las peleas de pandillas.
Si ya conocemos con tanta certeza lo que provocan las lluvias, ¿qué falta para asumir una actitud más responsable frente a ellas y tomar medidas para mitigar su impacto? Hay que trabajar con mayor rigor para que abril no termine convertido en el mes de los pesares mil.
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