La pelea por las ‘zonas’
Las disputas territoriales son el pan de cada día entre vendedores informales, cuidadores de carros y personas que derivan su sustento del trabajo en aceras y calles, una problemática que ya cobró la vida de uno de ellos.
La muerte de un cuidador de carros a manos de otra persona que le peleaba el territorio en la carrera 43 con calle 70 ha encendido las alertas sobre la forma en que se disputa la propiedad del espacio público en la ciudad.
Los enfrentamientos por las ‘zonas’ de trabajo son comunes en toda Barranquilla entre personas que derivan su sustento diario del ‘rebusque’ en las calles. Ninguna de ellas permite que un extraño llegue a invadir lo que defienden como si se tratara de un espacio escriturado. Son las dinámicas propias de esta y muchas ciudades, pero no por eso las autoridades deben hacerse las de la vista gorda ante un problema que puede derivar en más muertes sin sentido. Máxime ahora que a esta situación se suma la llegada de miles de extranjeros que también luchan por un lugar en las aceras.
Devinson Samir Mendoza Villarreal, al que conocían como el ‘Mono’, fue acuchillado en medio de una discusión por el puesto de trabajo, es decir, la zona de parqueo de una panadería y una carnicería con clientela permanente en el barrio Las Delicias. En ese lugar, el cual consideraba ‘suyo’, el ‘Mono’ obtenía ganancias que oscilaban entre los 10.000 y 30.000 pesos diarios, que en su caso eran suficientes para arriesgar la vida ante cualquier intruso.
Pero la problemática no se limita a los cuidadores de vehículos y vendedores informales, el dominio del espacio público es un tema candente en el centro de la ciudad, donde se tiene conocimiento de la existencia de mafias que controlan calles y carreras en las que solo pueden trabajar los comerciantes –estacionarios o ambulantes– autorizados por ellas.
Según un reciente informe de EL HERALDO, la Secretaría de Control y Espacio Público calcula que en la localidad Norte-Centro Histórico existen, al menos, 13.000 vendedores estacionarios, pero se desconoce el número de itinerarios, ya que estos han aumentado 100% en los últimos años debido a la presencia de foráneos. Este incremento desproporcionado podría convertir las calles de la ciudad en una bomba de tiempo si las autoridades no toman cartas en el asunto.
Un censo que brinde una cifra aproximada de cuántas personas laboran en las calles podría ser el primer paso en busca de una solución. Para hacerlo se necesitaría el apoyo de las autoridades de migración, ya que para nadie es un secreto que las vías se han inundado de extranjeros. Lo siguiente es llevar la oferta institucional de capacitación a estas personas, hayan nacido o no en Colombia, para que la informalidad no sea su única opción.
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