El limbo de la 51B
La estrecha cercanía de decenas de colegios y de algunas universidades establecidas en el Corredor Universitario entre Barranquilla y Puerto Colombia genera a diario un caos vehicular que merece mayor atención.
La estrecha cercanía de decenas de colegios e instituciones de educación superior establecidas en el Corredor Universitario entre Barranquilla y Puerto Colombia produce cada mañana un caos vehicular de dimensiones mayúsculas.
En materia de autoridad parece que esa zona se hubiese constituido en un limbo legal cuando de aplicar la ley se trata. La mayoría de los usuarios de las instituciones allí ubicadas tiene su domicilio en la capital del Atlántico, pero el Corredor es la vía más importante para comunicarse con Puerto Colombia, municipio que goza de su jurisdicción de acuerdo a un largo proceso legal surtido inicialmente en el Tribunal Contencioso Administrativo del Atlántico y ahora en apelación ante el Consejo de Estado.
El flujo de vehículos que en horas pico transita por esa vía supera con creces los espacios de los dos carriles de la doble calzada y Puerto Colombia no cuenta con la logística, los recursos, ni con funcionarios suficientes para manejar de manera adecuada un servicio eficiente en ese sector. El alcalde porteño, Steimer Mantilla, ha pedido el apoyo del Área Metropolitana de Barranquilla para poder resolver un problema típico de grandes urbes, que en este caso afecta considerablemente a un municipio. Sin embargo, mientras llega una respuesta a sus requerimientos, no puede cruzarse de brazos ante un problema que es de su jurisdicción.
Si bien hay un problema de flujo y espacio, también lo es de cultura ciudadana por la forma como se comportan los conductores en esta zona del país. Cada mañana cientos de padres de familia transportan a sus hijos a colegios y universidades, y algunos no dan el mejor ejemplo a la hora de respetar las filas, ni los espacios. Además, a estas últimas instituciones acceden jóvenes y docentes con sus carros, lo cual se suma al parque automotor causante del embrollo en distintos momentos del día. Las imágenes reportadas recientemente por usuarios de la vía patentizan los trancones que pueden extenderse por kilómetros y durar hasta una hora.
Dos componentes tiene este atolladero que le daña el día a muchos usuarios desde las primeras horas de la jornada por la carga de neurosis que representa esperar y en muchos casos llegar tarde al destino. Uno de ellos es la falta de vías y el otro no contar con reguladores o policías de tránsito en varios puntos álgidos, como la glorieta de Villa Campestre y la ubicada frente al Parque de Raquetas sobre la calle 100.
Cabe anotar que el año pasado se venció un convenio con la Policía para que hiciese presencia en esa zona. La falta de autoridad convierte el Corredor Universitario en uno de los puntos de mayor conflicto vehicular, que podría comenzar a solucionarse con el uso de transporte colectivo en los colegios o de aplicaciones para universitarios que darían lugar al ahorro en combustible y parqueo.
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