El Editorial | ¿A quién beneficia el boicot contra el fútbol?
‘Sin paz, no hay fútbol’, reclaman quienes convocan a sabotear el partido de Colombia hoy en Barranquilla. Pero esa paz de la que hablan se debe construir entre todos, no generando confrontación ni afectando a quienes buscan un ‘respiro’ económico en el deporte.
Barranquilla, la casa de la Selección Colombia, acoge hoy el primer partido con público de la Eliminatoria Sudamericana al Mundial de Catar desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020. 10 mil personas, un aforo del 25 %, podrán presenciar el juego disputado contra un rival de peso, la Argentina de Messi y Agüero, en el estadio Metropolitano, remozado para el regreso del fútbol. El hecho, a todas luces, relevante porque significa la reactivación de la actividad deportiva masiva gracias a la baja afectación covid de la ciudad, despierta -no obstante- reservas en sectores de la población que lo consideran una afrenta en medio del estallido social que sacude al país hace 42 días.
“Sin paz, no hay fútbol”, argumentan quienes insisten en boicotear el encuentro con acciones programadas a las que convocan a frentes sociales y barriales asignando tareas para impedir la realización del partido o retrasarlo todo lo que sea posible. Se trata, en esencia, de generar el mayor impacto mediático para divulgar, es lo que dicen, los abusos contra los derechos humanos cometidos en el marco del paro nacional.
Paradójica estrategia la que plantean al acudir a las vías de hecho para promover un espacio de escucha a sus denuncias. Elevarlas de forma directa a los delegados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que adelantan una visita de trabajo formal a Colombia, sería lo más pertinente. El organismo que cumplirá una amplia agenda de encuentros con sectores de la sociedad civil, además de representantes del poder Ejecutivo, permanecerá hasta el jueves en el país documentando episodios de violencia y recopilando denuncias de vulneraciones de derechos humanos, a través del testimonio de las víctimas y sus familias, sobre todo en los territorios.
Los ciudadanos tienen derecho legítimo de protestar. Pero sus manifestaciones corren el riesgo de ser instrumentalizadas por una minoría que incita a la violencia, al odio, la rabia o el miedo buscando beneficio propio con marcados cálculos políticos o de otra naturaleza. Evitar manipular y ser manipulado constituye el mayor desafío en estos momentos de enorme tensión en los que urgen escenarios de encuentro fraterno que propicien la construcción de paz social con justicia, dignidad y equidad para todos, en particular para quienes se sienten más excluidos, los jóvenes. En este espacio no cabe la violencia en ninguna de sus formas, ni como expresión del descontento popular, ni como represión con el uso desmedido de la fuerza del Estado. Los derechos humanos deben prevalecer, los derechos de todos, también los de quienes no comparten los bloqueos indefinidos, los saqueos y el vandalismo.
El fútbol nos une. Promueve convivencia, respeto y tolerancia. Construye diálogo social. No resulta sensato arremeter contra lo que tantas veces nos ha llenado de confianza y esperanza, además de incomparables alegrías. Usarlo como recurso político o de confrontación en medio de las actuales manifestaciones ciudadanas, para rentabilizar la indignación, insatisfacción o frustración de quienes se sienten desatendidos en sus demandas, solo conduce a distanciarnos más. Echarle la culpa al futbol de la desigualdad que nos devora o estigmatizar su alcance como factor de cohesión social no es razonable. Los responsables de esta crisis histórica que inflama malestar, rencor y sufrimiento no se encuentran en un campo de juego.
La movilización pacífica marcó el camino para renovar el actual modelo de contrato social que limita oportunidades de educación o posibilidades de empleo para las mayorías. Avanzar en la construcción de un nuevo pacto incluyente y participativo es lo que está en juego y así debe ser asumido por el Gobierno nacional y el Comité de Paro para volver a dialogar buscando acuerdos, sin más dilaciones. Es hora de negociar y de ceder, en ambos casos, para evitar que la violencia nos cause más daño, a cada día que pasa sin solución. Hoy el clima hostil de los agitadores se enfila contra el fútbol, ¿mañana contra qué será?
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