El Editorial | Prudencia y cautela
Las tasas de contagio, hospitalizaciones y letalidad muestran cifras alentadoras, pero nadie debe creer que se puede cantar victoria.
Con prudencia y cautela, Barranquilla debe recibir los más recientes datos entregados por el alcalde Jaime Pumarejo sobre la evolución del coronavirus en la ciudad. Las tasas de contagio, hospitalizaciones y letalidad, que definen el comportamiento de la enfermedad muestran cifras alentadoras, de acuerdo con la información contrastada por la administración local, el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud, pero nadie debe creer que se puede cantar victoria, menos ahora que la pandemia entra en su fase más compleja en el resto del país con un acelerado ritmo de crecimiento.
Una de las cifras a tener en cuenta en este análisis que revela el momento del virus en la ciudad es el del número reproductivo efectivo (Rt), que estima cuántas personas pueden ser susceptibles de resultar infectadas por un portador del virus. Esa tasa de contagio hoy se encuentra en 0,58, cuando el promedio nacional es de 1,17. Lo deseable es mantenerla por debajo de 1,0.
Otro indicador significativo es el de la ocupación de las UCI, que llegó a estar por encima del 90% y actualmente es del 73%, lo que supone una reducción de la demanda de estos servicios de alta complejidad, o en otras palabras, menos personas están requiriendo las unidades de cuidados intensivos porque se están practicando pruebas y entregando diagnósticos de manera más oportuna y esto permite garantizarles una atención a tiempo.
Además, las remisiones de pacientes demandantes de UCI al Centro Regulador de Urgencias y Emergencias, CRUE, pasaron de 29 a 9 por día.
Y un registro más que está cayendo: el de las muertes por cualquier patología, excepto las violentas. Barranquilla, que en promedio mantenía un rango diario de 14 a 22 personas fallecidas por causas naturales, debido a la pandemia llegó a sumar hasta 91 decesos en 24 horas, es decir, alcanzó un exceso de muertes que osciló entre 69 y 77 en una sola jornada. Hoy los fallecidos están en el rango de los 35 por día y se espera que en las próximas seis semanas el promedio regrese a su nivel histórico.
Como seguro mató a confianza es mejor esperar a que las tendencias se consoliden mucho más para garantizar que Barranquilla alcanzó el famoso pico, de acuerdo con el modelo que manejó Europa para afrontar su crisis, y que aquí en Colombia tiene distintas versiones, que van desde la ‘meseta’ hasta el ‘serrucho’, según lo expresado por reconocidos epidemiólogos y hasta el propio ministro de Salud, el señor Ruiz, que ahora señala que la capital del Atlántico ya estaría saliendo de la etapa más crítica.
El monumental esfuerzo de semanas bajo toques de queda, cuarentenas estrictas, actividades comerciales no esenciales paralizadas y extremo autocuidado está demostrando su eficacia. Pero el virus no se ha ido, y en la medida en que se reactiven gradualmente sectores de la economía será necesario afianzar aún más las medidas de distanciamiento social y las normas de prevención sanitaria.
El exceso de confianza se paga caro. Una lección que debemos aprender. Hoy en Europa y Asia, donde el primer pico fue superado, se preparan para volver a decretar cuarentenas focalizadas ante la expansión del virus con rebrotes generalizados y nuevas infecciones. Nadie debe equivocarse frente al futuro inmediato que le espera a la humanidad en este trance, por eso, con total franqueza, la propia Organización Mundial de la Salud, OMS, indica que no habrá un retorno a la 'vieja normalidad' a corto plazo y que es fundamental contar con una hoja de ruta para tener la situación bajo control con el compromiso de una ciudadanía que adopte medidas individuales en el interés de todos.
Como no es realista erradicar la COVID-19 en los próximos meses o tener lista una vacuna perfecta, el virus seguirá siendo el enemigo público número uno a vencer en este esfuerzo de largo aliento en el que nadie puede bajar la guardia. Actuar rápido y soportando cada decisión en evaluaciones científicas y en estrategias epidemiológicas con resultados comprobados es el camino más sensato. Nadie puede perderse en el laberinto de la autocomplacencia para desandar lo andado.
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