La paz total de Petro
La paz integral del presidente Petro empieza a tomar forma. El canciller designado, Álvaro Leyva, integra a la comunidad internacional, a la Iglesia y a distintos sectores. Los grupos armados dan algunas primeras señales. ¿De qué dependerá que esta vez el conflicto acabe realmente? De sumarlos a todos.
Gustavo Petro, presidente electo de los colombianos, está jugado por una paz integral en la que tendrán cabida todos los grupos armados al margen de la ley. El tránsito hacia ese escenario, que no resultará fácil ni rápido debido a la gran cantidad de desafíos por resolver, muchos de ellos antes de sentarse a dialogar, dependerá del carácter de los delitos cometidos por las organizaciones que finalmente accedan a sumarse a la conversación, si estos son considerados políticos por el origen de su alzamiento en armas como en el caso del Ejército de Liberación Nacional (Eln). O si se trata de crímenes ordinarios ejecutados por estructuras, como el Clan del Golfo, dedicadas única y exclusivamente al narcotráfico o la minería ilegal, lo que demandará –de acuerdo con la actual legislación– la apertura de un proceso de sometimiento a la justicia ordinaria que, no obstante, podría ser adecuado, vía legislativa, a las exigencias que surjan.
Abrir la puerta de una manera tan general para obtener la más amplia respuesta posible de los distintos sectores violentos –como hasta ahora parecería estar sucediendo, tras lo dicho por el Eln y la carta enviada por las bandas criminales– podría serle útil al Gobierno entrante para medir la real voluntad de diálogo de sus eventuales interlocutores, al punto de encontrar en ellos las señales correctas en el dificilísimo camino de construir una paz total. Este primer paso, como ratificó el canciller designado, el experimentado político de origen conservador Álvaro Leyva Durán, es una apuesta que “impulsarán” para que “salga al otro lado”. Nadie, con cuatro dedos de frente, debería renunciar al sueño de vivir en un país sin guerra, al que solo será viable llegar –nuestra historia así lo ha demostrado– a través de una paz negociada. Pero, también es cierto que demasiados hechos hostiles, adversos y por supuesto dolorosos desatan incalculables recelos entre una ciudadanía cada vez más incrédula, temerosa o apática.
Basta repasar fallidas experiencias anteriores para entender el nivel de desconfianza que la iniciativa ha despertado, más allá del debate jurídico y político sobre las figuras de negociación o sometimiento, también totalmente válido. En los últimos años, pese al desarme de grupos armados ilegales, la violencia no se extinguió en los territorios. Por el contrario, mutó hacia otras formas de ilegalidad, ensañándose contra liderazgos sociales y excombatientes, recrudeciendo el desplazamiento forzado, el confinamiento u otras atroces formas de violencia como las masacres, los asesinatos selectivos de civiles y de la fuerza pública o los atentados terroristas, desbordando inclusive las fronteras. Por no ahondar en el evidente deterioro de la seguridad urbana que ha puesto en jaque a las autoridades locales.
Sean cuales sean las razones para dudar, lo que queda claro es que la paz total demandará, como su nombre lo indica, transformaciones estructurales profundas, en términos sociales, de reducción de pobreza, de justicia social y agraria, para garantizar oportunidades reales de desarrollo, al igual que condiciones de seguridad a los habitantes de las históricas zonas de conflicto. Es el imprescindible camino para construir confianza. En estos últimos años, la situación se ha hecho insostenible en muchas regiones, en las que implementar el acuerdo con las Farc de 2016 no será del todo suficiente. Su angustiante realidad cotidiana reclama estrategias más participativas e incluyentes. Se necesitarán, por tanto, muchos más esfuerzos para encauzar el rumbo, seguramente mediante mecanismos de paz territorial.
Urge alcanzar acuerdos definitivos en plazos realistas, aunque inicialmente podrían contemplarse pactos humanitarios transitorios de alcance territorial o ceses el fuego prorrogables y verificables en determinadas zonas, para frenar la barbarie desatada por el violento accionar de los integrantes de las bandas criminales, las disidencias de Farc o del Eln entre los civiles. La Iglesia, la comunidad internacional y la sociedad civil podrían tener un papel relevante para configurar los primeros enfoques que, se debe insistir en ello, tendrán que estar sujetos a la naturaleza de cada proceso. No es factible meter en el mismo saco al Eln con el Clan del Golfo o Los Rastrojos, herederos del paramilitarismo. En esta ardua tarea, el presidente Petro, que cuenta con el respaldo de holgadas mayorías en el Legislativo, debe demostrar su liderazgo para movilizar a los distintos actores e incorporarlos a la agenda de la paz total. En especial, a las víctimas que merecen vivir tranquilas, con garantías de no repetición. Hoy, claramente, no las tienen.
Más Editoriales
Pésimo mensaje de austeridad en el gobierno del cambio
De manera recurrente los hechos nos demuestran que Colombia, al margen de quien la gobierne, es un país de injustificables excesos y brutales contrastes. Bastante descorazonador por donde se mire. En vez de estar hablando acerca del devastador in
En defensa del ‘perro guardián’ de la democracia
Este 3 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa, fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993 para reconocer los principios de este derecho fundamental, evaluar la situación en la que se encuentra p
PAE a cuentagotas
Justo cuando comienza el cuarto mes del año en curso y dos meses después del inicio del calendario académico, de los siete departamentos de la región Caribe tres no han comenzado aún a ejecutar el Programa de Alimentación Escolar al que est
Inflación sin control
La decisión de la Junta Directiva del Banco de la República de subir las tasas de interés al 5 %, en un nuevo intento para contener la galopante inflación en el país, podría quedarse corta o ser insuficiente ante el alza de los precios que,