El Editorial | La lucha no ha terminado
La tensión con la que el escrutinio electoral en EE. UU. ha transcurrido, azuzada por la pugnacidad de los republicanos, revela la fotografía de un país fracturado y amenazado por una enorme fragilidad institucional.
Estados Unidos, polarizado y exhausto por el extremismo del saliente inquilino de la Casa Blanca, se distancia del borde del precipicio por el que ha venido transitando. El triunfo del demócrata Joe Biden, bastante sufrido por cierto, reconforta, pero no aleja del todo los nubarrones que hoy se levantan sobre la considerada ‘democracia más perfecta del mundo’, como tantas veces la ha calificado su propia dirigencia. Los 70 millones de votos de Donald Trump cuentan y llaman a la reflexión sobre un legado que seguirá pesando gravemente sobre la identidad de la nación americana.
La tensión con la que el escrutinio electoral ha transcurrido, azuzada por la pugnacidad de los republicanos, revela la fotografía de un país fracturado y amenazado por una enorme fragilidad institucional, resultado del accionar intemperante y belicoso del presidente Donald Trump, quien desde su llegada al poder se dedicó a erosionar las bases del sistema interno apostándole a la división como estrategia política, lo que afectó la normal convivencia ciudadana. Todo el mundo sabía lo que estaba pasando, pero nadie hizo nada.
Cuatro años tendrán Joe Biden y Kamala Harris, la primera mujer vicepresidente en la historia de Estados Unidos, para intentar recomponer un país hecho pedazos, que hoy da más crédito a las teorías de la conspiración que al gobierno y las instituciones del Estado. ¿Por dónde empezar? Biden, en tono conciliador y alejándose del modelo revanchista tan reivindicado por el magnate republicano, promete ser un presidente para todos los americanos “dejando atrás la ira y la demonización del adversario” para entender que se “puede ser oponentes, sin ser enemigos”.
“Sanar” es la palabra que usó a la hora de referirse a la inconmensurable tarea que le espera para intentar cerrar las heridas de su país, consecuencia de las desigualdades sociales, conflictos raciales, una economía con demasiados frentes abiertos y un diálogo político aniquilado por el movimiento engendrado alrededor de la egocéntrica personalidad de Trump. Un auténtico culto entre sus partidarios, quienes no toleran ni aceptan argumentos que rebatan sus convicciones o creencias, a pesar de que los hechos así lo indiquen: ignorarlas o catalogarlas como engaños es la única opción válida. Es lo que Trump ha hecho durante su gobierno, especialmente tras las elecciones del pasado martes: repetir a diario falsedades que los medios de comunicación, de manera insensata, nos hemos dedicado a replicar.
Biden se compromete a atender, de manera prioritaria, la debacle sanitaria desatada por la Covid-19 que suma 237 mil fallecidos y más de 9 millones 830 mil casos, de ellos 122.365 en las últimas 24 horas. Un nuevo récord de contagios en la imparable escalada del virus en este país donde no encuentra techo. Sin embargo, la desastrosa gestión de Trump al frente de esta crisis de salud pública, que además imposibilitó encontrar un consenso global para afrontar la pandemia, no es lo único que con urgencia necesita la intervención del veterano demócrata.
En la agenda está el restablecimiento de las relaciones internacionales dinamitadas por la despectiva política exterior de la administración Trump que desechó alianzas y tratados, rompió pactos y acuerdos y arremetió contra los organismos multilaterales, perdiendo de lejos la influencia decisiva que ejercía en la política internacional. El mundo clama para que Biden, como lo anunció, reincorpore a Estados Unidos a la lucha contra el cambio climático lo antes posible. La agenda global no da espera, el tema migratorio tampoco.
Trump podría no conceder la victoria a Biden y la transición resultar realmente compleja. Como el presidente seguirá gobernando hasta el 20 de enero de 2021, se avecinan días muy difíciles en los que la fuerza moral de la nación americana, sus equilibrios de poder y, sobre todo, el alma de los estadounidenses serán decisivos para ayudarlos a sobreponerse a esta durísima etapa de su historia. Por eso, que nadie crea que la lucha ha terminado, apenas comienza.
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