El Editorial | Gratitud a los héroes de blanco
Antes de terminar el año, un merecido homenaje a los profesionales de la salud que desafiaron el virus para salvar vidas y sufrieron en carne propia los rigores de la inesperada pandemia que los llevó al límite de sus fuerzas.
En el año de la pandemia, cerca de 22 mil trabajadores de la salud han resultado contagiados en Colombia, 763 de ellos en Barranquilla y 133 en el resto del Atlántico. Aunque la gran mayoría de estos profesionales está hoy recuperado, lamentablemente 107 han fallecido. Gratitud y reconocimiento a estos héroes, cuya labor en la primera línea de combate ha sido esencial para enfrentar al implacable virus que vuelve a cobrar fuerza en varias regiones del territorio nacional, entre ellas el Caribe colombiano.
Proteger a estas personas es fundamental para que sigan adelante con su invaluable labor salvando vidas, incluso a costa de las suyas como todos hemos atestiguado a lo largo de los últimos meses en el país. A pesar de la enorme importancia de su tarea, nunca antes – como ahora – el quehacer del personal de salud había sido tan reconocido; muchos de ellos arrastran el lastre de un sistema que se ensaña contra ellos. Es un hecho incontestable que ningún hospital, clínica o servicio médico de Colombia o del mundo podrá garantizar la salud de sus pacientes, a menos que primero mantenga a salvo la seguridad de su personal sanitario. Es inaceptable que en medio de una crisis de esta magnitud un elevado número de profesionales haya tenido que denunciar falta de equipos de protección adecuados o retrasos en los pagos de las obligaciones salariales.
La Covid-19 puso de relieve la precariedad con la que, en algunos casos, médicos, enfermeras y auxiliares del gremio han afrontado la emergencia quedando expuestos a todo tipo de situaciones extremas asociadas con el virus: desde contagios entre ellos y sus familias hasta altos niveles de estrés, cansancio extremo, estigma, discriminación, pasando incluso por repudiables episodios de violencia, como ocurrió durante el pico de la pandemia en Barranquilla y su área metropolitana.
Es responsabilidad legal y moral de los gobiernos asegurar las condiciones de salud, seguridad y bienestar del personal sanitario en todo momento, pero especialmente en una crisis como la actual que aún está lejos de terminar, y en el que su quehacer es imprescindible. Además de ser inmunizados, como está previsto suceda en las primeras semanas de 2021, estos profesionales deberán contar con garantías laborales frente a riesgos físicos y biológicos, capacitación, respeto, una remuneración justa y oportuna, además de programas de salud ocupacional para evaluar factores de estrés y agotamiento que los afecten con el objetivo de ofrecerles atención a tiempo.
Se debe evitar a toda costa, ahora que la incidencia del virus vuelve a subir con nuevos contagios y fallecimientos, que los trabajadores sanitarios terminen siendo víctimas, otra vez, de hechos de violencia en sus sitios de trabajo, como acoso verbal, amenazas, discriminación, agresiones y ataques. Merecen protección y la sociedad debe cerrar filas en torno a sus profesionales sanitarios promoviendo la tolerancia cero ante cualquier forma de violencia contra ellos, mientras que las autoridades están en la obligación de documentar este tipo de hechos extremadamente graves.
A punto de terminar 2020 que pasará a la historia por la dureza de la agobiante pandemia que le recordó a la humanidad su extrema fragilidad, el personal sanitario merece un aplauso de pie. Si no hubiera sido por su descomunal sacrificio, millones de personas en todo el mundo hoy no estarían al lado de sus seres queridos gozando de una segunda oportunidad. Sin embargo, dejarles toda la responsabilidad en la colosal lucha contra el virus a estos profesionales –por muy competentes, comprometidos y valientes que sean– resulta irresponsable e insensato, pero sobretodo, nadie debería permitírselo. Se debe tener presente que la vacunación no es el final de la pandemia, apenas será el inicio de un largo proceso que exigirá la voluntad y el decidido empeño de todos los ciudadanos para preservar el autocuidado y evitar nuevas arremetidas del virus que sigue al acecho.
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