El Editorial | El deporte debe continuar
En medio de las protestas de amplios sectores de la población contra el Gobierno nacional, la Conmebol negó la solicitud del Gobierno de aplazar la Copa América, pero por temas de aforo. El fútbol en el país es uno de los grandes damnificados del actual estallido social.
La protesta es un derecho democrático. Las que se vienen realizando en Colombia en un marco pacífico son totalmente legítimas y comprensibles. Estamos en un país con motivos suficientes para salir a la calle a manifestar nuestro descontento sin irrespetar ni transgredir las opiniones y libertades de los demás, que pueden compartir la misma lucha a su manera o disentir de lo que se reclama.
Nadie está obligado a apoyar o hacer exactamente lo mismo que otro considera. Cada quien tiene derecho a la libre expresión y opinión. Los derechos de una persona terminan donde comienzan los de los demás. En ese sentido, los deportistas tienen todo el derecho y la libertad de desarrollar sus actividades como cualquier otro colombiano sin que tengan que ser señalados como indolentes, insensibles o apátridas.
Que Egan Bernal y otros cinco ciclistas estén compitiendo en el Giro de Italia no es un irrespeto para el país en medio de los días de crispación que se están viviendo. Sencillamente se encuentran ejerciendo su profesión y nada tiene que ver con la situación social de la patria.
Lo mismo sucede con los futbolistas que juegan en Europa y otras partes del mundo, y en general con todos los deportistas que dejan en alto el tricolor nacional. Independiente del pensamiento personal de ellos sobre todo lo que está sucediendo en su tierra (varios lo han expresado abiertamente), continúan con sus desafíos y batallando por sus sueños, que se han hecho realidad o más cercanos, precisamente, gracias al deporte.
En una nación con tantas falencias y falta de oportunidades, la actividad muscular siempre ha resultado una alternativa de vida para los jóvenes (la única para muchos). Son innumerables las historias de superación personal a través del deporte. Con un balón, una bicicleta o un bate, varios colombianos patearon las adversidades, sacaron adelante a sus familias y bañaron de orgullo a todo un país.
El deporte suele ser, en cualquier circunstancia social o de otra índole que viva el mundo (hasta en medio de la pandemia), motivo de unión, fraternidad, orgullo e inspiración para nuevas generaciones, que se ven reflejadas en sus ídolos. Por la naturaleza del deporte y todo lo que genera económicamente para muchas familias que viven a su alrededor, como acontece con cualquier otra actividad de la cotidianidad, no tendría que mezclarse con las movilizaciones que se han presentado en las últimas cuatro semanas en todo el territorio nacional.
Habrá muchos que consideren que todo, incluido el deporte, se debe parar, y están en su derecho a pensarlo y expresarlo abiertamente, lo incorrecto es que algunos pretendan hacer valer su desacuerdo por vías de hecho, llevándose por delante el sentir y querer de otros, que también tienen derechos y libertad.
El fútbol ha sido gran damnificado de esa intolerancia y pretensión de imposición de pensamiento. Los partidos Junior-River y América-Atlético Mineiro, jugados la semana pasada en el estadio Romelio Martínez, fueron boicoteados por un grupo de personas (mucho menor al que ha venido protestando pacíficamente) que quisieron imponer a la fuerza su modo de ver la situación o sus intereses políticos locales y nacionales.
Los equipos colombianos que participan en representación del país en la Copa Libertadores y en la Copa Sudamericana no deberían andar errantes por el continente en busca de una casa para sus partidos, el desenlace de la Liga no debería estar en veremos y la Copa América, una oportunidad de ingresos para muchos comerciantes formales e informales en estos complejos días de pandemia, no debió tener obstáculos distintos al coronavirus y debió realizarse acá sin problemas como estaba planeado desde hace dos años. El deporte debe continuar.
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