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El Editorial | Cuatro días clave

En plena expansión del contagio, Barranquilla y los municipios de Atlántico afrontan una prueba de fuego en la que es fundamental que la ciudadanía tome conciencia de la importancia de no bajar la guardia. Depende de todos y cada uno superar esta tercera ola.

Comienzan hoy cuatro días clave que ponen a prueba la responsabilidad individual y colectiva de los habitantes de Barranquilla y municipios del Atlántico para contener el acelerado ritmo de contagio por covid-19 desatado durante esta tercera ola de la pandemia que, a juicio de expertos en salud pública, aún no ha llegado a su punto más alto. Dependerá del comportamiento de todos y cada uno de nosotros que los indicadores de positividad, letalidad y ocupación de ucis no sigan ascendiendo a niveles insostenibles que hagan colapsar la red hospitalaria pública y privada, e incluso las funerarias y cementerios de la ciudad y el departamento.

Resulta infructuoso apelar a la memoria selectiva para olvidar la embestida de la crisis sanitaria más compleja de la historia de la ciudad y el departamento, en junio y julio de 2020. No la podemos pasar por alto porque aún seguimos pagando el precio de los errores. Que nadie se equivoque hoy al tomar una decisión porque solo hay una opción para salir de esta coyuntura y no admite discusiones.

Si gana la inconsciencia de quienes insisten en participar durante los días santos de reuniones sociales, asistir a fiestas o celebraciones masivas con varios núcleos familiares, e incluso con desconocidos, así sea en el mismo espacio donde residen, inevitablemente empeorará la crítica situación epidemiológica que tiene en jaque a clínicas y hospitales de Barranquilla y su área metropolitana, tras alcanzar su máxima capacidad por el aumento progresivo de pacientes covid que demandan unidades de cuidados intensivos, cuya ocupación continúa a tope en 86,4% en la ciudad, y 89% en los municipios.

Relajar las medidas de cuidado personal en las próximas 96 horas equivaldrá a meterle el acelerador a la transmisión del virus durante las siguientes dos o tres semanas. Si no retomamos el autocontrol, la pandemia podría alcanzar el caótico escenario del primer pico cuando la positividad llegó al 45%, y la letalidad al 6,3%; hoy ubicadas en 26% y 2,8%, respectivamente. Parece que falta mucho, pero vale la pena considerar que el 8 de marzo, hace apenas 3 semanas, la positividad era tan solo del 8%. El que espabila pierde, y en estos momentos demasiadas personas se encuentran al borde de la muerte tras consentirse un ‘exceso menor’ para festejar una ocasión especial. ¿Qué puede ser hoy más especial que preservar la vida propia y la de los demás?

Los recientes reportes de la evolución de la covid en esta tercera fase son alarmantes, y revelan descuido en el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad. Contagios concentrados en personas de 18 a 50 años de estratos 2, 3 y 4, residentes en las localidades Metropolitana y Norte-Centro Histórico. Una franja de población que por su elevada interacción social se está contagiando rápidamente y requiriendo hospitalización, buena parte de ella en unidades de cuidados intensivos, pero siguen siendo los adultos mayores de 70, e incluso menos años, los que más fallecen. Preocupa, además, el incremento de pacientes pediátricos, algunos de los cuales acaban en ucis. Los niños también se contagian en casa, en encuentros familiares o actividades sociales, como ocurre con los adultos, pero al ser asintomáticos no les realizan pruebas y terminan siendo vehículos de transmisión del virus.

Actuar preventivamente guardando el autocuidado no solo es la mejor opción para superar esta tercera ola, sino que es la única salida que existe. El virus nos lo ha enseñado desde siempre. Llegamos hasta esta nueva crisis sin que existiera un detonante claro como el de las fiestas de Navidad o Fin de Año, foco de la segunda ola, pero desde hoy y durante los próximos días el riesgo se potencializa.

Enfrentamos una prueba de fuego que permitirá conocer hasta qué punto hemos interiorizado el cumplimiento de las medidas de protección personales, más allá de las que imponen las autoridades que cualquiera podría violar, si así lo quiere. Poner un policía en la puerta de cada casa es impracticable y absurdo, por decir lo menos. Asumamos con grandeza el llamado a la prudencia. Que los desafueros de estos días no le cuesten la vida a nadie. Por favor, quédate en casa y acata las restricciones de interacción social y movilidad.

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