No hay tiempo que perder y las sanciones deben conocerse lo antes posible para cerrarles los espacios a los corruptos y evitar que sigan tejiendo entramados en las etapas de reconstrucción económica que están por llegar.
Falta unidad y grandeza para afrontar la crisis. De eso no cabe la menor duda. Ni siquiera en medio de la emergencia sanitaria y económica más profunda que recuerde la humanidad en su historia reciente, dirigencia y sectores políticos de nuestro país han orientado sus actuaciones bajo la premisa de irrenunciables valores éticos que garanticen respeto, bienestar y dignidad para los más vulnerables.
Jugar con el hambre de las personas duramente golpeadas por esta inédita situación es una infamia. Las comunidades más pobres, víctimas de la desigualdad e inequidad del país, esas que están en la primera línea de los mayores riesgos por inseguridad alimentaria y carencias en salud, se encuentran expuestas a la voracidad de los corruptos que han acudido a todo tipo de patrañas para quedarse con los recursos destinados a la atención de la pandemia. Gobernantes inescrupulosos a quienes les cayó de perlas esta crisis para cuadrar caja, luego de los compromisos económicos adquiridos durante la campaña política de 2019.
Los recursos públicos, que intentaron apropiarse, son parte de sus presupuestos locales, plata de los contribuyentes, con la que se está financiando la estrategia de asistencia prioritaria que busca llevar mercados a las familias más necesitadas de zonas rurales y urbanas de pequeños municipios, ciudades intermedias y grandes capitales, que están confinadas en sus hogares hace casi un mes.
En medio de la incontrovertible precariedad de bienes y servicios que afrontan regiones del país, donde ni siquiera hay una cama de UCI, es un exabrupto que sus gobernantes estén tratando de feriar los limitados dineros que tienen y que se requieren para paliar el hambre, literalmente, el hambre de la gente más humilde como los campesinos de zonas muy distantes, que están soportando solos y desamparados el rigor de este aislamiento.
Luego de los primeros escándalos que les estallaron como pólvora en los dedos, esta semana los entes de control, en el marco de sus competencias, darán a conocer el inicio de los procesos de indagación preliminar que permitirá la estructuración formal de pruebas. No hay tiempo que perder y las sanciones deben conocerse lo antes posible para cerrarles los espacios a los corruptos y evitar que sigan tejiendo entramados en las complejas etapas de reconstrucción económica que están por llegar.
Al lado de los corruptos, los promotores del caos que están buscando provecho partidista para obtener réditos políticos a punta de clientelismo. Quienes conocen sus reiteradas actuaciones, advierten que tienen en marcha bien diseñadas estratagemas que han encontrado, en el hambre de los más pobres y desesperados, el escenario ideal para generar desorden social. A estas familias, en condiciones cada vez más precarias mientras se alarga el confinamiento, les asiste razón para demandar más y mejor ayuda social. Es deber de los gobernantes nacionales, regionales y locales velar por ellos y aún tienen mucho por hacer, pero no se compadece que teniendo como telón de fondo este crítico momento, existan quienes se dedican a azuzar odios y luchas de clases cuando lo que se requiere es resolver la estrechez con la que estas personas viven sus días.
Difícil defender la mezquindad, disfrazada de buenas intenciones, de los que enarbolan las causas de los más frágiles pensando en alcanzar sus propios beneficios.
Ofende la dignidad humana, que hoy debería estar arropada por los pilares de la solidaridad y la honestidad, la intolerable corrupción de la clase dirigente como los protagonismos de los siempre detestables politiqueros y clientelistas. Sacar provecho de cualquier zanja abierta resulta insufrible.
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