Con el cierre estructural del nuevo puente Pumarejo, formalizado ayer por el presidente Duque, el camino parece ya allanado para que la obra se inaugure y entre en funcionamiento a finales de diciembre, tras cuatro años de trabajos.

Se trata de un viaducto de la más alta ingeniería –sus seis carriles lo hacen el más ancho de Latinoamérica– y está llamado a convertirse en una de las grandes atracciones turísticas del país una vez se ejecute el escenario para el que fue concebido.

Porque queda aún mucho por hacer para que el nuevo Pumarejo preste la funcionalidad que se espera de él. Sin dejar de celebrar que la obra ya se encuentre prácticamente concluida, tendrá muy poco sentido mientras no se le dé una solución definitiva a la vía a Ciénaga, mientras sigan los problemas de sedimentación en el canal de acceso o mientras no se desarrolle el proyecto de recuperación de la navegabilidad del río Magdalena. Pues el puente se construyó en gran medida con ese fin: permitir el paso de embarcaciones de mayor altura.

Y qué duda cabe de que un proyecto ambicioso como el del puerto de aguas profundas haría mucho más indispensable si cabe el puente, al generar un mayor volumen de tráfico fluvial.

El hecho es que, tal como están en este momento las cosas, cuando el Pumarejo entre en funcionamiento en diciembre, su calzada de seis carriles desembocará como un embudo en una carretera de dos, lo que provocaría un embotellamiento endiablado. Ni la Gobernación del Magdalena ha ejecutado la ampliación de tres kilómetros de la vía para facilitar el ‘aterrizaje’ del puente en su territorio, ni Invías acaba de ofrecer una solución para el resto de la carretera a Ciénaga.

Aunque se trate de un tema menor en comparación con las ya obras citadas, también habrá que derribar, total o parcialmente, el viejo puente. Todo indica que se optará por lo segundo, de modo que los extremos de la estructura pueden convertirse en miradores para los turistas.

En suma, hay que agradecer al anterior presidente, Juan Manuel Santos, por poner en marcha esta magnífica obra y a su sucesor Duque por estar a punto de concluirla. También hay  que agradecer a ambos mandatarios que se hayan comprometido a llamarla Puente Pumarejo, con lo que se resarciría una anomalía histórica de más de medio siglo.

Pero, como decimos, queda un largo trecho por recorrer para que  la imponente estructura adquiera en todas sus dimensiones el sentido que llevó a su costosa construcción.

Así que, debidamente celebrado ayer el vaciado en concreto de la placa central de la estructura, lo que hay ahora por delante es mucho trabajo.