Prorrogar
“Creciente y Carnaval”
Antropólogos, sociólogos, folcloristas, periodistas y demás estudiosos de nuestras tradiciones y expresiones culturales sostienen que en las poblaciones a orillas del Río Grande de la Magdalena nació una parte importante de las expresiones que hoy conforman lo que conocemos como Carnaval de Barranquilla, y que llegaron a la Puerta de Oro de Colombia por ser este punto neural de comercio de antaño. Pero es ese mismo Río por donde entró el progreso a Colombia, el que hoy, ‘enfurecido’, se sale del cauce y –como en las famosas crecientes de los años 1916, 1933, 1942, 1970 y 1975– arrasa una vez más con todo a su paso, dejando a lo largo de su extenso recorrido por muchos de los departamentos del país, miseria, pobreza, desesperanza y desolación; como si fuese una venganza por tantos años de olvido, desidia e irresponsable explotación de bosques y de una devastadora actividad minera que pulula sin control a orillas del propio Río Magdalena y en muchos de sus afluentes.
La tragedia invernal que ha impactado al país y particularmente a las gentes del sur del Departamento del Atlántico ha desbordado todos los pronósticos y las consecuencias conocidas y divulgadas por estamentos gubenamentales e incluso del exterior, nos obligan, sin excepción, a todos los habitantes del Atlántico a actuar con una gran solidaridad que debe comenzar, como si fuera un homenaje silencioso hacia los damnificados de todas las zonas ribereñas, por aplazar la realización de los carnavales programados para febrero del 2011, incluso prorrogando el mandato actual de la Reina y del Rey Momo hasta la realización del mismo en el 2012, cuando los ánimos y la situación de emergencia haya sido por lo menos superada.
Este es un momento de grandes retos para nuestro Departamento, y todos los recursos y nuestras fuerzas deberán estar concentrados para afrontar las verdaderas consecuencias que sobrevendrán luego que bajen las aguas su nivel y las gentes quieran regresar a sus zonas habituales de residencia. En ese momento será cuando de verdad se evidencie la verdadera magnitud de la catástrofe y la cantidad de recursos necesarios para la normalización de la situación, así que Carnaval, ¡en otro momento!
Alfredo Amín Prasca
Alfredoaminprasca@gmail.com
Industria
Otra que se va
En los mediados de la década del 70, en la Vía 40, zona industrial de la época, ya existía el rumor del retiro de grandes factorías: se hablaba de los problemas de costo de la viscosa importada por Celanese, empresa que montaron a expensas del Conde Matarazo, brasilero, que quiso montar un gran proyecto textil, donde estuvo Marysol, pero los dueños andinos de Celanese se lo impidieron con argucias legales, pues les iba a hacer competencia. En vista de eso, el Conde la vendió al Sr.
Nathan Lutzgarten, que después fue heredado por arte de birlibirloque por un antioqueño, que terminó cerrándola. Al final también cerró Celanese y quedó un remedo de ella. También se hablaba del retiro de Peldar, que finalmente ocurrió, pues había una competencia a muerte entre el Grupo Ardila Lulle y el de Julio Mario Santo Domingo, y estratégicamente el andino no lo podía enfrentar acá en tierra ajena, además que el costeño le había montado competencia en Bogotá.
Después del retiro de estas tres grandes factorías, fueron cerrándose o disminuyendo su actividad casi todas las demás que estaban ubicadas en la Vía 40.
Las que fueron quedando han ido perdiendo su impulso, permanecen ahí, como los galeones españoles en el mar de los Sargazos, esperando que los impulse un nuevo viento, pero ese no llega, no llegará por ahora, pero paradójicamente ese impulso solo lo han podido encontrar en otras partes del país, pues nuestros dirigentes actuales, constructores de esos esperpentos, como el Metrocaribe, que nació mocho y acabó con la avenida Olaya Herrera y estranguló a la Murillo; como el puente de la 38, que fue bautizado como ‘El Agachao’; como ese cementerio de casas y edificios en Campo Alegre han sido solo la imagen de nuestros patricios de principios de siglo XX, Ernesto Cortissoz.
Esta ciudad ahora es muy eficiente en crear impuestos de todo tipo, pero ineficiente en crear condiciones para que permanezcan las industrias y vengan otras muchas nuevas.
Ahora se confirmó que otra de las grandes factorías, Cementos del Caribe, se va para Cartagena. En el año 75, esa ciudad no era ni la sombra en el número de industrias que tenía Barranquilla, ahora es lo contrario. ¿Qué porvenir le espera a nuestra ciudad, si hace más de 50 años no se construye una sola gran avenida y le hemos dado la espalda al Río, generador primigenio de su progreso?
En Barranquilla solo nos queda, para llenarnos de orgullo, Olímpica, que no es industria, pues Águila y Avianca, que eran nuestros estandartes, ya no tienen su sede en la ciudad; Cervecería Águila es solo una mera planta más, y de Avianca solo queda su edificio, recordándonos viejas glorias.
Ing. Guillermo L. Navarro
Falta de prevención
Ante la situación de calamidad que padece no solo la población del sur del departamento del Atlántico, sino también la de otros departamentos de la Región Caribe y del interior del país, se arguye por algunos un ‘argumento’ que no es más que un sofisma de distracción, el cual no es otro que tal calamidad es por causa del invierno.
Si se piensa de manera reflexiva y de manera nada superficial, dicha situación obedece realmente a la degradación que se le ha hecho a la naturaleza, reflejada en la deforestación, en la contaminación de residuos sólidos en las aguas, a la falta de control de la ganadería extensiva, la cual salió avante y ante el detrimento de humedales y playones, así como también al cambio de los cauces.
A lo anterior se suma la falta de previsión por parte de servidores públicos, entre ellos gobernadores y alcaldes, y la conducta asumida por empresas privadas y de autoridades de vigilar las minas. Sin que se excluya a la clase política –parlamentarios– que precisamente han tomado las Corporaciones Autónomas Regionales con intereses burocráticos y de fortín clientelista, con consecuencias nefastas para la administración pública, tal como las prácticas de corrupción.
De tal manera que ha de tenerse presente la conducta negligente y omisiva de funcionarios, así como la falta de estrategias preventivas necesarias para evitar la tragedia que viven los pueblos ribereños, existiendo por ello responsabilidades compartidas ente servidores públicos y particulares –ganaderos–, como en el caso de la ganadería extensiva.
Es de destacarse que, precisamente, Colombia es un país que bate récord en falta de prevención y no solo en materia de medio ambiente, sino también en la situación de los mineros, y a raíz de las incontables víctimas de esta actividad, ya que hay ausencia de políticas claras del Estado en ese sector, así como la carencia de una reglamentación que proteja a los mineros.
Igualmente en los casos de masacres, cuando han sido advertidas por las alertas tempranas por la Defensoría del Pueblo y sin que el Estado las hubiere evitado, y ni se diga en salud ocupacional, cuando al detectarse determinados riesgos laborales a través de un estudio de puesto de trabajo, conjuntamente, ciertas empresas y las administradoras de riesgos no aplican estrategias de prevención, para siquiera disminuir los riesgos laborales, con consecuencias nefastas para los trabajadores en su salud e integridad física.
No cabe duda alguna que en Colombia no existe cultura de la prevención en todos sus ángulos, y si a esto se agrega que desde la época de la Colonia no se tiene respeto por la naturaleza, desplegándose a través de los siglos conductas alejadas del mundo civilizado y atentatorias contra el medio ambiente y la sociedad. Hace falta una formación humanista y ecológica que contribuya a una forma de pensar y actuar de manera preventiva y de conservación del medio ambiente.
Edgardo Enrique Salebe Morr
Sociólogo y abogado.